CIUDAD DEL VATICANO (Agencia Fides, 17/07/2020) - Níger se extiende en gran parte en
el desierto del Sahara y, a pesar de la falta de lluvia, el sector
agrario es la fuente casi exclusiva de sustento para sus habitantes, que
habitualmente viven en una situación de pobreza. El país, con una
mayoría musulmana, se enfrenta hoy a tres crisis: la de seguridad,
vinculada a la acción de grupos terroristas, que lleva activa algunos
años; la alimenticia y la sanitaria, debido a la pandemia de Covid-19.
La Iglesia, que hasta el año 2000 tenía solo una diócesis, siempre ha
luchado por mejorar las condiciones de vida de las personas, organizando
escuelas en los lugares más remotos y abandonados por el estado,
centros profesionales para jóvenes, proyectos sociales y de desarrollo
destinados a la población rural, que representa el 80% de la población
total.
Las medidas de aislamiento adoptadas por el gobierno para combatir la
pandemia han tenido un impacto negativo en la vida de las personas y las
familias, que generalmente sobreviven gracias a los pequeños trabajos
diarios realizados como jornaleros. El apoyo estatal es insuficiente
para hacer frente a la grave situación que se ha creado.
Con la ayuda enviada por el Fondo de Emergencia establecido por el Papa
Francisco en las Obras Misionales Pontificias (OMP) para apoyar a las
Iglesias de los países de misión ante la emergencia Covid-19, la diócesis de Maradi, que cubre 2/3 del territorio de
Níger, continuará ayudando a las familias pobres de las diferentes
parroquias entregando bienes de primera necesidad.
Además, en la arquidiócesis de Niamey, será posible apoyar el Foyer de
acogida de San Vicente, administrado por las hermanas de Getsemaní, que
acoge a niños de 4 a 12 años, huérfanos o de familias pobres. Con el
aislamiento, de hecho, los recursos económicos para su gestión,
provenientes principalmente del extranjero, se han vuelto escasos y la
estructura está atravesando grandes dificultades para continuar su
trabajo de asistencia a los niños.
La pandemia de coronavirus ha afectado también a Gambia, con las
consiguientes medidas restrictivas de prevención que han tenido efectos
negativos, además de para la vida social y económica del país, también
sobre el ministerio de sacerdotes, religiosos y catequistas de la
diócesis de Banjul. Con la suspensión de las misas con la participación
de los fieles y de todas las demás actividades pastorales y escolares se
han suspendido también las ofrendas y otras formas de apoyo a los
agentes pastorales. El problema más urgente para la diócesis, que ha
pedido la ayuda del Fondo de las OMP, es conseguir asegurar el
mantenimiento de sus estructuras, que están al servicio de la población,
y de las personas que se dedican generosamente a la evangelización en
las parroquias y en las escuelas.
Desde África, también han llegado otras peticiones de ayuda para hacer
frente a las consecuencias de la pandemia. En Zambia, la diócesis de
Chipata, con 36 parroquias y 506.983 fieles católicos, cubre un
territorio muy amplio en la parte oriental del país, donde la población
vive de la agricultura de subsistencia y se encuentra en una situación
de emergencia. La diócesis necesita apoyo para los 190 catequistas,
fundamentales en la evangelización y en la formación cristiana de
pequeños y grandes, y para mantener en funcionamiento la curia
diocesana.
La arquidiócesis de Kasama, que se extiende en una zona rural del norte
del país, es también una de las zonas más pobres de Zambia. Después de
la clausura de las iglesias, a falta de las limitadas ofertas de los
fieles, los sacerdotes que se dedican con empeño a la evangelización y a
la pastoral se encuentran en graves dificultades incluso para pagar las
facturas de los consumos ordinarios, además de su mínimo sustento.
Desde hace algún tiempo se ha puesto en marcha un proyecto de
solidaridad entre parroquias, pero la actual situación de aislamiento
hace que dicho programa sea inadecuado para cubrir las actuales
necesidades extraordinarias.