Bangui, REPÚBLICA CENTROAFRICANA (Agencia Fides, 20/11/2017) - “La guerra parecía haber terminado, pero
lamentablemente no ha sido así, o al menos no en todas partes”, escribe a
la Agencia Fides el p. Federico Trinchero, carmelita descalzo del
monasterio Nuestra Señora del Carmelo en Bangui, capital de la República
Centroafricana. “La situación relativamente tranquila en Bangui, -
donde no ha habido episodios recientes de violencia, - podría hacer caer en engaño”, señala el misionero. “En el
interior del país, la situación bastante diferente. Desde mayo, algunos
grupos de rebeldes, - no siempre identificables según su origen y
objetivos-, han causado cientos de muertes, hogares quemados y miles de
refugiados en varias ciudades y pueblos. Este tipo de situaciones se
lleva produciendo desde hace mucho tiempo. Existe el riesgo de
acostumbrarse a la guerra, como si fuese algo inevitable”.
“Dos datos inequívocos expresan, más que cualquier otro análisis, la
dramática situación en la que se encuentra el país”, dice el p.
Federico. “El 80% del territorio todavía está ocupado, o en cualquier
caso controlado por grupos rebeldes que dictan sus leyes en lugar del
estado, que no consigue - y lamentablemente parece renunciar-, a hacer
sentir su presencia”. “La ausencia del estado en áreas alejadas del
capital fue una de las razones que desencadenó la guerra en 2013”,
recuerda el misionero. “Descuidar este aspecto podría ser una mala
estrategia. La elección de un nuevo presidente, la presencia masiva de
la ONU, el interés y la copiosa asistencia por parte de la comunidad
internacional parecían una buena oportunidad para pasar página, tomar
por fin el tren de desarrollo y demostrar que somos un estado de verdad.
Pero, al menos por ahora, no ha sido así. Los resultados han
decepcionado las expectativas. No hemos podido avanzar. De hecho, puede
ser
que hayamos retrocedido” afirma el p. Federico.
“El segundo dato se refiere a la pobreza. Según el último informe de la
ONU la República Centroafricana está en el 188° lugar de 188 países en
el Índice de Desarrollo Humano”. “Somo s el último país, el más pobre
del mundo” remarca el p. Federico. “Centroáfrica se encontraba ya antes
en el fondo de la lista. Peor estos últimos años de guerra han consumido
los pocos recursos que tenía. Y aunque las estadísticas y las listas
son siempre bastante antipáticas – y solo gustan cuando hablan de los
primeros puestos –, este dato sigue siendo un indicador más que
elocuente de la situación real del País”.
“Ante este panorama tan desolador, no faltan las razones para ser
pesimista, desalentarse y rendirse”, dice el misionero. Pero desde tan
bajo lo único que puede hacerse es remontar. Y no tiene sentido seguir
acusando a un enemigo, indefinido, o esperar a que alguien, casi por
arte de magia, cambie la situación porque existan las condiciones para
empezar a hacer algo”. “Tal vez es hora de comenzar a hacer algo para
que la situación cambie. Y la magia, o más bien, el milagro, sería que
este 'hacer algo' fuese realizado por los mismos centroafricanos, en un
grande, colectivo y esperado impulso de amor por la propia patria”
concluye el p. Federico.