''Los
Padres Sinodales, provenientes de todas las partes del mundo y reunidos
en torno al Sucesor de Pedro -dijo- reflexionarán durante tres semanas
sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la
sociedad, de cara a un atento discernimiento espiritual y pastoral.
Tendremos la mirada fija en Jesús para individuar, sobre la base de su
enseñanza de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para la
tarea de la Iglesia con las familias y para las familias, para que el
proyecto originario del Creador sobre el hombre y la mujer se cumpla y
obre con toda su belleza y su fuerza en el mundo de hoy''.
En
este sentido citó la lectura del Libro del Génesis sobre la
complementariedad y reciprocidad entre el hombre y la mujer que
uniéndose se transforman en una sola carne, ''es decir, una sola vida,
una sola existencia'' y así ''transmiten la vida a los nuevos seres
humanos: se transforman en padres. Participan de la potencia creadora de
Dios mismo''. ''Pero ¡atención! -advirtió- Dios es amor y se participa
en su obra cuando se ama con El y como Él.....Y este es el amor que
reciben los esposos en el sacramento del matrimonio. Es el amor que
alimenta su relación, a través de alegrías y dolores, momentos serenos y
difíciles. Es el amor que suscita el deseo de generar hijos, de
esperarlos, acogerlos, criarlos, educarlos . Es el mismo amor que, en el
Evangelio de hoy, Jesús manifiesta a los niños: “Dejad que los niños se
acerquen a mí y no se lo impidáis''.
''Hoy
pedimos al Señor que todos los padres y educadores del mundo, y también
toda la sociedad -exclamó el Santo Padre- se hagan instrumentos de la acogida y el
amor con el cual Jesús abraza a los más pequeños. Él mira en sus
corazones con la ternura y la atención de un padre y al mismo tiempo, de
una madre. Pienso en tantos niños hambrientos, abandonados, explotados,
obligados a la guerra, rechazados. Son dolorosas las imágenes de niños
infelices, con la mirada perdida, que escapan de la pobreza y los
conflictos, y llaman a nuestras puertas y a nuestros corazones
implorando ayuda. Que el Señor nos ayude a no ser una
sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaz de acoger, con
reglas adecuadas, pero acoger, acoger siempre, con amor''.
El
Papa finalizó pidiendo la inspiración del Espíritu Santo para los
Padres Sinodales y la intercesión de la Virgen María y uniéndose a
cuantos hoy en el santuario italiano de Pompeya rezaban la tradicional
''Súplica a la Virgen del Rosario''.
Después
del Ángelus, FRANCISCO recordó que ayer en Santander (España) fueron
proclamados beatos Pio Heredia y diecisiete compañeros y compañeras de
la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia y de San Bernardo,
asesinados por su fe durante la guerra civil española y la persecución
religiosa de los años treinta del siglo pasado. "Alabemos al Señor por
sus valientes testimonios, y por su intercesión -dijo- supliquémosle que
libere al mundo del flagelo de la guerra''.
También
rezó por las víctimas del corrimiento de tierras que arrasó una aldea
entera en Guatemala así como por las del aluvión en la Costa Azul
(Francia) y pidió actos de solidaridad concreta para todos ellos. Antes
de despedirse saludó con afecto particular a los peregrinos italianos en
la festividad de su patrón, San Francisco de Asís.