DISCURSOS DEL SANTO PADRE FRANCISCO
SEPTIEMBRE 2015
A LOS MINISTROS DEL AMBIENTE DE LA UNIÓN EUROPEA
Palacio Apostólico Vaticano
SEPTIEMBRE 2015
A LOS MINISTROS DEL AMBIENTE DE LA UNIÓN EUROPEA
Salita del Aula Pablo VI
A LOS PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL
DE LOS MISIONEROS HIJOS DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA (CLARETIANOS)
Palacio Apostólico Vaticano
Miércoles 16 de septiembre de 2015
Señoras y señores: Buenos días.
Os saludo cordialmente a todos vosotros, señores ministros del
Ambiente de la Unión Europea, cuya tarea durante los últimos años ha
asumido cada vez mayor importancia para el cuidado de la casa común. En
efecto, el ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la
humanidad, y responsabilidad de cada uno de nosotros. Una
responsabilidad que solo puede ser transversal y requiere una
colaboración eficaz en el seno de la entera comunidad internacional.
Os doy las gracias de corazón por haber querido este encuentro que me
ofrece la oportunidad de compartir con vosotros, aunque brevemente,
algunas reflexiones, también con vistas a los importantes
acontecimientos internacionales de los próximos meses: la adopción de
los objetivos de desarrollo sostenible a fines de este mes y la COP 21
de París.
Quiero referirme a tres principios. En primer lugar, el principio de
solidaridad, palabra unas veces olvidada, otras veces usada
impropiamente de manera estéril. Sabemos que las personas más
vulnerables a causa de la degradación ambiental son los pobres, que
sufren las consecuencias más graves. Solidaridad quiere decir, entonces,
usar instrumentos eficaces, capaces de unir la lucha contra la
degradación ambiental con la lucha contra la pobreza. Existen numerosas
experiencias positivas en dicho sentido. Se trata, por ejemplo, de
desarrollo y transferencia de tecnologías apropiadas, capaces de
utilizar del mejor modo recursos humanos, naturales, socioeconómicos,
mayormente accesibles a nivel local, para garantizar su sostenibilidad
incluso a largo plazo.
En segundo lugar, el principio de justicia. En la encíclica Laudato si'
hablé de «deuda ecológica», sobre todo entre el Norte y el Sur,
relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el
ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos
naturales llevado a cabo históricamente por algunos países. Debemos
saldar esta deuda. Estos últimos están llamados a contribuir, a resolver
esta deuda dando buen ejemplo, limitando de modo importante el consumo
de energía no renovable, aportando recursos a los países más necesitados
para promover políticas y programas de desarrollo sostenible, adoptando
sistemas de gestión adecuada de las selvas, del transporte, de la
basura, afrontando seriamente el grave problema del desperdicio de los
alimentos, favoreciendo un modelo circular de la economía, alentando
nuevas actitudes y estilos de vida.
En tercer lugar, el principio de participación, que requiere la
implicación de todos los interlocutores, incluso los que a menudo
permanecen al margen de los procesos decisorios. En efecto, vivimos un
momento histórico muy interesante: por una parte, la ciencia y la
tecnología ponen en nuestras manos un poder sin precedentes; por otra,
el uso correcto de dicho poder presupone la adopción de una visión más
integral e integrante. Esto requiere abrir las puertas a un diálogo,
diálogo inspirado por dicha visión radicada en esa ecología integral que
es el objeto de la encíclica Laudato si'.
Se trata, obviamente, de un gran desafío cultural, espiritual y
educativo. Solidaridad, justicia y participación por respeto a nuestra
dignidad y por respeto a la creación.
Queridos señores ministros: La COP 21 se acerca rápidamente y aún
queda mucho camino por recorrer para llegar a un resultado capaz de
recoger positivamente los numerosos estímulos que han sido ofrecidos
como contribución a este importante proceso. Os animo vivamente a
intensificar vuestro trabajo, junto con el de vuestros colegas, para que
en París se logre el resultado deseado. De parte mía y de la Santa Sede
no faltará el apoyo para responder adecuadamente tanto al grito de la
Tierra como al grito de los pobres. Gracias.
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A LOS PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL
DE LOS MISIONEROS HIJOS DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA (CLARETIANOS)
Sala del Consistorio
VIDEOCONFERENCIA TRANSMITIDA POR LA
CADENA TELEVISIVA ESTADOUNIDENSE ABC
ENLAZADA CON TRES LOCALIDADES DE EUA
Viernes 11 de septiembre de 2015
Palabras improvisadas del Papa a los Claretianos
Buenos días y muchas gracias. He preparado un discurso en castellano, que Mons. Gänswein les va después a dejar.
