Recife, BRASIL (Agencia Fides, 12/9/2017) – “El 4° Congreso Misionero Nacional ha sido un
encuentro de hermanas y hermanos que han compartido su fe, sus luchas,
sus angustias, sus sueños, sus esperanzas. Durante este tiempo hemos
sentido actuar en nosotros al Espíritu Santo, protagonista de la misión,
fortaleciendo nuestra convicción de que ser misioneros es una gracia y
una responsabilidad”. Así se lee en el mensaje final del 4° Congreso
Misionero Nacional de Brasil, que ha terminado este domingo 10 de
septiembre en Recife, con más de 700 participantes de todas las zonas de
Brasil, reunidos desde el 7 de septiembre. El evento ha sido organizado
por las OMP de Brasil, por la Comisión Episcopal para la Animación
Misionera y por la Archidiócesis de Olinda-Recife sobre el tema “La
Alegría del Evangelio, por una Iglesia en salida”.
“El ejemplo de los mártires y profetas como Dom Helder Câmara nos ha
ayudado a observar Brasil, inmerso en una profunda crisis que afecta a
muchos hermanos y hermanas empobrecidos, excluidos y descartados”, está
escrito en el mensaje, que denuncia el refuerzo de políticas
neo-liberales que restringen los derechos y deterioran la situación de
los trabajadores, de los pueblos indígenas, de los pescadores y de los
que viven en otros suburbios geográficos y existenciales. Las reformas
laborales, de seguridad, de la política y educativas, como la
reanudación de las privatizaciones, muestran que el gobierno y el
Congreso Nacional han dado la espalda al pueblo. También se señala la
corrupción y la falta de ética, de la clase política y de otros sectores
de la sociedad, que han llevado al desencanto y a la desesperación de
los brasileños. “Nos indigna la devastación de la Amazonia, la
degradación de la naturaleza y la violencia que tronca la vida de las
liders
hip”,
continúa el texto, que reafirma: “Esta realidad, lejos de desalentarnos,
nos impone una acción misionera vigorosa, transformadora, portadora de
libertad”.
A la luz de la Palabra de Dios, de los documentos de la Iglesia, de las
palabras y de los gestos del Papa Francisco, “auténtico profeta
misionero que nos anima en el camino”, se nos provoca a salir de
nosotros mismos, a dejar nuestra tierra, a quitarnos las sandalias para
'recorrer' la tierra sagrada del otro, como invitados, aquí y más allá
de las fronteras”. “En la misión, nos anima el testimonio y la profecía
de tantas mujeres y hombres que han encontrado su alegría en el
Evangelio y lo han compartido con los predilectos de Dios donando de
forma radical sus vidas”.
También se reitera que el misionero no lleva su propio mensaje, sino el
del amor de Dios, y es auténtico “si camina con otros misioneros,
superando la tentación del monopolio de las Buena Nueva, reconociendo la
riqueza de la unidad en la diversidad y superando los estrechos límites
de la Iglesia particular para lanzarse al mundo”.
La última parte presenta algunos compromisos, el primero de todos es el
de que “los niños, adolescentes y jóvenes sean los protagonistas de la
misión, dondequiera que estén”. Luego continúa “reafirmamos la vocación
de laicos y laicas como sujetos en misión. Confirmamos el testimonio de
consagrados y consagradas, seminaristas, sacerdotes y obispos ordenados,
que asumen cada vez más la misión como respuesta al llamamiento de
Dios, guiados por la Santísima Trinidad, vivamos nuestra vocación en el
sinodalidad y en la comunión, comprometidos como Iglesia saliente que
promueve el encuentro y proclama la alegría del Evangelio a todos”.
El misionero no puede ignorar la actitud de la escucha. La indispensable
formación misionera nutre la espiritualidad, crea la cultura de la
misión y ayuda a que todos los bautizados asuman su vocación misionera.
Así que donde quiera que nos encontremos, podremos repetir lo que está
grabado en nuestros corazones: “Todo con la misión, nada sin la misión”.