CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 19 de octubre de 2016).-  Como había anunciado la semana anterior, el Papa FRANCISCO ha abierto
 un nuevo ciclo de catequesis dedicado a las obras de misericordia 
corporales y espirituales. Esta mañana en la Audiencia General celebrada a las 10.00 horas
 en la Plaza de San Pedro ha hablado de las dos primeras: “Dar de comer 
al hambriento y dar de beber al sediento”.
“Una de las consecuencias del llamado bienestar es la que lleva a las
 personas a encerrarse en sí mismos, haciéndolas insensibles a las 
necesidades de los demás –señaló– Se hace de todo para que crean en 
modelos de vida efímera que desaparecen pocos años después como si 
nuestras vidas fueran una moda de quita y pon. Y no es así. La realidad,
 que debe aceptarse y afrontarse tal y como es, nos llama a menudo a 
hacer frente a situaciones de urgencia. Por eso,  entre las obras de 
misericordia, se nos recuerdan el  hambre y la sed: dar de comer al 
hambriento – y hay tantos hoy – y de beber al sediento. Cuántas 
veces los medios de comunicación nos hablan de poblaciones que sufren 
 por la escasez de alimentos y agua, con graves consecuencias sobre todo
 para los niños”.
 
 
Después recordó que ante  algunas noticias y sobre todo ante algunas 
imágenes, la opinión pública se siente llamada en causa y se organizan 
de vez en vez campañas de solidaridad  para aliviar el sufrimiento de 
tantas personas. “Esta forma de caridad –afirmó– es importante, pero tal
 vez no nos implica directamente. Sin embargo,  cuando yendo por la 
calle, nos cruzamos con un necesitado  o cuando un  pobre llama  a la 
puerta de nuestra casa,  las cosas son diferentes , porque ya no estoy 
delante de una imagen, sino   involucrado personalmente. Ya no hay 
ninguna distancia entre yo y él o ella, y me siento interpelado. La 
pobreza, en abstracto, no nos interpela, nos hace pensar, nos da pena; 
pero cuando vemos la pobreza en la carne de un hombre, de una mujer, de 
un niño, entonces nos interpela. Y de ahí, la costumbre de huir de los 
necesitados, de no acercarnos a ellos, de enmascarar su realidad…No hay 
distancia entre el pobre y yo cuando me cruzo con él.  En estos 
casos, ¿cuál es mi reacción?  ¿miro a otra parte y sigo adelante?, ¿me 
detengo a hablar y me intereso de cómo está? Y si lo hago no faltará el 
que dice: “Este está loco, habla con un pobre”. ¿Miro si puede 
acoger de alguna forma a esa persona  o trato de desembarazarme de ella 
lo antes posible? Pero tal vez esa persona solamente pida  lo que 
necesita: algo de comer y de beber. Pensemos por un momento: ¿cuántas 
veces rezamos el "Padre Nuestro", y sin embargo, no prestamos atención 
 a esas palabras: "Danos hoy nuestro pan de cada día”?.
 
 
“En la Biblia –explicó el Pontífice–  un salmo dice que Dios es el que 
"da pan a toda carne". La experiencia del hambre es muy dura. Lo saben 
los que han vivido en tiempos de guerra o de carestía. Sin embargo, esta
 experiencia se repite todos los días y convive con la abundancia y el 
despilfarro. Son siempre actuales las  palabras del apóstol Santiago: 
"¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: “Tengo fe “ si no tiene
 obras? ¿Acaso podrá  salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están
 desnudos  y carecen  del sustento diario, y alguno de vosotros les 
dice: "Idos en paz, calentaos y hartaos", pero no les dais  lo necesario
 para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene  obras, 
está  realmente muerta” porque es incapaz de obrar, de caridad, de amar. Siempre
 hay alguien que tiene hambre y sed  y me necesita. No puedo delegar en 
nadie más. Este pobre me necesita a mí,  mi ayuda, mi palabra, mi 
compromiso. Todos estamos involucrados en esto”.
 
 
También es “la enseñanza de  la página del Evangelio donde Jesús, 
viendo  a tantas personas que lo seguían desde hacía horas, preguntó a 
sus discípulos: "¿Dónde compraremos pan para que coman éstos?" Y los 
discípulos responden: "Es imposible, es mejor que les digas que se 
vayan...". Pero Jesús les dice: "No, dadles vosotros mismos de comer " y
 hace que le den  unos pocos panes y peces que tenían allí, los bendice,
 los parte y pide que distribuyan entre todos. Es una lección muy 
importante para nosotros. Nos dice que lo poco que tenemos, si lo 
confiamos a las manos de Jesús, y lo compartimos con la fe, se convierte
 en una riqueza sobreabundante”.
 
 
Por último el Santo Padre citó las palabras de Benedicto XVI,  en la Encíclica Caritas in veritate, cuando dice: "Dar de comer a los hambrientos es
 un imperativo ético para la Iglesia universal [...] El derecho a la 
alimentación y al agua tiene un papel importante para conseguir otros 
derechos. [...] Por tanto, es necesario que madure una conciencia 
solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como 
derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni 
discriminaciones”.No  olvidemos  las palabras de Jesús: "Yo soy el pan 
de vida" y "El que tiene sed, venga a mí". Para todos nosotros, los 
creyentes, son  una provocación para  reconocer que, a través de dar de
 comer al hambriento y dar de beber al sediento –concluyó FRANCISCO– 
pasa nuestra relación con Dios, un Dios que  ha revelado en Jesús su rostro misericordioso”.
La Audiencia General concluyó con el canto del Pater Noster y la Bendición Apostólica impartida por el Santo Padre. 
 