Pero, yo prefiero decir lo que me venga. Como es en castellano…Tuve un
mal pensamiento cuando hablaba el General, dice “cuando leyó Evangelii gaudium, tuve una gran alegría”. Y yo pensé en la librería de Buenos Aires que… [risas] que me editaba todos los libros.
A los Claretianos se los encuentra por todos lados. Tengo que
reconocer que sea en el campo de la teología - el antiguo General,
teólogo de la vida religiosa, derecho canónico - realmente entre los
mejores canonistas acá en Roma están ustedes -, trabajo silencioso,
santo, varón que pasó toda su vida en la congregación de religiosos y en
el archivo, y nos daba un ejemplo ahí de vida y en la misionariedad.
A mí se me ocurriera decirles tres palabras pensando en los que los
conozco. Además Dios me bendijo teniendo amistad con alguno de ustedes.
Yo les diría tres palabras que les pueden servir: adorar, caminar y
acompañar.
Adorar. Nosotros en el mundo de la eficiencia hemos perdido el
sentido de la adoración. Incluso en la oración. Es cierto, rezamos,
alabamos al Señor, pedimos, agradecemos… Pero la adoración, ese estar
delante del único Dios, de aquello que es lo único que no tiene precio,
que no se negocia, que no se cambia… Y todo lo que está fuera de Él es
imitación de cartón, es ídolo. Adorar. En esta etapa hagan un esfuerzo
por crecer en este modo de oración: la adoración. Adoren, adoren a Dios.
Es una carencia de la Iglesia en este momento, por falta de pedagogía.
Ese sentido de la adoración que vemos en el primero Mandamiento de la
Biblia, adorar al único Dios. “No tendrás, acuérdate Israel, no tendrás
otro Dios más que el único. Adorar: “a Él sólo adorarás”.
Ese “perder tiempo” sin pedir, sin agradecer, incluso sin alabar,
solamente adorar, con el alma postrada. No sé por qué siento decirles
esto, pero siento que se los debo decir, me sale de adentro.
Caminar. Dios no puede adorarse a sí mismo, pero Dios quiso caminar,
no quiso estar quieto. Desde el primer momento caminó con su pueblo.
Aquello de Moisés tan lindo, acordate? “Pensá, ¿Qué pueblo tuvo un Dios
tan cercano que camino junto a vos?” Caminar. Y caminar es abrir
fronteras, salir, abrir puertas, buscar caminos. Caminar. No estar
sentados. No instalarse, en el mal sentido de la palabra. Es verdad que
hay que organizar cosas, que hay trabajos que exigen estarse quietos,
pero con el alma, el corazón y la cabeza, caminar, buscar. Ir a las
fronteras, a las fronteras de todo tipo, incluso las del pensamiento.
Los intelectuales de ustedes ir a las fronteras, abrir caminos. Buscar. O
sea: no quietos. Porque el que está quieto, el que no se mueve se
corrompe. Como el agua: el agua estancada se corrompe enseguida. En vez,
el agua del río que corre no se corrompe. Caminar como caminó Dios, que
se hizo compañero del camino. Y nos puede ayudar ver en la Biblia como
el Señor acompañó a su pueblo, incluso haciéndose cargo de los pecados y
perdonando y peor. Acompañar. Es decir, caminar. Caminar con ese deseo
de llegar algún día a contemplarlo a Él, y no como desgraciadamente
suele pasar – pasa en todas partes, pero – gente que más bien viene a
asegurar su vida, o a un instituto o a quedarse quieto, a que no le
falte nada, no… Caminar, caminar.
El tercero, acompañar. O sea, no caminar solo, porque es medio
aburrido, sino acompañar al pueblo porque Dios caminó acompañando. Y me
viene tan lindo eso de Jesús cuando se hizo el “tonto” con los que se
escapaban de Jerusalén a Emmaus: se les puso al lado y acompañó,
acompañó todo un proceso, hasta que ese corazón frío se volvió a
calentar y ardía el corazón, y se dieron cuenta. Acompañar los momentos
de alegría, acompañar la felicidad de los matrimonios, de las familias.
Acompañar los momentos duros, los momentos de cruz, los momentos de
pecado. Jesús no le tenía miedo a los pecadores, los buscaba. Los van a
criticar: “Éste es demasiado avanzado, éste es imprudente…”. Acompañar.
