miércoles, 1 de junio de 2016

Audiencia General de FRANCISCO: ¿Cómo rezamos? e invita a rezar al Sagrado Corazón de Jesús en el mes de junio

CIUDAD DEL VATICANO, 1° de junio de 2016 (VIS).-  La parábola del fariseo y el publicano, con la que Jesús nos enseña cómo se debe rezar para invocar la misericordia del Padre, ha sido el hilo conductor de la catequesis del Papa FRANCISCO durante la Audiencia General de los miércoles  celebrada a las 10.00 horas en la Plaza de San Pedro a la que han asistido más de 15,000 personas.

Los protagonista de la parábola suben al templo para rezar, pero actúan de maneras muy diferentes, obteniendo resultados opuestos. El fariseo reza "de pie" y usa muchas palabras. Aunque la suya parezca una oración de agradecimiento a Dios es en realidad un despliegue de sus propios méritos, con un sentido de superioridad sobre los demás a quienes tilda de ladrones, injustos, adúlteros, y señala entre ellos al publicano que está a su lado. “Precisamente aquí está el problema -explicó FRANCISCO- el fariseo reza a Dios, pero en realidad se mira y se reza a sí mismo. En lugar de ponerse ante el Señor se pone ante un espejo. Aunque se encuentra en el templo, no siente la necesidad de inclinarse ante la grandeza de Dio: está de pie, se siente seguro, como si fuera el dueño del templo. Enumera sus buenas obras: es irreprochable, incluso observa la Ley más de lo debido, desayuna "dos veces por semana" y paga el "décimo" de todo lo que tiene.. En resumen, más que rezar el fariseo se complace en su observancia de los preceptos. Sin embargo, su actitud y sus palabras están lejos de la forma de actuar y de hablar de Dios, que ama a todas las personas y no desprecia a los pecadores. El fariseo, en cambio, desprecia a los pecadores, también cuando señala a “ese otro” que está alli. y, sintiéndose justo, deja de lado el mandamiento más importante: el amor a Dios y el amor al prójimo”.

Por lo tanto, “no es suficiente, preguntarnos cuánto rezamos, también hay que preguntarse cómo rezamos, o más bien, como es nuestro corazón: es importante examinarlo para evaluar los pensamientos, los sentimientos, y erradicar la arrogancia y la hipocresía. Y me pregunto ¿se puede rezar con arrogancia? No ¿Se puede rezar con hipocresía?No Tenemos que rezar poniéndonos ante Dios tal y como somos. No como el fariseo que rezaba con arrogancia y con hipocresía. Todos estamos atrapados en el frenesí del ritmo diario y a menudo a merced de las sensaciones, aturdidos y confusos. Hace falta aprender a encontrar el camino hacia nuestro corazón, recuperar el valor de la intimidad y del silencio, porque allí es donde Dios se encuentra con nosotros y nos habla. Sólo a partir de ahí podemos, a nuestra vez, conocer a los demás y hablar con ellos. El fariseo se ha encaminado hacia el templo, está seguro de sí, pero no se da cuenta de que ha perdido el camino hacia su corazón”.

En cambio, el publicano se presenta en el templo con un corazón humilde y contrito, no se atreve ni siquiera a levantar los ojos y se golpea el pecho. Su oración es brevísima, no tan larga como la del fariseo. "Oh Dios, ten piedad de mí que soy un pecador." Nada más. Efectivamente los recaudadores de impuestos -llamados publicanos – eran considerados como personas impuras, sumisas a los gobernantes extranjeros, mal vistas por el pueblo y por lo general asociados con los pecadores. La parábola enseña que se es justo o pecador, no por la pertenencia social, sino por la forma de relacionarse con Dios y con los hermanos. Sus gestos de penitencia y sus palabras sencillas atestiguan que es consciente de su miserable condición. Su oración es esencial. Es humilde y está seguro solamente de ser un pecador necesitado de piedad. Si el fariseo no pedÍa nada porque ya lo tenía todo, el publicano sólo puede pedir misericordia de Dios.

“Presentándose con las "manos vacías", con el corazón desnudo y reconociéndose pecador -señaló FRANCISCO- el publicano nos enseña la condición necesaria para recibir el perdón del Señor. Al final, él, tan despreciado, se convierte en un icono del verdadero creyente”.

