''Tras
estos años de recorrido -dijo el Santo Padre a los sacerdotes- les preocupa
mantener vivo el carisma fundacional y la capacidad de saber
transmitirlo a los más jóvenes... de tal manera que siga inspirando y
sosteniendo sus vidas y su misión. Ustedes saben que un carisma no es
una pieza de museo, que permanece intacta en una vitrina, para ser
contemplada y nada más. La fidelidad, el mantener puro el carisma, no
significa de ningún modo encerrarlo en una botella sellada, como si
fuera agua destilada, para que no se contamine con el exterior... El P.
Kentenich lo expresaba muy bien cuando decía que había que estar ''con
el oído en el corazón de Dios y la mano en el pulso del tiempo''... Aquí
están los dos pilares de una auténtica vida espiritual''.
''Por
una parte, el contacto con Dios -prosiguió FRANCISCO- No es buen
camino descuidar la oración o, peor aún, abandonarla con la excusa de un
ministerio absorbente... Sería un grave error pensar que el carisma se
mantiene vivo concentrándose en las estructuras externas... o la forma.
Dios nos libre del espíritu de funcionalismo. La vitalidad del carisma
radica en ''el primer amor'' renovado día a día, en la disposición a
escuchar y responder con generosidad enamorada...Se opera en nosotros
ese sano y necesario descentramiento, en el que nosotros nos apartamos
para que Cristo ocupe el centro de nuestra vida''.
El
segundo pilar está constituido por la expresión ''tomar el pulso del
tiempo'', es decir, de la realidad, de las personas. ''No hay que
tenerle miedo a la realidad -recalcó el Papa- ... El diálogo con Dios
en la oración nos lleva también a escuchar su voz en las personas y en
las situaciones que nos rodean. No son dos oídos distintos...Cuando nos
encontramos con nuestros hermanos, especialmente con aquellos que a los
ojos nuestros o del mundo son menos agradables, ¿qué vemos? ¿Nos damos
cuenta de que Dios los ama, de que tienen la misma carne que Cristo
asumió o me quedo indiferente ante sus problemas?... En la oración
aprendemos a no pasar de largo ante Cristo que sufre en sus hermanos.
Aprendemos a servir''.
''Ustedes
son, prácticamente, la última realidad del Movimiento fundada por el
Padre Kentenich; y esto encierra una gran lección, es algo hermoso
-observó el Pontífice- Este ser los ''últimos'' refleja de modo claro el
puesto que ocupan los sacerdotes en relación a sus hermanos: El
sacerdote no está más arriba, ni por delante de los demás, sino que
camina con ellos, amándolos con el mismo amor de Cristo, que no vino a
ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos...
Pidamos al Señor que nos dé unas espaldas como las suyas, fuertes para
cargar en ellas a los que no tienen esperanza, a los que parecen estar
perdidos, a aquellos que nadie dedica ni siquiera una mirada… y, por
favor, que nos libre del ''escalafonismo''en nuestra vida sacerdotal''.
Por
último, el Santo Padre habló de la fraternidad sacerdotal. ''Por favor,
solos nunca -advirtió- El ministerio presbiteral no se puede concebir
de una manera individual o, peor aún, individualista. La fraternidad es
gran escuela de discipulado... No somos nosotros los que elegimos a
nuestros hermanos, pero sí somos nosotros quienes podemos hacer la
opción consciente y fecunda de amarlos así como son, con defectos y
virtudes...Por favor, que en sus comunidades nunca haya indiferencia.
Compórtense como hombres; si surgen discusiones o diferencias de
pareceres, no se preocupen, mejor el calor de la discusión que la
frialdad de la indiferencia, verdadero sepulcro de la caridad
fraterna''.
Al
final del encuentro el Papa encomendó tres cosas a los sacerdotes de
Schönstatt. ''En primer lugar acompañar y cuidar a las familias... para
que vivan santamente su alianza de amor y de vida, especialmente a
aquellas que atraviesan por momentos de crisis o dificultad. En segundo
lugar, y pensando en el próximo jubileo de la misericordia, que dediquen
mucho tiempo al sacramento de la reconciliación. Sean grandes
perdonadores...Que en sus comunidades sean testigos de la misericordia y
la ternura de Dios. Y en tercer lugar, les pido que recen por mí,
porque lo necesito'', concluyó.