Acompañar a la gente, acompañar tantos deseos que el Señor siembra en
el corazón, dejarlos que crezcan bien.
Entonces, me vino decirles esto. Adorar, caminar y acompañar.
Entonces, si les sirve, ¡adelante¡ Se los dejo en sus manos. Y como
María es la Madre que los cuida, los invito a rezar juntos un Ave María.
Los bendiga Dios Todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
¿Vieron qué bueno que fui, que nos les hice recordar que el fundador había sido jesuita?
Queridos misioneros Claretianos:
¡Bienvenidos! Es para mí una alegría poder tener este encuentro con
ustedes. Agradezco al Superior General, Padre Matew Vattamattam sus
amables palabras, expresión de su comunión eclesial, y le deseo un
fecundo servicio en esta responsabilidad que le han confiado sus
hermanos.
«Testigos y mensajeros de la alegría del Evangelio» es, según
me han informado, el tema que centra el discernimiento capitular.
«Testigos», porque la alegría no se puede comunicar si no está presente y
profundamente enraizada tanto en la propia vida como en la de la
comunidad. «Mensajeros», porque lo bueno hay que compartirlo y al
compartirla la alegría se purifica y se multiplica, haciéndose
verdaderamente «evangélica».
¿Cómo han encontrado la Congregación en el análisis capitular? En
este ejercicio de discernimiento, ¿Cómo les ha interpelado la voz del
Espíritu? Un camino muy seguro para discernir sus llamadas es situarse a
la escucha en las diferentes periferias de nuestro mundo. En ellas su
voz resuena con mayor claridad. Esto es todavía más importante para una
Congregación misionera como la de ustedes.
Estamos celebrando el Año de la Vida consagrada. Con este motivo envié una carta a todos los consagrados en las que les invitaba a mirar al pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza.
Se los repito de nuevo a ustedes. Cuando en el centro de nuestra vida
está Jesús, somos capaces de testimoniar y comunicar la alegría del
Evangelio.
Hacer «memoria agradecida del pasado» es dar gracias a Dios
por el testimonio de muchos de sus hermanos que, sostenidos por su fe,
vivieron con profundo gozo su vocación –algunos de ellos hasta el
martirio–. Es también, reconocer la misericordiosa mano del Señor que a
pesar de nuestra debilidad y nuestra inconstancia sigue obrando
maravillas en medio de su Pueblo.
«Vivir el presente con pasión» es fundamentar su programa misionero en el espíritu de san Antonio María Claret que puso como lema en su escudo episcopal el Caritas Christi urget nos. Amar como amó Jesús debe interpelar cada una de nuestras opciones vitales y pastorales.
«Abrazar el futuro con esperanza», significa no dejarse
arrastrar por el desánimo. No tener miedo. Es el Señor quien envía.
Pongan siempre los ojos en quienes esperan el anuncio, en quienes
necesitan de Su testimonio para sentir la presencia misericordiosa de
Dios en sus vidas.
Les agradezco su vida y su trabajo misionero. Hagan llegar, por
favor, mi saludo a todos y cada uno de sus hermanos, en particular a
quienes, por la enfermedad o por la edad avanzada, colaboran ahora con
su oración y su testimonio a la misión congregacional. Cuiden a quienes
están en el proceso de formación inicial: ayúdenles a interiorizar
aquellos valores que su Fundador les señaló como garantía de fidelidad
al carisma con que el Señor bendijo a su Iglesia a través suyo. Y lleven
mi saludo también a todos los seglares con quienes comparten la vida y
la misión.
San Antonio María Claret, como fundador, les dio un bello título:
«Hijos del Corazón de María». Dejen que todas las dimensiones de sus
vidas estén profundamente marcadas por esta «cordialidad», que inspiró a
María el hermoso canto del Magnificat; y expresen la maternidad
de la Iglesia, madre misericordiosa, que nunca se cansa de esperar,
acompañar y perdonar. A María los encomiendo y los bendigo. Por favor,
no se olviden de rezar por mí; pues lo necesito.
