CIUDAD DEL VATICANO, 9 de junio de 2016 (VIS).- Los médicos, con su cercanía y su dedicación a las personas enfermas
pueden convertirse en verdadera personificación de la misericordia, ha
dicho el Santo Padre FRANCISCO recibiendo esta mañana en la Sala Clementina a los
directivos de los Colegios de Médicos de España y Latinoamérica. “La
identidad y el compromiso del médico- ha añadido- no sólo se apoya en su
ciencia y competencia técnica, sino principalmente en su actitud
compasiva y misericordiosa hacia los que sufren en el cuerpo y en el
espíritu. La compasión es de alguna manera el alma misma de la medicina.
La compasión no es lástima, es padecer-con”.
“En nuestra cultura tecnológica e individualista, la compasión no
siempre es bien vista; en ocasiones, hasta se la desprecia porque
significa someter a la persona que la recibe a una humillación -señaló a
continuación el Papa- E incluso no faltan quienes se escudan en una
supuesta compasión para justificar y aprobar la muerte de un enfermo. Y no es así. La
verdadera compasión no margina a nadie, ni la humilla, ni la excluye,
ni mucho menos considera como algo bueno su desaparición. Ustedes saben
bien que eso significaría el triunfo del egoísmo, de esa «cultura del
descarte» que rechaza y desprecia a las personas que no cumplen con
determinados cánones de salud, de belleza o de utilidad. A mí me gusta
bendecir las manos de los médicos como signo de reconocimiento a esa
compasión que se hace caricia de salud”.
Después, subrayando que la salud es uno de los dones más preciados y
deseados por todos y que en la tradición bíblica siempre se ha puesto de
manifiesto la cercanía entre la salvación y la salud, así como sus
mutuas y numerosas implicaciones recordó que los padres de la Iglesia
solían denominar a Cristo y a su obra de salvación con el título de
“Christus medicus”. “Él es el Buen Pastor que cuida a la oveja herida y
conforta a la enferma -dijo- Él es el Buen Samaritano que no pasa de
largo ante la persona malherida al borde del camino, sino que, movido
por la compasión, la cura y la atiende. La tradición médica cristiana
siempre se ha inspirado en la parábola del Buen Samaritano. Es un
identificarse con el amor del Hijo de Dios, que «pasó haciendo el bien y
curando a todos los oprimidos» .
“La compasión, este padecer-con, es la respuesta adecuada al valor
inmenso de la persona enferma, una respuesta hecha de respeto,
comprensión y ternura, porque el valor sagrado de la vida del enfermo no
desaparece ni se oscurece nunca, sino que brilla con más resplandor
precisamente en su sufrimiento y en su desvalimiento” reiteró el
Pontífice citando la recomendación de San Camilo de Lellis para tratar a
los enfermos: «Pongan más corazón en esas manos». “La fragilidad, el
dolor y la enfermedad son una dura prueba para todos, también para el
personal médico, son un llamado a la paciencia, al padecer-con; por ello
no se puede ceder a la tentación funcionalista de aplicar soluciones
rápidas y drásticas, movidos por una falsa compasión o por meros
criterios de eficiencia y ahorro económico. Está en juego la dignidad de
la vida humana; está en juego la dignidad de la vocación médica”. Y si
bien en el ejercicio de la medicina, técnicamente hablando, es necesaria
la asepsia, en el meollo de la vocación médica la asepsia va contra la
compasión, la asepsia es un medio técnico necesario en el ejercicio pero
no debe afectar nunca lo esencial de ese corazón compasivo. Nunca debe
afectar el “pongan más corazón en esas manos”.
El Papa se despidió de los médicos asegurándoles, además de sus
oraciones su aprecio por “el esfuerzo que realizan para dignificar cada
día más su profesión y para acompañar, cuidar y valorizar el inmenso don
que significan las personas que sufren a causa de la enfermedad”.