El Cardenal Vegliò explicó que por una parte la Jornada se inserta
naturalmente en el contexto del Año de la Misericordia, punto de
referencia para toda la Iglesia en los próximos meses, y por otra, la
dimensión adquirida por el fenómeno de las migraciones y sus muchas
tragedias exige, en todas sus formas, una respuesta.
Por
eso se espera que este año la Jornada se celebre en toda la Iglesia,
sea en ámbito nacional que diocesano, como Jornada Jubilar de los
Emigrantes y Refugiados, y se convierta así en una oportunidad real para
que toda la comunidad cristiana reflexione, rece y actúe. ''La
migración -señaló- afecta especialmente a nuestras iglesias locales, ya
que son los puntos más cercanos a los migrantes y refugiados. Allí nos
encontramos con ellos cara a cara y nuestro encuentro puede asumir una
dimensión concreta''.
''No
podemos permanecer indiferentes o en silencio frente a tantas
tragedias. No se puede por menos que expresar el dolor más profundo ante
tantos sufrimientos; son hombres y mujeres - a menudo pobres,
hambrientos, perseguidos, heridos espiritual o físicamente, explotados o
víctimas de la guerra - que buscan una vida mejor... Este es el
fundamento del tema elegido por el Santo Padre para la próxima
Jornada'', añadió el purpurado, esbozando a continuación las cuestiones
que, en el documento del Papa, interpelan a los individuos y a la
comunidad.
En
primer lugar, se habla de una crisis humanitaria en el contexto de la
migración que afecta no sólo a Europa, sino a todo el mundo. Este hecho,
como escribe el Santo Padre, ''requiere una profundización para
entender mejor las causas que desencadenan las migraciones junto con las
consecuencias que de ellas se derivan, no solo en los lugares de
llegada, sino también en un panorama global, para abordar el fenómeno
con justicia y salvaguardando la dignidad humana''.
En
segundo lugar, el Mensaje evidencia la cuestión de la identidad, ''La
llegada de los inmigrantes a un nuevo contexto social requiere un
proceso de adaptación mutua a una nueva situación -observó el cardenal-
Su inclusión en la nueva sociedad les exige también un esfuerzo interior
que requiere una serie de cambios en los elementos de su identidad para
adaptarse al nuevo contexto social y cultural''. Asimismo, la llegada
del emigrante interpela seriamente a las sociedades de acogida para que
''el proceso de inserción e integración respete los valores que hacen al
hombre más hombre en relación con Dios, con los demás y con la
creación, pero permita al mismo tiempo que el migrante sea capaz de
contribuir al crecimiento de la sociedad que lo recibe. El Santo Padre
nos invita a encontrar un delicado equilibrio entre los dos extremos,
evitando la creación de un gueto cultural, por un lado, y cualquier
atisbo de nacionalismo extremo y xenofobia por otro''.
El
Mensaje evidencia igualmente el tema de la acogida, subrayando que ''la
Iglesia tiene una "palabra" profética a la hora de sensibilizar a la
acogida, que resuena con fuerza en las distintas acciones y obras de las
que se hacen cargo concretamente las comunidades cristianas''.
Frente
a estas cuestiones y preguntas, el Papa afirma que ''la respuesta del
Evangelio es la misericordia". La misericordia lleva a la solidaridad
con el prójimo; la misericordia lleva a cultivar la cultura del
encuentro…, interpela a todos para que cada uno esté dispuesto no solo a
dar, sino también a recibir de los demás y tiende a construir comunión y
unidad''.
''La
complejidad de la migración hace que sea difícil separar sus diferentes
aspectos, políticos, legislativos, humanitarios o de seguridad -destacó
el prelado- La perspectiva de la cultura del encuentro implica la
mirada a la persona del migrante en su conjunto, con todos sus aspectos
.... Así, su presencia no se convierte en una mera yuxtaposición de
diferentes culturas en un mismo territorio, sino en un encuentro de
pueblos, donde el anuncio del Evangelio "inspira y alienta itinerarios
que renuevan y transforman toda la humanidad".
El
tercer argumento del Mensaje Papal es ''la defensa del derecho de toda
persona a vivir con dignidad, permaneciendo en su propia patria ... Toda
persona tiene derecho a emigrar - un derecho grabado entre los derechos
fundamentales de los seres humanos-. Pero además, y antes que éste, hay
que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a poder permanecer en
la propia tierra. En primer lugar -observa FRANCISCO, esto implica la
necesidad de ayudar a los países de los que parten los migrantes y los
refugiados... Las respuestas no se limitan solo a la guerra contra los
traficantes o a la restricción de las normas de inmigración, sino que
hay que tener en cuenta que quienes disfrutan de la prosperidad deberían
poner a disposición de los pobres y necesitados (entendidos tanto
individualmente que como naciones) los medios para satisfacer sus
necesidades y emprender el camino del desarrollo a través de una
distribución equitativa de los recursos del planeta''.
Por
último, el Pontífice, recuerda la responsabilidad de los medios de
comunicación y la importancia de que contribuyan a desenmascarar ''los
falsos prejuicios sobre la migración, mostrándola de la manera más
auténtica posible''.