CIUDAD DEL
VATICANO(http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2014/08/06/0557/01232.html
- Agosto 6 de 2014). El Santo Padre FRANCISCO ha enviado un mensaje
a los participantes al I Congreso
Latinoamericano
para
la Pastoral Familiar,
que se está desarrollando en
la Ciudad de Panamá con el tema: "Familia y desarrollo
social para la vida plena". El evento fue abierto el 4 de agosto
y que concluirá el día 9 es promovido por el Departamento Familia,
Vida y Juventud del CELAM:
Este es el texto
íntegro del Mensaje Papal
“Queridos
hermanos:
Me uno de corazón
a todos los participantes en este I Congreso latinoamericano de
Pastoral familiar, organizado por el CELAM, y los felicito por esta
iniciativa a favor de un valor tan querido e importante hoy en
nuestros pueblos.
¿Qué es la
familia? Más allá de sus acuciantes problemas y de sus necesidades
perentorias, la familia es un "centro de amor", donde reina
la ley del respeto y de la comunión, capaz de resistir a los embates
de la manipulación y de la dominación de los "centros de
poder" mundanos. En el hogar familiar, la persona se integra
natural y armónicamente en un grupo humano, superando la falsa
oposición entre individuo y sociedad. En el seno de la familia,
nadie es descartado: tanto el anciano como el niño hallan acogida.
La cultura del encuentro y el diálogo, la apertura a la solidaridad
y a la trascendencia tienen en ella su cuna.
Por eso, la
familia constituye una gran "riqueza social" (cf. Benedicto
XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 44). En este sentido, quisiera
subrayar dos aportes primordiales: la estabilidad y la fecundidad.
Las relaciones
basadas en el amor fiel, hasta la muerte, como el matrimonio, la
paternidad, la filiación o la hermandad, se aprenden y se viven en
el núcleo familiar. Cuando estas relaciones forman el tejido básico
de una sociedad humana, le dan cohesión y consistencia. Pues no es
posible formar parte de un pueblo, sentirse prójimo, tener en cuenta
a los más alejados y desfavorecidos, si en el corazón del hombre
están fracturadas estas relaciones básicas, que le ofrecen
seguridad en su apertura a los demás.
Además, el amor
familiar es fecundo, y no sólo porque engendra nuevas vidas, sino
porque amplía el horizonte de la existencia, genera un mundo nuevo;
nos hace creer, contra toda desesperanza y derrotismo, que una
convivencia basada en el respeto y en la confianza es posible. Frente
a una visión materialista del mundo, la familia no reduce el hombre
al estéril utilitarismo, sino que da cauce a sus deseos más
profundos.
Finalmente,
quisiera decirles que, desde la experiencia fundante del amor
familiar, el hombre crece también en su apertura a Dios como Padre.
Por eso el Documento de Aparecida indicó que la familia no debe ser
considerada sólo objeto de evangelización, sino también agente
evangelizador (cf. nn. 432, 435). En ella se refleja la imagen de
Dios que en su misterio más profundo es una familia y, de este modo,
permite ver el amor humano como signo y presencia del amor divino
(Carta enc. Lumen fidei, 52). En la familia la fe se mezcla con la
leche materna. Por ejemplo, ese sencillo y espontáneo gesto de pedir
la bendición, que se conserva en muchos de nuestros pueblos, recoge
perfectamente la convicción bíblica de que la bendición de Dios se
transmite de padres a hijos.
Conscientes de
que el amor familiar ennoblece todo lo que hace el hombre, dándole
un valor añadido, es importante animar a las familias a que cultiven
relaciones sanas entre sus miembros, a que sepan decirse unos a otros
"perdón", "gracias", "por favor", y a
dirigirse a Dios con el hermoso nombre de Padre.
Que Nuestra
Señora de Guadalupe alcance de Dios abundantes bendiciones para los
hogares de América y los haga semilleros de vida, de concordia y de
una fe robusta, alimentada por el Evangelio y las buenas obras. Les
pido el favor de rezar por mí, pues lo necesito.
Fraternalmente”,
FRANCISCO