Jesús concluye la parábola con una frase: "Os digo que éste - es decir, el publicano – a diferencia del otro volvió a su casa justificado, porque cualquiera que se enaltece será humillado, pero el que se humilla será ensalzado”.

“¿De estos dos, quien es el corrupto? El fariseo -subrayó el Santo Padre-, el fariseo es el icono de la corrupción porque finge rezar cuando lo que hace es pavonearse. También en la vida el que se cree justo y juzga a los demás es un corrupto y un hipócrita. La soberbia pone en entredicho cualquier buena acción, vacía la oración, aleja de Dios y de los demás. Si Dios prefiere la humildad no es por menoscabarnos: la humildad es, más bien, la condición necesaria para que nos levante, para poder experimentar la misericordia que viene a llenar nuestros vacíos. Si la oración de los soberbios no llega al corazón de Dios, la humildad del miserable la abre de par en par. Dios tiene una debilidad por los humildes y ante un corazón humilde abre el suyo completamente”.

Esa humildad es la misma que la Virgen María expresa en el canto del Magnificat: "Ha visto la humillación de su esclava...de generación en generación su misericordia para los que le temen”, dijo al final de la catequesis el Papa, pidiendo la ayuda de María para rezar con un corazón humilde e invitando a los fieles presentes en la Plaza a repetir tres veces la breve plegaria del publicano: "Oh Dios, ten piedad de mí que soy un pecador".

Después de la catequesis el Pontífice saludó a los fieles de diversas nacionalidades presentes en la Plaza de San Pedro, entre ellos a los peregrinos de Bayonne (Francia) a quien acompañaba su Obispo Mons. Aillet, a los fieles maronitas procedentes de Estados Unidos y a los sacerdotes de la diócesis alemana de Würzburg.

También se dirigió a los peregrinos polacos, en particular a los jóvenes que en estas fechas se reúnen, como cada año, en Lednica. “Queridos amigos -dijo- juntos queréis proclamar, cantar y bailar vuestro “Amén”. Es la confirmación de vuestra entrega personal a Cristo que vuestros antepasados acogieron junto al Bautismo hace 1.050 años. Siguiendo el ejemplo de María, cuya vida estuvo completamente permeada de la gloria de Dios en el Espíritu Santo, repetís diariamente vuestro “Amén, así sea”. El recuerdo del padre Jan, iniciador de vuestro encuentro, que ya está junto al Señor, os inspire en el camino de la fe. Os bendigo junto a vuestros pastores”.
 
En italiano saludó a los participantes en el curso promovido por la Congregación para las Causas de los Santos, exhortándolos a trabajar para que las causas de beatificación y canonización impulsen en las diócesis y en los institutos religiosos “el entusiasmo de la fe y un nuevo empeño para la misión y la santificación propias”.

Por último recordó que el viernes se celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, enriquecida este año por el Jubileo de los sacerdotes e invitó a todos a rezar durante todo el mes de junio al Corazón de Jesús y a sostener con la cercanía y el afecto a los sacerdotes para que sean siempre “imagen de ese Corazón lleno de amor misericordioso”.

Esta fue su catequesis en español:

"Queridos hermanos y hermanas:


En la parábola del fariseo y el publicano, que suben al templo para orar, Jesús nos enseña la actitud correcta para invocar la misericordia del Padre.
 
El fariseo hace una oración de agradecimiento en la que se complace de sí mismo por el cumplimiento de la ley, se siente irreprensible y desprecia a los demás. Su soberbia compromete toda obra buena, vacía la oración, y lo aleja de Dios y del prójimo.


Nosotros hoy, más que preguntarnos cuánto rezamos, podemos preguntarnos cómo lo hacemos, o mejor cómo es nuestro corazón para valorar los pensamientos y sentimientos, y eliminar toda arrogancia.


El publicano ora con humildad, arrepentido de sus pecados, mendiga la misericordia de Dios. Nos recuerda la condición necesaria para recibir el perdón del Señor y se convierte en imagen del verdadero creyente.


La oración del soberbio no alcanza el corazón de Dios, la oración humilde obtiene su misericordia.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que la Virgen María, nuestra Madre, que proclama en el Magnificat la misericordia del Señor, nos ayude a orar siempre con un corazón semejante al suyo. Gracias". 

La Audiencia General concluyó con el canto del Pater Noster y la Bendición Apostólica impartida por el Papa FRANCISCO.