Foya, LIBERIA (Agencia Fides, 20/07/2020) - “En Liberia estamos en medio de la temporada de
lluvias y nuestra gente se dedica al trabajo rural. Durante este
período, la malaria golpea violentamente cada año y afecta a todos,
hombres, mujeres y especialmente a los niños. Este año, además, como en
todo el mundo, tenemos que lidiar con el coronavirus”, escribe el p.
Walter Maccalli, sacerdote de la Sociedad de Misiones Africanas, de la
parroquia de San Juan Vianney, en Foya. “En los últimos días, se han
registrado unos diez casos de personas contagiadas aquí, incluido el
pastor principal de la iglesia pentecostal (el grupo religioso más
grande de la ciudad). El hospital central de Boma, la capital regional,
ha sido prácticamente cerrado y algunos médicos y enfermeras, que han
tenido contactos con los positivos, han sido puestos en cuarentena”.
“Desde hace un par de semanas - continúa el misionero -, hemos sido
autorizados para reanudar las celebraciones en nuestras iglesias. En
realidad, este es el momento de máximo peligro por el covid-19 y todos
tratamos de respetar las indicaciones para no crear más brotes. El
próximo domingo tendremos la primera reunión con el consejo pastoral
parroquial y luego comenzaremos nuevamente a visitar las comunidades
cristianas de los pueblos y las estaciones secundarias”.
El p. Maccalli sigue hablando sobre las actividades que están despegando
lentamente: “en la comunidad cristiana de la parroquia, en la ciudad de
Foya, estamos llevando a cabo un trabajo pastoral con las comunidades
de base. Gracias a una contribución y la generosidad de nuestra gente,
la próxima semana podremos distribuir 150 bolsas de arroz a tantas
familias necesitadas. Es el primer deber de toda comunidad cristiana
darse cuenta de quienes están sufriendo más y reconocer en ellos el
rostro de Cristo resucitado”.
“A pesar de los muchos años de misión – agrega -, todavía no puedo
evitar sentirme conmovido por el sufrimiento humano y por lo que hemos
descubierto en los últimos días. Se trata de un joven semi-paralítico
atendido por su abuela que no consigue alimentarlo bien, solo puede
darle una comida al día; una niña enferma encarcelada en una habitación
de barro desde hace años; ancianos abandonados por sus hijos y obligados
a mendigar; jóvenes enfermos mentales que deambulan por la ciudad sin
que nadie los cuide. Creo que este debe ser el motor que nos impulse a
orar y actuar por los más abandonados: la inquietud, la compasión de
Jesús por su pueblo disperso”.
En su testimonio, el p. Walter también ha dado las gracias por el apoyo a
través de la oración por la liberación de su hermano de comunidad, el
padre Gigi, secuestrado de la misión de Bomoanga hace 22 meses.