CIUDAD
DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.com
– Agosto 25 de 2014). A las 12:00 horas de ayer domingo, el Santo
Padre FRANCISCO ha rezado el Ángelus desde la ventana de su estudio
en el Palacio Apostólico Vaticano con los fieles y peregrinos
reunidos en la Plaza de San Pedro.
Estas fueron sus
palabras antes de la oración mariana:
Queridos hermanos
y hermas ¡buenos días!
El Evangelio de
este domingo (Mt 16, 13-20) es el célebre pasaje, central en el
relato de Mateo, en el cual Simón, en nombre de los Doce, profesa su
fe en Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios viviente»; y Jesús
llama «bienaventurado» a Simón por esta su fe, reconociendo en
ella un don, un don especial del Padre, y le dice: «Tú eres Pedro,
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».
Detengámonos un
momento sobre este punto, en el hecho de que Jesús atribuye a Simón
este nuevo nombre: “Pedro”, que en la lengua de Jesús suena
“Cefas”, una palabra que significa “roca”. En la Biblia este
término, “roca”, es referido a Dios. Jesús lo atribuye a Simón,
no por sus cualidades o sus méritos humanos, sino por su fe genuina
y firme, que le viene de lo alto.
Jesús siente en
su corazón una gran alegría, porque reconoce en Simón la mano del
Padre, la acción del Espíritu Santo. Reconoce que Dios Padre ha
dado a Simón una fe “confiable”, sobre la cual Él, Jesús,
podrá construir su Iglesia, es decir su comunidad, es decir todos
nosotros. Jesús tiene el propósito de dar vida a “su” Iglesia,
un pueblo fundado ya no sobre su descendencia, sino sobre la fe, es
decir sobre la relación con Él mismo, una relación de amor y de
confianza. Nuestra relación con Jesús construye la Iglesia. Y por
tanto para iniciar su Iglesia Jesús ha necesitado encontrar en los
discípulos una fe sólida, una fe “confiable”. Esto es lo que Él
debe verificar en este punto del camino.
El Señor tiene
en mente la imagen del construir, la imagen de la comunidad como un
edificio. He aquí porqué, cuando siente la profesión de fe genuina
de Simón, lo llama “roca”, y manifiesta la intención de
construir su Iglesia sobre esta fe.
Hermanos y
hermanas, lo que sucedió de modo único en San Pedro, sucede también
en cada cristiano que madura una fe sincera en Jesús, el Cristo, el
Hijo del Dios viviente. El Evangelio de hoy interpela también a cada
uno de nosotros. ¿Cómo va tu fe? Cada uno responda en su propio
corazón. ¿Cómo va tu fe? ¿Qué encuentra el Señor en nuestros
corazones? ¿Un corazón firme como la piedra o un corazón arenoso,
es decir dudoso, difidente, incrédulo? Nos hará bien en la jornada
de hoy pensar en esto. Si el Señor encuentra en nuestro corazón una
fe no digo perfecta, pero sincera, genuina, ahora Él ve también en
nosotros piedras vivas con las cuales construirá su comunidad. De
esta comunidad, la piedra fundamental es Cristo, piedra angular y
única. Por su parte, Pedro es piedra, en cuanto fundamento visible
de la unidad de la Iglesia; pero cada bautizado está llamado a
ofrecer a Jesús su propia fe, pobre, pero sincera, para que Él
pueda continuar construyendo su Iglesia, hoy, en todas partes del
mundo.
También en
nuestros días mucha gente piensa que Jesús es un gran profeta, un
maestro de sabiduría, un modelo de justicia… Y también hoy Jesús
pregunta a sus discípulos, es decir a nosotros, a todos nosotros:
«¿Pero vosotros, quién decís que soy yo?». ¿Que cosa
responderemos? Pensemos. Pero sobre todo oremos a Dios Padre, por
intercesión de la Virgen María; pidámosle que nos dé la gracia de
responder, con corazón sincero: «Tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios viviente». Ésta es una confesión de fe, este es precisamente
el credo”. Repitamos juntos por tres veces: «Tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios viviente».
Después del Ángelus
Queridos hermanos
y hermanas,
mi pensamiento se
dirige en modo particular a la amada tierra de Ucrania, la cual
celebra hoy la fiesta nacional, a todos sus hijos e hijas, a sus
anhelos de paz y serenidad, amenazados por una situación de tensión
y de conflicto que no menciona a desaparecer, generando tanto
sufrimiento entre la población civil. Confiemos al Señor Jesús y a
la Virgen la entera Nación y recemos unidos, sobre todo por las
víctimas, sus familias y cuantos sufren. He recibido una carta de un
Obispo y narra todo este dolor. Recemos juntos a la Virgen por esta
amada tierra de Ucrania en el día de la fiesta nacional: ¡Ave
María… María, Reina de la paz, ruega por nosotros!
Saludo
cordialmente a todos los peregrinos romanos y a aquellos provenientes
de varios Países, en particular a los fieles de Santiago de
Compostela (España), a los niños de Maipú (Chile), a los jóvenes
de Chiry-Ourscamp (Francia) y a cuantos participan en el encuentro
internacional promovido por la diócesis de Palestrina.
Saludo con afecto
a los nuevos seminaristas del Pontificio Colegio Norteamericano,
venidos a Roma para emprender los estudios teológicos.
Saludo a los
seiscientos jóvenes de Bérgamo, que a pie, junto al Obispo, han
llegado a Roma de Asís, es decir de “Francisco a Francisco”,
como está escrito allí. Pero, ¡son buenos ustedes bergamascos!
Ayer por la tarde vuestro Obispo, junto a uno de los sacerdotes que
los acompañan, me han contado cómo han vivido estos días de
peregrinación. ¡Felicitaciones! Queridos jóvenes, regresen a casa
con el deseo de dar testimonio a todos de la belleza de la fe
cristiana. Saludos a los jóvenes de Verona, Montegrotto Terme y del
Valle Liona, como también a los fieles de Giussano y Bassano del
Grappa.
Les pido, por
favor, que no se olviden de rezar por mí. ¡Les deseo un buen
domingo y un buen almuerzo! Adiós.
(Traducción del
original italiano: http://catolicidad.blogspot.com)