Ashgabat, TURKMENISTÁN (Agencia Fides, 08/11/2017) - “Anunciamos a Jesucristo con nuestra cercanía
y con nuestro ministerio, especialmente el de la predicación. La gente
acoge el Evangelio con pasión y el mensaje de que Dios es amor. Todavía
no hay otras congregaciones religiosas, ni siquiera sacerdotes: por el
momento somos sólo nosotros tres sacerdotes y misioneros, como única
presencia de la Iglesia Católica en Turkmenistán. Pero en este país,
donde el 82% de la superficie está ocupada por el desierto de Karakum,
hemos aprendido que incluso una sola gota de agua es como una pepita de
oro”. Así lo dice a la Agencia Fides el p. Andrzej Madej, sacerdote
polaco de los Oblatos de la Inmaculada y Superior de la “missio sui
iuris” de Turkmenistán, donde vive con sus dos hermanos de comunidad, el
p. Rafal Chilimoniuk y el p. Pawl Szlacheta.
Ahora, explica el p. Andrzej, “la comunidad católica de Turkmenistán se
reúne en la Capilla de la Transfiguración del Señor, en la capital
Ashgabat, y cuenta con unos doscientos fieles”. La oración, la
Eucaristía, la caridad son los tres pilares sobre los que se basa la
misión: “Todos los días dedicamos algunas horas a la oración, a la
celebración de la Eucaristía y a visitar familias no solo de fe
católica. Cáritas también se está organizando lentamente como una señal
de una Iglesia que atestigua el amor de Dios y la acogida. Anunciar a
Cristo en Turkmenistán significa dejar abierta la puerta de nuestro
hogar no solo para cuestiones de fe, sino también para muchas relaciones
humanas que estamos estableciendo”.
En la antigua república soviética de Asia Central, la Iglesia Católica
fue reconstruida en 1997, cuando Juan Pablo II instituyó la Missio sui
iuris. Inicialmente, la misa se celebraba en el territorio diplomático
de la Nunciatura Apostólica de Ashgabat y las reuniones eran en casas
particulares. En 2010, el gobierno turcomano reconoció oficialmente la
presencia, hasta ahora solo admitida en forma de representación
diplomática del Vaticano - pero esta medida solo ha conducido de forma
parcial a los resultados esperados-. “Hasta ahora, no hemos construido
nada porque no tenemos autorización. Sin embargo, poco a poco, se van
abriendo caminos: nos gustaría construir una pequeña iglesia y la sede
de la Nunciatura apostólica. Continuamos rezando y esperamos obtener los
permisos necesarios”, explica el sacerdote.
Turkmenistán tiene más de 5 millones de habitantes, el 90% musulmanes.
La pequeña comunidad católica, según el p. Madej, está compuesta
principalmente por personas de origen alemán y polaco, y se relacionan
diariamente con cristianos de otras confesiones y con familias
musulmanas: “Reciben con agrado nuestra visita. A menudo nos reunimos
con miembros de la Iglesia Evangélica para momentos de oración y
alabanza. También participamos con agrado en las fiestas islámicas a las
que suelen invitarnos”, enfatiza el misionero. La voluntad, concluye,
“es construir relaciones fértiles y pacíficas con todos, para eliminar
el prejuicio de que los cristianos y los occidentales solo están
interesados en la guerra o en imponer su civilización”.