Loikaw, MYANMAR (Agencia Fides, 23/07/2020) – “La Iglesia católica ha tenido y sigue teniendo
un papel importante en el proceso de paz en Myanmar. Y podemos decir
con satisfacción que en el Estado Kayah el alto el fuego se mantiene
desde hace años y sin ningún episodio de violencia en los más de cinco
años de mi servicio como obispo de la diócesis. Quisiera recordar a mi
predecesor, el obispo Sotero Phamo, hombre que tuvo un papel fundamental
en el proceso de pacificación y que fue el primer prelado Kayan de la
diócesis”. Así lo declara a la Agencia Fides Mons. Stephen Tjephe,
obispo de la diócesis de Loikaw, capital del Estado Kayah, uno de los
lugares de Myanmar donde la presencia católica es una realidad muy
significativa, hasta el punto de que el Estado es definido con
frecuencia como el “bastión del catolicismo”, con cerca del 30% de
católicos entre la población, mientras que la media nacional de Myanmar
es aproximadamente del 1%. “El motivo es simple: en esta región del país
las palabras de un sacerdote suelen ser escuchadas porque entre los
hombres en armas hay muchos católicos que tienen confianza en la
Iglesia”. Los hombres que poseen las armas han adherido a la llamada de
no usarlas, subraya el Prelado.
“Por lo demás - añade el prelado - tenemos relaciones también con el
ejército birmano y en el llamamiento a la tregua, lanzado por el
arzobispo Bo, todos hemos firmado esta petición de paz, dirigiéndonos a
todos los birmanos, sin excluir a nadie”. Mons. Tjephe, consagrado
obispo en 2009, es un hombre abierto y amable. Viene de una familia
kayan y conoce muy bien la región: “En nuestro estado, en cada pueblo
hay una capilla y muchos sacerdotes birmanos se han formado aquí, en
nuestros centros religiosos”. Una cosa que sorprende al llegar al Kayah,
es el número de iglesias que hay. Majestuosas, como la nueva catedral
de Loikaw, o pequeñas y diseminadas a lo largo de las calles o en los
pueblos. Se alternan con las pagodas, añade el obispo, “hay también
mezquitas además de los lugares de culto protestantes. La gente convive
en paz y tolerancia. Y nuestras relaciones son excelentes con todos,
budistas, protestantes, musulmanes”.
La presencia católica en esta región comenzó a finales de 1800 con la
llegada de los primeros misioneros del Instituto de Misiones Extranjeras
(Pime), hasta que el padre Antoniuo Cazzuloni se estableció en 1893 en
Solyaku a 30 kilómetros de Loikaw. Hoy, los más de 90.000 católicos de
Kayah - casi un tercio de los 355.000 habitantes del Estado - pueden
contar con 41 parroquias en casi 300 pueblos, un centenar de sacerdotes,
más de 230 religiosas y más de 220 catequistas. Pero la consistente
presencia católica no es la única particularidad del Kayah que es el
único Estado de Myanmar que no tiene un solo caso de Covid-19. “También
es verdad - continúa el Obispo - que aquí no se hacen muchas pruebas,
pero las medidas de precaución han sido observadas con atención y rigor.
La catedral, como las otras iglesias y otros lugares de cada culto,
está cerrada al público y mantenemos la Misa en directo a través de
Facebook. Podemos dar a los fieles la santa Eucaristía - añade - es
posible pero sólo a grupos de 4 personas”. Los tampones para el
Covid-19, explica el prelado, se administran a quienes regresan del
extranjero: de Tailandia, de China, de Malasia. “Incluso entre ellos no
se han registrado casos - añade - y de todos modos existen centros de
cuarentena. Durante más de dos meses la capital Loikaw ha estado en
régimen de bloqueo. Incluso en los pueblos las reglas se respetan,
aunque quizás con menos cuidado. En cuanto a nosotros, los católicos,
nos dimos que hacer, aportando nuestra contribución - dice mostrando el
almacén - distribuyendo máscaras y desinfectantes pero también dando
información donde sea necesario”.
El Kayah sigue siendo una realidad sorprendente también desde el punto
de vista étnico, con una mezcla de lenguas, dialectos y tradiciones en
una región donde el 75% de los habitantes pertenece a minorías étnicas.
“En muchos casos sobreviven creencias animistas que forman parte de una
tradición secular”, explica Mons. Tjephe, mostrando una sala en su
residencia episcopal destinada a museo, llena de artefactos: grandes y
pequeños gongs de bronce, tejidos, complejos trabajos de bambú trenzado,
instrumentos musicales e incluso arcos y flechas y un uniforme, bien
conservado, de época colonial. En la habitación de al lado está el
refectorio.
En las paredes están los retratos de los misioneros, padres
de la fe, en una especie de larga galería de imágenes de familia. Los
primeros todos italianos y, entre ellos, también quién pagó su misión
con el martirio como el padre Mario Vergara, Pime, asesinado con el
catequista local Isidoro en Shadaw en 1950; los dos fueron beatificados
el 24 de mayo de 2014. Pero desde hace algunos años, los nombres de los
sacerdotes y de los obispos en los cuadros de las paredes son todos
birmanos, signo del crecimiento y del desarrollo de la Iglesia local,
que ha hecho tesoro de la herencia de los misioneros.