Kolowaré, TOGO (Agencia Fides, 14/09/2017) – “La historia de la aldea de Kolowaré, a 18 km
de Sokodé y 16 km de Tchamba, comenzó en 1935 con la creación de una
leprosería. Kolowaré se encuentra en la prefectura de Tchaoudjo. Su
posición estratégica es muy importante para el pueblo, especialmente
para el comercio”. Así lo cuenta a la Agencia Fides, el padre Silvano
Galli, misionero en Togo de la SMA (Sociedad Misionera Africana). “En
1944 - continúa el misionero - por petición del gobierno y de las
autoridades sanitarias del sector, las Hermanas de Nuestra Señora de los
Apóstoles comenzaron a visitar a los leprosos y a tratar a los
enfermos. En 1950, el gobierno les confió la dirección de la leprosería y
en 1952 se establecieron en Kolowaré.
Al principio Kolowaré se consideraba “un pueblo para la segregación de
los leprosos”. Poco a poco los enfermos hicieron venir a sus familias y
el pueblo aumentó. De hecho, hoy Kolowaré ya no es un pueblo leproso,
sino un pueblo donde viven los leprosos. Frente a los resultados muy
alentadores contra la enfermedad, y especialmente después de la apertura
del dispensario y del ambulatorio, ahora los enfermos llegan
espontáneamente de todo el país para ser curados. Cada día las
religiosas ayudan a docenas de enfermos, no sólo leprosos, y les
proporcionan medicamentos apropiados. Los enfermos más graves, como los
pacientes con SIDA, son ingresados”, añade el padre Silvano.
Según las estadísticas del distrito sanitario, Kolowaré tiene 3.543
habitantes. En el pueblo hay una escuela primaria abierta por las
religiosas en 1955, una escuela pública y un CEG (Collège d'Enseignement
Général). El total los estudiantes son 800. El misionero también
destaca otro fenómeno relacionado con la explotación de los jóvenes:
“desafortunadamente, de marzo a noviembre, la población disminuye
considerablemente porque en muchas familias, dos o tres jóvenes, chicos y
chicas, dejan Kolowaré para ir a trabajar a Nigeria. Los estudiantes
suelen abandonar la escuela para dedicarse al trabajo manual en los
hogares o en los campos. Estos chicos son explotados por una
organización que tiene ramificaciones también dentro de la aldea.
Los 'propietarios' con camiones recogen a los niños por la noche y los
llevan a Nigeria, pasando ante la policía y la aduana sin
perturbaciones, donde son explotados por los “Señores de la Trata”. Los
hacen trabajar en campos o plantaciones, desnutridos y a menudo
drogados. Las chicas son usadas para la prostitución, algunas más
afortunadas se dedican a labores como domesticas en casa en familias
ricas. Por lo general, nadie recibe directamente un salario que se paga a
los intermediarios que se enriquecen. Al final del período, por lo
general de nueve meses, los chicos reciben una bicicleta o una radio,
las chicas algo de ropa, luego les dejan volver solos a casa. Vuelven
con sus bicicletas, a menudo enfermos, algunos mueren por el camino, y
casi todos 'fuman'. Comienzan con drogas ligeras para pasar a otras”.
Las religiosas también se ocupan de ellos, tratando de ayudarles con el
difícil camino de recuperación.