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VIDEOCONFERENCIA TRANSMITIDA POR LA
CADENA TELEVISIVA ESTADOUNIDENSE ABC
ENLAZADA CON TRES LOCALIDADES DE EUA
Transcripción de las palabras del Santo
Padre FRANCISCO en el curso de la videoconferencia, registrada el 31
de agosto, transmitida por la cadena televisiva ABC el 4 de septiembre, enlazado con tres localidades de los EUA: la escuela “Cristo Rey” de los Jesuitas en Chicago (para jóvenes de ambientes menos favorecidos); un centro para personas sin hogar en Los Angeles; una parroquia en McAllen (Texas) a pocas millas de la frontera con México, que alberga a muchos migrantes:
Videoconferencia
El periodista
saluda al Papa y le presenta los diferentes grupos católicos de Chicago,
Los Angeles y Texas que participan en la video conferencia. En
referencia al grupo de alumnos del Colegio jesuita “Cristo Rey” de
Chicago, el Papa comenta: “Si son jesuitas, son buenos”
Pregunta:
Santo Padre, como Ud. puede ver a todos muy emocionados. ¿Tiene un
mensaje para la gente de Estados Unidos antes de su viaje a nuestro
país?
Papa FRANCISCO: Un saludo grande. Un gran saludo a la comunidad
católica de Estados Unidos y a todos los ciudadanos de los Estados
Unidos. Ese es mi mensaje, un cariñoso saludo.
Conexión con Chicago con la Escuela jesuita “Cristo Rey” (Escuela para pobres y marginados)
Testimonio
de Valerie Herrera (Joven con una enfermedad de la piel, que superó
dificultades con la ayuda de la familia y como integrante de un coro. La
música la ayudó a acercarse a la fe y a sentirse menos sola y
diferente. Piensa entrar en la universidad – la primera de su familia
que lo hará- y estudiar farmacia.
Pregunta:
¿Que espera Ud. de nosotros, la juventud? ¿Qué espera que hagamos o que seamos?
Papa FRANCISCO: Valery. I would like to hear you singing, may I ask you to sing a song for me. I wait for that. Go on, go on.. Be courageous (Valery canta una canción).
Thank you very much. It’s very kind of you. Y mi primera respuesta a tu
pregunta es esa: lo que espero de los jóvenes es que no caminen solos
en la vida. Es el primer paso, espero muchas cosas más. Que se animen a
caminar con el amor y la ternura de los demás. Que encuentren a alguien –
vos cantabas a la Virgen que te llevara en los brazos, que te hiciera
de la mano caminar- que los acompañe en la vida a caminar. En la vida es
muy difícil, muy difícil caminar solo, uno se pierde, uno se confunde,
uno puede encontrar un camino equivocado o puede estar errando como en
un laberinto, o lo peor, puede detenerse porque se cansa de caminar en
la vida. Siempre caminar de la mano de alguien que te quiere, de alguien
que te da ternura -y vos le decías eso a Nuestra Señora-. Caminar de la
mano con Jesús, caminar de la mano con la Virgen, eso da seguridad. Es
lo primero que espero de los jóvenes: que se dejen acompañar pero con
buenas compañías, es decir, que caminen bien acompañados. En mi patria
hay un refrán que dice: “Mejor solo que mal acompañado”. Eso es verdad,
pero caminen acompañados. Cada joven tiene que buscar en la vida alguien
que lo ayude en el camino, puede ser su papá, su mamá, un pariente, un
amigo, un abuelo, una abuela –los abuelos aconsejan tan bien-, un
profesor, alguien que te ayude a confrontar las cosas de la vida.
Caminar acompañado, primero. Segundo: de los jóvenes espero que caminen
con valentía. A vos recién te costó dar el primer paso en ese camino que
yo te pedí, que cantarás una canción. Estabas emocionada, no sabías
cómo hacerlo, pero fuiste valiente y diste el primer paso, y cantaste
muy bien. Seguí cantando, cantás muy bien. O sea, la valentía de dar el
primer paso, la valentía de ir adelante. ¿Ustedes saben lo triste que es
ver un joven que no es valiente? Es un joven triste, un joven con la
cara de duelo, un joven sin alegría. La valentía te da alegría y la
alegría te da esperanza que es un regalo de Dios, obviamente. Es verdad
que en el camino de la vida hay dificultades, muchas. ¡No le tengan
miedo a las dificultades! Sean prudentes, sean cuidadosos pero no les
tengan miedo. Ustedes tienen la fuerza para vencerlas. No se asusten, no
se detengan. No hay peor cosa que un joven jubilado antes de tiempo. Yo
no sé a qué edad se jubila la gente en los Estados Unidos, pero
¿ustedes se imaginan un joven de 25 años jubilado? Terrible. Siempre
adelante, con valentía y con esperanza. Y Dios, si se lo piden, les dará
esa esperanza. Esa es mi respuesta Valery. Y gracias por la canción.
