Bamenda, CAMERÚN (Agencia Fides, 25/07/2020) - En Camerún la guerra civil continúa, de hecho,
está empeorando. En las últimas semanas, el enfrentamiento entre los
rebeldes de habla inglesa y las fuerzas policiales enviadas para sofocar
la revuelta ha causado decenas de víctimas. Ni el peligro del
coronavirus ni la apertura de las conversaciones, actualmente muy
confidenciales, han detenido los enfrentamientos. “Hemos oído que se han
iniciado conversaciones de paz, explica un religioso que trabaja en la
región de Bamenda, pero aquí las autoridades niegan y continúan diciendo
que no hay nada concreto. Esto nos confunde”.
La crisis tiene sus raíces en la declaración de independencia de Camerún
(1960). Desde entonces, las fricciones entre la minoría de habla
inglesa y la mayoría de habla francesa han aumentado, culminando en 2017
con la declaración de independencia de los irredentistas y el
nacimiento de la República de Ambazonia (de Ambas Bay, la bahía del río
Mungo que en la época colonial marcaba la frontera entre la República de
Camerún y el Camerún sur-occidental inglés). A partir de ese momento,
la confrontación, que hasta entonces se había limitado al debate
político, dio lugar a graves enfrentamientos entre separatistas y el
ejército regular. En los últimos tres años, el contexto se ha
exacerbado. Según las Naciones Unidas, el conflicto ha causado la muerte
de más de 3.000 personas y obligado a medio millón de habitantes a huir
a las regiones francófonas de Camerún o a la vecina Nigeria.
Los testimonios de los misioneros en el lugar, que piden permanecer en
el anonimato para no poner en peligro sus vidas, son cada vez más
dramáticos. “La situación - continúa el religioso -, no está mejorando
en absoluto. La lucha aumenta todos los días. Los militares han
establecido puestos armados en lugares estratégicos. Los rebeldes los
atacan periódicamente y se producen intensos y sangrientos combates”.
En los últimos días, los religiosos han escuchado fuertes disparos. “Nos
han dicho que algunas personas han sido asesinadas - continúa nuestra
fuente -. Se ha impuesto un toque de queda estricto desde el lunes y no
es posible salir de casa”.
En las últimas semanas, muchas casas han sido destruidas, explican los
misioneros, y los habitantes encuentran refugio en el bosque o en casas
parroquiales o comunidades religiosas. Se trata de personas pobres que
ya no tienen un techo bajo el cual refugiarse ni lo mínimo para
sobrevivir. La temporada de lluvias complica su situación.
“En esta parte del país - continúan los misioneros - la gente vive de la
agricultura cultivando pequeñas parcelas de tierra. Ahora no tienen
nada. El maíz que plantaron en los últimos meses estaba creciendo bien,
gracias a las lluvias. Recientemente, el ejército ordenó la destrucción
de todas las plantas porque los rebeldes podían esconderse en los
campos. Así, la producción ha sido cancelada en gran parte. En los
próximos meses, sin la posibilidad de recolectar los productos de la
tierra, los civiles sufrirán hambre. La situación es muy difícil”.
Los más pequeños también está sufriendo y pasando grandes dificultades.
Por el momento no se habla de reabrir escuelas. “Sería demasiado
complejo - observa el misionero -. El drama es que estos niños y niñas,
además de sufrir la guerra, también sufrirán en el futuro las lagunas de
formación causadas por la incapacidad de asistir a las clases de forma
regular. Será una verdadera tragedia para estas provincias”.
En este trágico contexto, el coronavirus también se ha extendido. Según
las estadísticas oficiales, los casos superan los 16 mil y los
fallecidos 370. “Tememos que las autoridades subestimen la epidemia”,
concluye el misionero. “Probablemente hay muchos más casos. Por nuestra
parte, hacemos todo lo posible para reducir el riesgo al continuar
proporcionando máscaras faciales y distribuyendo desinfectantes a la
población. ¿Será suficiente para contener el virus”.