SANTO TOMÉ (Agencia Fides, 20/11/2018) - "Santo Tomé y Príncipe es un país pequeño,
formado por dos islas, situado en el Golfo de Guinea, Gabón es la nación
más cercana. Es un país típicamente tropical con playas, palmeras y un
exuberante verdor que cubre su superficie, mientras que el mar turquesa
rodea la superficie basáltica de las islas. Es, al mismo tiempo, un país
pobre, donde los recursos son el turismo (aún no muy desarrollado) y el
chocolate. La mayoría de la población vive de los servicios públicos y
de las actividades agrícolas y de subsistencia. Es una población
extremadamente joven, alrededor de 70% tiene menos de 30 años de edad".
Con estas palabras mons. Manuel António Santos CMF, obispo de Santo
Tomé, describió a la Agencia Fides la realidad social y eclesial del
territorio. Por estos días, el cardenal Fernando Filoni, prefecto de la
Congregación para la Evangelización de los Pueblos, está de visita
pastoral en Santo Tomé, después de
haber visitado Angola, para concluir así las celebraciones del 50º
aniversario de la Conferencia Episcopal (CEAST) que reúne a los obispos
de los dos países de lengua portuguesa.
Antigua colonia portuguesa, Santo Tomé obtuvo su independencia en 1975.
Durante 16 años tuvo un régimen socialista con tendencias marxistas. En
1991 adoptó el régimen de partidos, al estilo de las democracias
occidentales, con un sistema semipresidencial, con elecciones regulares y
partidos alternos en el gobierno.
"El mayor drama para mí es la falta de esperanza que veo tan a menudo en
la gente. La pobreza parece casi insuperable, ya que no vemos la
perspectiva de un desarrollo del país que permita una vida digna a la
población. ¡Los presupuestos de los distintos gobiernos han destinado
alrededor del 90% de sus ingresos a la ayuda exterior! Es necesario
centrarse en la mejora de la infraestructura, en el suministro de agua
potable y energía a la población, en la mejora de las condiciones
sanitarias, las escuelas, la formación de docentes, etc. A pesar de todo
esto, Santo Tomé es un país de gente cálida y amistosa, que ha sido
capaz de defender la democracia y la libertad conquistadas en 1991 y con
raras situaciones de violencia", dijo el obispo.
Santo Tomé y Príncipe es un país tradicionalmente católico. De hecho, en
2014 fue puesto en marcha un programa de veinte años de preparación
para el Jubileo del 500 aniversario de la fundación de la diócesis, que
se celebrará en 2034. Respecto a la situación eclesial, mons. Santos
explica que "la diócesis está dividida en 14 parroquias, con 12
sacerdotes (6 claretianos, 2 capuchinos y 4 diocesanos). Además de las
parroquias de la capital (Santo Tomé), las otras tienen, además de la
sede de la parroquia, una serie de comunidades dispersas por todo el
territorio parroquial, las antiguas dependencias de las "Roças" de las
comunidades de productores de cacao o de pescadores. Los movimientos
eclesiales tienen una gran presencia con un papel importante en la vida
de las comunidades parroquiales: los laicos claretianos, los teresianos,
los canosianos, la Legión de María, los scouts, los grupos de Nuestra
Señora, el camino neocatecumenal.... La diócesis
también tiene 5 sacerdotes diocesanos indígenas y 22 seminaristas
mayores".
Ante la pobreza generalizada, "a través de Caritas, de la Santa Casa de
la Misericordia, de las parroquias y de las congregaciones religiosas y
con la ayuda de voluntarios laicos, la Iglesia es una presencia eficaz
entre los más necesitados. Sobre todo, hemos tratado de acoger a los
niños y a los ancianos, de ayudar a los jóvenes en su formación, de
promover la dignidad de la mujer y de educar a los niños y a los
adolescentes", destacó el obispo.
Entre los obstáculos a los que se enfrenta la Iglesia local, mons.
Santos señaló la invasión de las sectas pentecostales en los últimos
años, "que prometen prosperidad y liberación de todos los males, físicos
y espirituales y, sobre todo, la defensa de los espíritus y hechizos
malignos. Es el gran drama de este pueblo: el miedo a la peste, al mal
de ojo, al hechizo. Por lo tanto, se ha hecho un gran esfuerzo para
centrar la atención en la catequesis organizada y en la pastoral juvenil
y familiar".
Sin embargo, la carencia económica limita también la acción de la
Iglesia, que vive en la misma pobreza que la población, y sufre la falta
de líderes creíbles, aceptados por el pueblo, capaces de asumir la
responsabilidad de coordinar los sectores que se le confían.
Finalmente, mons. Manuel António Santos indicó a la Agencia Fides
algunas perspectivas de futuro. "La pobreza, la deuda externa, la falta
de un plan de desarrollo realista para el país, los intereses personales
a menudo puestos por encima de los intereses del Estado, crean
dificultades para ver las perspectivas futuras del país. Se necesitan
líderes que sepan utilizar las capacidades y el potencial del país para
crear desarrollo y dar esperanza a la población. Debemos centrarnos en
la educación, la formación de profesores y buenos técnicos, y en toda
una cultura de solidaridad que pueda ver más allá de los horizontes de
hoy".