Testimonio de Alexandra Vázquez (No hubo pregunta pero el Papa hizo un comentario).
R. Muchas gracias, Alexandra. Go on along the path. God bless you.
Conexión
con Los Ángeles . Las personas reunidas vienen de distintos refugios
que amparan a personas pobres y sin techo de Los Angeles.
Testimonio de Marcos de 19 años, un sin hogar que sueña con ser músico.
Pregunta:
Yo sé por qué usted es tan importante para mí, pero ¿por qué este viaje a Estados Unidos es tan importante para usted?.
Papa FRANCISCO: Para mí es muy importante para encontrarlos a ustedes, a los ciudadanos
de Estados Unidos que tienen su historia, su cultura, sus virtudes, sus
alegrías, sus tristezas, sus problemas como toda la gente. Yo estoy al
servicio de todas las Iglesias y de todos los hombres y mujeres de buena
voluntad. Para mí algo muy importante que es la cercanía. Para mí es
difícil no estar cercano a la gente. En vez, cuando me acerco a la
gente, como voy a hacer con ustedes, me resulta más fácil comprenderlos y
ayudarlos en el camino de la vida. Por eso es tan importante este
viaje, para hacerme cercano al camino y a la historia de ustedes.
Testimonio
de Alisa de 11 años y su mamá Rosemary, madre soltera. Han vivido en un
refugio para las personas sin hogar. Ahora les han concedido una casa.
(No hubo pregunta pero el Papa hizo un comentario)
Papa FRANCISCO: Gracias, Rosemary por tu testimonio. Quiero decirte una cosa.. Sé que no
es fácil ser una madre soltera, sé que la gente a veces las puede mirar
mal, pero te digo una cosa, sos una mujer valiente porque fuiste capaz
de traer éstas dos hijas al mundo. Vos podrías haberlas matado en tu
vientre, y respetaste la vida, respetaste la vida que tenías dentro
tuyo, y eso Dios te lo va a premiar, y te lo premia. No tengas
vergüenza, andá con la frente alta: “Yo no maté a mis hijas, las traje
al mundo”. Te felicito, te felicito, y que Dios te bendiga.
Conexión con Tejas en la Iglesia Sagrado Corazón en McAllen (frontera con México)
Testimonio
de Ricardo, inmigrante en Tejas, desde los 4 años. Después de un
accidente del padre, durante un tiempo, tuvo que encargarse - a los 16
años- de su familia de seis personas. Pero luego el padre lo ayudó a
pagarse sus estudios.
Pregunta:
Con todos los problemas que
hay en el mundo: la pobreza, nuestro sistema de educación, la
inmigración.. ¿Qué piensa usted cuál es la solución a estos problemas?
Papa FRANCISCO: Evidentemente que escuchando tu historia te puedo decir que la vida te
hizo padre antes de tiempo porque tuviste que mantener desde muy chico
tu familia durante la enfermedad de tu padre. Pero lo supiste hacer
porque tuviste un padre con el coraje de iniciarte en ese camino del
trabajo y de la lucha, y el coraje después de hacerte estudiar a costa
de sacrificios. En esta vida hay muchas injusticias, y como creyente,
como cristiano, el primero que las sufrió, (¿), que las condensó en sí
mismas, fue Jesús. Jesús nació en la calle, nació como un homeless, no
tenía su madre dónde parirlo. Siempre mirar la figura de Jesús. Vos me
preguntás sobre el cómo. Mirando la figura de Jesús damos un paso más.
Dios a veces nos habla con palabras, como en la Biblia, nos dice Su
Palabra. Dios a veces nos habla con gestos a través de la historia, con
las situaciones. Y Dios, a veces, muchas veces, nos habla con su
silencio. Cuando yo veo -lo que vos me preguntás- la cantidad de gente
que pasa hambre, que no tiene para crecer, que no tiene para salud, que
muere niño, que no tiene para la educación, la cantidad de gente que no
tiene casa, la cantidad de gente que hoy día, lo estamos viendo, migran
de su país buscando futuro mejor, y mueren, tantos mueren durante el
camino, yo miro a Jesús en la Cruz y descubro el silencio de Dios. El
primer silencio de Dios está en la Cruz de Jesús. La injusticia más
grande de la historia y Dios callaba. Dicho esto, voy a ser concreto en
la respuesta a otros niveles, pero no te olvides de que Dios nos habla
con palabras, con gestos y con silencios. Y lo que vos me preguntás
solamente se comprende en el silencio de Dios, y le silencio de Dios
solamente lo entendemos mirando la Cruz.
