CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.com
– Agosto 17 de 2014). Ayer sábado por la tarde el Santo Padre
FRANCISCO se encontró con los Líderes del Apostolado Laico en el
Centro de Espiritualidad de Kkottongnae. En reconocimiento de la
fundamental importancia del rol de los laicos en la Iglesia en Corea,
en 1968 se estableció el Consejo Católico para el Apostolado de los
Laicos que cuenta con oficinas en todo el País y tiene por misión
central de diálogo con los no creyentes.
En la Capilla del Centro se econtraban reunidos cerca de 150 laicos
particularmente activos en el apostolado. Tras el saludo del Señor
Paul Kwon Kil-joog, Presidente de la Asociación de los Laicos, Papa
FRANCISCO le dirigió un discurso:
Queridos hermanos y hermanas:
Me alegro de tener la oportunidad de encontrarme con ustedes, que
representan las diversas manifestaciones del floreciente apostolado
de los laicos en Corea: ¡floreciente, porque siempre ha sido
floreciente! ¡Es una flor que perdura! Agradezco al Presidente del
Consejo del Apostolado Seglar Católico, el señor Paul Kwon
Kil-joog, sus amables palabras de bienvenida en nombre de todos.
La Iglesia en Corea, como todos sabemos, ha heredado la fe de
generaciones de laicos que perseveraron en el amor a Jesucristo y en
la comunión con la Iglesia, a pesar de la escasez de sacerdotes y de
la amenaza de graves persecuciones. El beato Pablo Yun Ji-chung y los
mártires que hoy han sido beatificados constituyen un capítulo
extraordinario de esta historia. Dieron testimonio de la fe no sólo
con los tormentos y la muerte, sino también con su vida de afectuosa
solidaridad de unos con otros en las comunidades cristianas, que se
distinguían por una caridad ejemplar.
Este precioso legado sigue vivo en sus obras actuales de fe, de
caridad y de servicio. Hoy, como siempre, la Iglesia tiene necesidad
del testimonio creíble de los laicos sobre la verdad salvífica del
Evangelio, su poder para purificar y trasformar el corazón, y su
fecundidad para edificar la familia humana en unidad, justicia y paz.
Sabemos que no hay más que una misión en la Iglesia de Dios, y que
todo bautizado tiene un puesto vital en ella. Sus dones como hombres
y mujeres laicos son múltiples y sus apostolados variados, y todo lo
que hacen contribuye a la promoción de la misión de la Iglesia,
asegurando que el orden temporal esté informado y perfeccionado por
el Espíritu de Cristo y ordenado a la venida de su Reino.
De modo particular, me gustaría reconocer la labor de las
numerosas asociaciones que se ocupan directamente de la atención a
los pobres y necesitados. Como demuestra el ejemplo de los primeros
cristianos coreanos, la fecundidad de la fe se expresa en la práctica
de la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas,
independientemente de su cultura o condición social, ya que en
Cristo «no hay judío ni griego» (Ga 3,28). Quiero manifestar mi
profundo agradecimiento a cuantos, con su trabajo y su testimonio,
llevan la presencia consoladora del Señor a los que viven en las
periferias de nuestra sociedad. Esta tarea no se puede limitar a la
asistencia caritativa, sino que debe extenderse también a la
consecución del crecimiento humano. No sólo asistencia, sino
también el desarrollo de la persona. Asistir a los pobres es bueno y
necesario, pero no basta. Los animo a multiplicar sus esfuerzos en el
ámbito de la promoción humana, de modo que todo hombre y mujer
llegue a conocer la alegría que viene de la dignidad de ganar el pan
de cada día y de sostener a su propia familia. He aquí que esta
dignidad, en este momento, es amenazada con ser eliminada por esta
cultura del dinero, que deja sin trabajo a tantas personas. Nosotros
podemos decir: “Padre, nosotros les damos de comer”. ¡Pero no es
suficiente! Él y ella, que están sin trabajo, deben sentir en su
corazón la dignidad de llevar a casa el pan, de ganarse el pan. Les
confío a ustedes esta tarea.
También quiero reconocer la valiosa contribución de las mujeres
católicas coreanas a la vida y la misión de la Iglesia en este país
como madres de familia, como catequistas y maestras y de tantas otras
formas. Asimismo, no puedo dejar de destacar la importancia del
testimonio dado por las familias cristianas. En una época de crisis
de la vida familiar - ¡lo sabemos todos! - nuestras comunidades
cristianas están llamadas a ayudar a los esposos cristianos y a las
familias a cumplir su misión en la vida de la Iglesia y de la
sociedad. La familia sigue siendo la célula básica de la sociedad y
la primera escuela en la que los niños aprenden los valores humanos,
espirituales y morales que los hacen capaces de ser faros de bondad,
de integridad y de justicia en nuestras comunidades.
Queridos hermanos, cualquiera que sea su colaboración con la
misión de la Iglesia, les pido que sigan promoviendo en sus
comunidades una formación cada vez más completa de los fieles
laicos, mediante la catequesis continua y la dirección espiritual.
Les pido que todo lo hagan en completa armonía de mente y corazón
con sus pastores, intentando poner sus intuiciones, talentos y
carismas al servicio del crecimiento de la Iglesia en unidad y en
espíritu misionero. Su colaboración es esencial, puesto que el
futuro de la Iglesia en Corea, como en toda Asia, dependerá en gran
medida del desarrollo de una visión eclesiológica basada en una
espiritualidad de comunión, de participación y de poner en común
los dones (cf. Ecclesia in Asia, 45).
Una vez más les expreso mi gratitud por todo lo que hacen para la
edificación de la Iglesia en Corea en santidad y celo. Que
encuentren constante inspiración y fuerza para su apostolado en el
Sacrificio eucarístico, que comunica y alimenta “el amor a Dios y
a los hombres, alma de todo apostolado” (Lumen gentium, 33). Para
ustedes, sus familias y cuantos participan en las obras corporales y
espirituales de sus parroquias, de las asociaciones y de los
movimientos, imploro la alegría y la paz del Señor Jesucristo y la
solícita protección de María, nuestra Madre.
Les pido, por favor, que recen por mí. Y ahora todos juntos
recemos a la Virgen y luego les daré la bendición.
(Ave María….)
¡Muchas gracias y recen por mí, no se olviden!
Al termino del encuentro, el Papa regresó en helicóptero a Seúl a
la Nunciatura Apostólica.