Santo Domingo, REPÚBLICA DOMINICANA (Agencia Fides, 0, 7/07/2018) – El pasado 27 de junio, fiesta del
Perpetuo Socorro, se firmó el convenio que permite a Adoratrices,
Hermanas del Sagrado Corazón y Oblatas trabajar conjuntamente en el
proyecto Casa Malala, en República Dominicana. Un proyecto en el que se
pone de manifiesto la importancia de la cooperación entre congregaciones
para gestionar esta casa de acogida destinada a la atención a las
víctimas de trata. “En el año 2016 nos reunimos junto a Adoratrices y el
Instituto Altagracia con el fiscal de Trata y Tráfico de Personas,
Jonathan Baró, un hombre sensible a esta realidad al que le propusimos
administrar la casa”, explica Nieves de la Cruz, oblata en República
Dominicana. “Era un hogar de acogida regentado por el Estado, pero
intuíamos que faltaba la atención y acogida que requieren este tipo de
proyectos”, apunta.
Agradeciendo la iniciativa, se solicitó a los integrantes de esta red
intercongregacional que desarrollasen el proyecto de atención a las
víctimas. “Sigue conservando el nombre de Casa Malala por lo
significativo de la lucha de Malala Yousafzai por la educación de las
niñas en su país”, indica Nieves. El proyecto surgió ante la carencia en
República Dominicana de un lugar donde pudieran ser acogidas de manera
residencial las victimas de trata y, sobre todo, para atender al elevado
número de mujeres venezolanas que entraban en el país como víctimas de
trata con fines de explotación sexual.
“Había que dar respuesta a este drama humano”, subraya Nieves. “Tenemos
muchas migraciones de mujeres venezolanas en el país, la mayoría de
ellas víctimas de trata que se localizan por medio de las múltiples
redadas contra la trata que se realizan tanto en calles como en
locales”, explica. Y es que son muchas las causas que desembocan en esta
situación: pobreza, situaciones de violencia y otros factores en el
país de origen que las llevan a salir de él, cayendo muchas veces en las
redes de trata de personas. “Muchas de ellas son mujeres profesionales,
preparadas, madres… Pero todas tienen la desesperanza en su mirada y el
deseo de establecerse económicamente para poder enviar dinero a su
familia, aunque por el momento están en situación irregular en República
Dominicana”, indica Nieves. “Pero no todo son mujeres adultas, ya que
en los últimos años han aumentado los casos en todas las edades,
incluyendo niñas y adolescentes”, asevera. Sin embargo,
República Dominicana no es el lugar de destino. A veces tan solo es de
paso. “Muchas mujeres son tratadas por grandes mafias hacia otros países
como Panamá, Ecuador, Colombia, Chile e incluso España y Líbano”,
explica.
Al formar parte de la red de lucha contra la trata de personas, oblatas y
adoratrices llevan bastante tiempo trabajando de forma conjunta, sobre
todo cuando se atendía a las mujeres y había que ubicarlas en alguna
residencia. “Nos dimos cuenta de que este trabajo tan grande no se podía
hacer desde la red de trata, sino que había que involucrar a la Vida
Religiosa en el proyecto”, dice Nieves. De esta manera, se invitó a
distintas congregaciones para hacerles conscientes de la realidad de
trata que vive República Dominicana, y fue a partir de esto que las
hermanas del Sagrado Corazón hicieron saber que se podía contar con su
apoyo. También hay laicos que participan en esta red contra la trata de
personas. “Hemos tenido tres trabajando con nosotros, y en la actualidad
es una laica quien la coordina y que estará trabajando en Casa Malala
como Psicóloga”, apunta Nieves.
Según datos recogidos por Fides, en 2013 República Dominicana fue el
tercer país del mundo con mayor número en el feómeno de la trata de
personas (alrededor de 60 mil), según datos de institutos nacionales
para la protección de las mujeres. Actualmente el número no ha cambiado
mucho, pero el fenómeno sí, antes eran casi solo mujeres dominicanas,
ahora la mayoría de los que están cayendo en esta tragedia son
extranjeras, y la edad de las víctimas ha bajado mucho. Hay chicas de
solo 14 o 15 años que ingresan, por diferentes razones, en este
mecanismo criminal. Incluso el turismo sexual no ha terminado, según
algunas ONG, pero ha cambiado: las mujeres dominicanas son llevadas a
Europa y Medio Oriente, mientras que casi todos las extranjeras
permanecen en el país.