¿Qué hacer? El mundo
tiene que tomar más conciencia que la explotación de uno con otro no es
un camino. Todos estamos creados para la amistad social. Todos tenemos
responsabilidad sobre todos. Ninguno puede decir: “mi responsabilidad
llega hasta aquí”. Todos somos responsables de todos, y ayudarnos de la
manera que cada uno puede. Amistad social, para eso nos creó Dios. Pero
hay una palabra muy fea que también aparece en la primera página de la
Biblia. Dios le dice al demonio, al padre de la mentira, a la serpiente:
“Pondré enemistad entre ti y la mujer”. Y la palabra enemistad fue
creciendo a lo largo de la historia, y poquito después de eso, la
primera enemistad entre hermanos: Caín mata a Abel. La primera
injusticia. De ahí en más, las guerras, las destrucciones. De ahí en
más, el odio. Hablando en términos futbolísticos yo te diría que el
partido se juega entre amistad social y enemistad social. Y la opción la
tiene que hacer cada uno en el corazón y nosotros ayudar a hacer esa
opción en el corazón. La huída a través de las adicciones o de la
violencia no ayuda, solamente la cercanía y dar de mí lo que yo pueda -
como vos diste todo lo que podías cuando de chico mantuviste a tu
familia-. No te olvides de eso, amistad social contra la propuesta del
mundo que es enemistad social: “Arregláte vos y que el otro se arregle
solo”. Ese no es el plan de Dios. Eso es lo que se me ocurre decirte, y
además expresarte mi admiración, la vida te hizo padre muy joven. Que
ahora cuando seas padre de verdad y tengas tus propios hijos los
continúes educando en el camino que aprendiste de tu padre. Gracias.
Testimonio
de Vilma una inmigrante ilegal de El Salvador que lleva un grillete
electrónico.
Quería mejorar la vida de su hijo Ernesto que nació con una
enfermedad congénita en sus ojos que no lo deja ver. Ella pide una
bendición al Santo Padre y él la imparte. Luego el Santo Padre pregunta
por una religiosa que ha visto en la pantalla y le dirige algunas
palabras. Se trata de la hermana Norma
Papa FRANCISCO: Hermana, yo
quiero agradecer en su persona a todas las religiosas de los Estados
Unidos. El trabajo que las religiosas han hecho y hacen en los Estados
Unidos es grandioso. Las felicito. Sean valientes. Vayan adelante, en
primera línea siempre. Y les digo una cosa más – ¿queda feo que lo diga
un Papa?. no sé- ¡las quiero mucho!
Testimonio de Wendy de 11
años que acaba de llegar con su mamá desde El Salvador por la violencia
de las pandillas. La niña cuenta llorando los dramáticos días del viaje.
Le muestra un dibujo del Papa. El Papa agradece. Al finalizar la
videoconferencia regalan al Santo Padre un crucifijo hecho por los
estudiantes de Chicago.
Pregunta:
Santo Padre tiene un mensaje final
Papa FRANCISCO: Que estoy muy esperanzado en poder encontrarlos. Que rezo por ustedes,
por todo el pueblo americano y le pido por favor que recen por mi.
Gracias.
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A LOS PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL DEL INSTITUTO PADRE DE SCHOENSTATT
Palacio Apostólico Vaticano
Sala del Consistorio
Jueves 3 de septiembre de 2015
Jueves 3 de septiembre de 2015
Estoy contento de estar con ustedes en este encuentro. Y agradezco a Juan Pablo estas palabras, así como el testimonio de afecto en nombre de los miembros del Movimiento. Todavía yo también tengo vivo el encuentro del año pasado.
El V Capítulo General que acaban de celebrar tiene lugar en el 50 aniversario de la fundación del Instituto por parte del P. José Kentenich. Y tras estos años de recorrido les preocupa mantener vivo el carisma fundacional y la capacidad de saber transmitirlo a los más jóvenes. A mí también me preocupa, que lo mantengan el carisma y lo transmitan, de tal manera que siga inspirando y sosteniendo sus vidas y su misión. Ustedes saben que un carisma no es una pieza de museo, que permanece intacta en una vitrina, para ser contemplada y nada más. La fidelidad, el mantener puro el carisma, no significa de ningún modo encerrarlo en una botella sellada, como si fuera agua destilada, para que no se contamine con el exterior. No, el carisma no se conserva teniéndolo guardado; hay que abrirlo y dejar que salga, para que entre en contacto con la realidad, con las personas, con sus inquietudes y sus problemas. Y así, en este encuentro fecundo con la realidad, el carisma crece, se renueva y también la realidad se transforma, se transfigura por la fuerza espiritual que ese carisma lleva consigo.
