Johannesburgo, SUDÁFRICA (Agencia Fides, 28/07/2020) - Sudáfrica ha entrado en la “fase 3” de
la pandemia de coronavirus, pero el contagio, en vez de detenerse, se
está difundiendo. Los casos son 395.000 (la mitad de todas las
infecciones en África) y las muertes registradas son 6.000. En la
actualidad, se concentran en algunas zonas. El mayor número de contagios
en la provincia del Cabo Occidental y en la región de Johannesburgo.
Los viajeros que se desplazan para trabajar en el Este del país han
llevado el virus a las zonas menos afectadas: “Hay gente que trabaja
entre Ciudad del Cabo y Gauteng - explica el Departamento de Sanidad del
Cabo Orienal - se desplaza entre estas zonas del país extendiendo la
infección”. El temor es que la epidemia afecte también a otras regiones
hoy menos afectadas.
Para hacer frente a la emergencia, las autoridades han impuesto
estrictas normas de seguridad: mantener las distancias, llevar
mascarillas, desinfectarse las manos, etc. Pero las tiendas, los
talleres, las oficinas y las escuelas están abiertas. Los restaurantes
pueden trabajar, pero manteniendo a distancia a los clientes o vendiendo
comida para llevar. Los bares están abiertos a horas reducidas. La
electricidad y la conexión a Internet siempre han estado garantizados a
toda la nación.
“El drama - observa Pablo Velasquez, misionero scalabriniano en
Johannesburgo - es que en los últimos días la gente ha bajado la
guardia. Mucha gente anda por ahí por negocios o por diversión porque
sienten que el virus no es peligroso. Esto puede agravar la situación y
hacer que nos hundamos en un bloqueo aún más rígido de lo que hemos
vivido en los últimos meses”.
Se presta especial atención a las grandes chabolas. Existe el temor de
que los cierres excesivos lleven a revueltas de gente que busca
alimentarse. “En las ciudades no se ven policías o soldados - continúa
el padre Pablo - pero alrededor de los barrios pobres los controles son
puntuales. Llevo a cabo una parte de mi servicio pastoral precisamente
en un barrio marginal. Así que he podido entrar. He visto a mucha gente
sin protección. El riesgo de que se propague el virus también es alto
debido a las malas condiciones higiénicas en estas bidonville”.
Las funciones religiosas todavía están repartidas entre mil
precauciones. “Hemos decidido reanudar la celebración de las misas -
observa el padre Pablo - pero con sólo 50 fieles que deben reservar
previamente su participación y deben respetar las estrictas normas
impuestas por la autoridad. Hemos dicho a nuestros fieles que si se
registrase uno o más casos entre quienes asisten a la misa, cerraremos
la iglesia”.
Además de la asistencia espiritual, los Scalabrinianos también ofrecen
ayuda económica. Durante semanas, todos los días, la comunidad de
Johannesburgo ha estado alimentando a la pobre gente de las township que
no podía ir a trabajar. Asistieron a miles de personas que, por la
mañana temprano, se ponían disciplinadamente en fila para recibir ayuda.
“Estamos al límite - subraya el padre Pablo - hemos tenido que reducir
los días de distribución de alimentos y seleccionar a las personas más
necesitadas. No teníamos fondos para alimentar a todos”.
El Covid-19 no es sólo una emergencia sanitaria, sino también una grave
emergencia económica. Además de la comida, la gente también busca ayuda
económica. “El desempleo - concluye el misionero - se extiende. La gente
no tiene dinero para seguir adelante. Cada vez más personas vienen a
pedirnos ayuda económica para pagar el alquiler. Para obtener cualquier
ocupación, la gente está dispuesta a pagar sobornos a los mediadores. La
corrupción aumenta. Estas son también consecuencias de la pandemia”.