El P. Kentenich lo expresaba muy bien cuando decía que había que estar «con el oído en el corazón de Dios y la mano en el pulso del tiempo». Aquí están los dos pilares de una auténtica vida espiritual.
Por una parte, el contacto con Dios. Él tiene la primacía, nos ha amado primero; antes de que a nosotros se nos ocurra algo, Él ya nos ha precedido con su amor inmenso. Y San Pablo nos advierte que no nos atribuyamos cosa alguna, como si fuera nuestra, sino que la capacidad nos viene de Dios (cf. 2 Co 3,4-6). Hoy, en el Oficio divino, la lectura de san Gregorio Magno nos hablaba del sacerdote que está puesto como atalaya en medio del pueblo, para ver desde lejos lo que se acerca (cf. Homilía sobre Ezequiel, Lib.1,11,4). Así es el sacerdote. Me refiero al sacerdote despierto, porque el dormido, por más arriba que esté, no ve nada. Así es el sacerdote. Como el resto de sus hermanos, también él está en la llanura de su debilidad, de sus pocas fuerzas. Pero el Señor lo llama para que se eleve, para que suba al atalaya de la oración, a la altura de Dios; lo llama a entrar en diálogo con él: diálogo de amor, de padre a hijo, de hermano a hermano, diálogo en el que se siente el latir del corazón de Dios y se aprende a ver más lejos, más en profundidad. Y siempre me impresionó la figura de Moisés, que estaba en medio del pueblo, en medio de los líos, de las peleas con el faraón, problemas por resolver graves. Como cuando estaba a la orilla del mar y vio venir el ejército del faraón: “¿qué hago ahora?”. Un hombre a quien Dios llamaba a ser atalaya. Lo llevó arriba y hablaba cara a cara. ¡Qué tipazo!, hubiéramos dicho nosotros. Y qué dice la Biblia: era el hombre más humilde que había sobre la tierra. No hubo hombre tan humilde como Moisés. Cuando nos dejamos elevar al atalaya de la oración, a la intimidad con Dios para servir a los hermanos, el signo es la humildad. No sé, mídanse con eso. En cambio, cuando son medio “gallitos”, medio suficientes, es porque estamos a mitad de camino o creemos que nosotros nos valemos.
El Señor nos espera en la oración –por favor, no la dejen-, en la contemplación de su Palabra, en el rezo de la Liturgia de las Horas. No es buen camino descuidar la oración o, peor aún, abandonarla con la excusa de un ministerio absorbente, porque «si el Señor no edifica la casa, en vano se cansan los albañiles» (Sal 127,1). Sería un grave error pensar que el carisma se mantiene vivo concentrándose en las estructuras externas, en los esquemas, en los métodos, en la forma. Dios nos libre del espíritu del funcionalismo! La vitalidad del carisma radica en el «primer amor» (cf. Ap 2,4). Del segundo capítulo de Jeremías: “Yo me acuerdo de los años de tu juventud, cuando me seguías contenta por el desierto”. El primer amor, volver al primer amor. Ese primer amor renovado día a día, en la disposición a escuchar y responder con generosidad enamorada. En la contemplación, al abrimos a la novedad del Espíritu, a las sorpresas, como vos dijiste, dejamos que el Señor nos sorprenda y abra caminos de gracia en nuestra vida. Y se opera en nosotros ese sano y necesario descentramiento, en el que nosotros nos apartamos para que Cristo ocupe el centro de nuestra vida. Por favor, sean descentrados. Nunca en el centro.
El segundo pilar está constituido por la expresión: «tomar el pulso del tiempo», de la realidad, de las personas. No hay que tenerle miedo a la realidad. Y la realidad hay que tomarla como viene, como el arquero cuando patean la pelota y de allí, de allí, de donde viene, trata de atajarla. Allí nos espera el Señor, allí se nos comunica y se nos revela. El diálogo con Dios en la oración nos lleva también a escuchar su voz en las personas y en las situaciones que nos rodean. No son dos oídos distintos, uno para Dios y otro para la realidad. Cuando nos encontramos con nuestros hermanos, especialmente con aquellos que a los ojos nuestros o del mundo son menos agradables, ¿qué vemos? ¿Nos damos cuenta de que Dios los ama, de que tienen la misma carne que Cristo asumió o me quedo indiferente ante sus problemas? ¿Qué me pide el Señor en esa situación? Tomar el pulso a la realidad requiere la contemplación, el trato familiar con Dios, la oración constante y tantas veces aburrida, pero que desemboca en el servicio. En la oración aprendemos a no pasar de largo ante Cristo que sufre en sus hermanos. En la oración, aprendemos a servir.
¡El servicio, esa nota dominante en la vida de un sacerdote! No en vano el nuestro es un sacerdocio ministerial, al servicio del sacerdocio bautismal. Ustedes son, prácticamente, la última realidad del Movimiento fundada por el Padre Kentenich; y esto encierra una gran lección, es algo hermoso. Este ser los «últimos» refleja de modo claro el puesto que ocupan los sacerdotes en relación a sus hermanos: El sacerdote no está más arriba, ni por delante de los demás, sino que camina con ellos, amándolos con el mismo amor de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos (cf. Mt 20,28). Creo que aquí está en esencia lo que el fundador de ustedes quiso para los sacerdotes: servir desinteresadamente a la Iglesia, a todas las comunidades, el Movimiento, para mantener su unidad y su misión. El sacerdote, por una parte, ha de subir al atalaya de la contemplación para entrar en el corazón de Dios y, por otra parte, ha de abajarse –progresar es abajarse en la vida cristiana-, ha de abajarse en el servicio, y lavar, curar y vendar las heridas de sus hermanos. Tantas heridas morales y espirituales, que los tienen postrados fuera del camino de la vida. Pidamos al Señor que nos dé unas espaldas como las suyas, fuertes para cargar en ellas a los que no tienen esperanza, a los que parecen estar perdidos, a aquellos que nadie dedica ni siquiera una mirada… y, por favor, que nos libre del «escalafonismo» en nuestra vida sacerdotal.
Ciertamente es una tarea exigente, que se hace llevadera y hasta hermosa con la fraternidad sacerdotal. Por favor, solos nunca. El ministerio presbiteral no se puede concebir de una manera individual o, peor aún, individualista. La fraternidad es gran escuela de discipulado. Supone mucha entrega de sí a Dios y a los hermanos, nos ayuda a crecer en la caridad y en la unidad, y hace que nuestro testimonio de vida sea más fecundo. No somos nosotros los que elegimos a nuestros hermanos, pero sí somos nosotros quienes podemos hacer la opción consciente y fecunda de amarlos así como son, con defectos y virtudes, con límites y potencialidades. Por favor, que en sus comunidades nunca haya indiferencia. Compórtense como hombres; si surgen discusiones o diferencias de pareceres, no se preocupen, mejor el calor de la discusión que la frialdad de la indiferencia, verdadero sepulcro de la caridad fraterna. Al final, con el amor, la comprensión, el diálogo, el afecto sincero, la oración y la penitencia, todo se supera, y la fraternidad cobra nueva fuerza, nuevo empuje, llenando de gozo su sacerdocio. Aprendan a aguantarse, a pelearse y a perdonarse. Sobre todo, aprendan a quererse.
Contemplación, servicio, fraternidad. Quería compartir con ustedes estas tres aptitudes que pueden ser de ayuda en la vida sacerdotal.
Al final de nuestro encuentro, permítanme que les encomiende humildemente tres cosas. En primer lugar, acompañar y cuidar a las familias, necesitan ser acompañadas, para que vivan santamente su alianza de amor y de vida, especialmente a aquellas que atraviesan por momentos de crisis o dificultad. En segundo lugar, y pensando en el próximo jubileo de la misericordia, que dediquen mucho tiempo al sacramento de la reconciliación. Sean grandes perdonadores, por favor. A mí me hace bien recordar a un fraile de Buenos Aires, que es un gran perdonador. Tiene casi mi edad y, a veces le agarran escrúpulos, de haber perdonado demasiado. Y un día le pregunté: “¿Y vos qué hacés cuando te agarran los escrúpulos?” – “Voy a la capilla, miro el sagrario, y le digo: Señor, perdoname, hoy perdoné demasiado, pero que quede claro que el mal ejemplo me lo diste vos”. Que en sus comunidades sean testigos de la misericordia y la ternura de Dios. Y en tercer lugar, les pido que recen por mí, porque lo necesito. Los encomiendo con afecto al cuidado de nuestra Madre Tres Veces Admirable. Y que Dios los bendiga. Gracias.
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