domingo, 2 de octubre de 2016

FRANCISCO: Ángelus de septiembre 2016 (25, 18, 11 y 4)

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO
SEPTIEMBRE 2016


Plaza de San Pedro
Domingo 25 de septiembre de 2016


Queridos hermanos y hermanas:


Ayer, en Würzburg (Alemania), fue proclamado Beato Engelmar Unzeitig, sacerdote de la congregación de los Misioneros de Mariannhill. Asesinado por odio a la fe en el campo de exterminio de Dachau, él contrapuso el amor al odio, a la ferocidad respondió con la mansedumbre. Que su ejempl0 nos ayude a ser testimonios de caridad y de esperanza en medio de las tribulaciones.


Me uno con gusto a los Obispos de México en su apoyo al compromiso de la Iglesia y de la sociedad civil en favor de la familia y de la vida, que en estos tiempos requieren especial atención pastoral y cultural en todo el mundo. Y además aseguro mi oración por el querido pueblo mexicano, para que cese la violencia que durante estos días ha golpeado también a algunos sacerdotes.


Hoy es la Jornada mundial del sordo. Deseo saludar a todas las personas sordas también aquí representadas, y animar a que den su aportación para una Iglesia y una sociedad cada vez más capaz de acoger a todos. Y por último dirijo un saludo especial a todos vosotros, ¡queridísimos catequistas! gracias por vuestro compromiso con la Iglesia al servicio de la evangelización, con la transmisión de la fe. Que la Virgen os ayude a perseverar en el camino de la fe y a dar testimonio con la vida de aquello que transmitís en la catequesis.


Angelus Domini…


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 Plaza de San Pedro
Domingo 18 de septiembre de 2016


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Hoy Jesús nos lleva a reflexionar sobre dos estilos de vida contrapuestos: el mundano y el del Evangelio. El espíritu del mundo no es el espíritu de Jesús. Y lo hace mediante la narración de la palabra del administrador infiel y corrupto, que es alabado por Jesús, a pesar de su deshonestidad (cf. Lc 16, 1-13).


Es necesario precisar inmediatamente que este administrador no se presenta como modelo a seguir, sino como ejemplo de astucia.


Este hombre es acusado de mala administración de los negocios de su señor y, antes de ser apartado, busca astutamente ganarse la benevolencia de sus deudores, condonando parte de la deuda para asegurarse, así, un futuro. Comentando este comportamiento, Jesús observa: «los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz» (v. 8).


Ante tal astucia mundana nosotros estamos llamados a responder con la astucia cristiana, que es un don del Espíritu Santo. Se trata de alejarse del espíritu de los valores del mundo, que tanto gustan al demonio, para vivir según el Evangelio. Y la mundanidad, ¿cómo se manifiesta? La mundanidad se manifiesta con actitudes de corrupción, de engaño, de abuso, y supone el camino más equivocado, el camino del pecado, ¡porque uno te lleva al otro! Es como una cadena, aunque sí —es verdad— es el camino más cómodo de recorrer generalmente.


En cambio el espíritu del Evangelio requiere un estilo de vida serio —¡serio pero alegre, lleno de alegría!—, serio y de duro trabajo, basado en la honestidad, en la certeza, en el respeto de los demás y su dignidad, en el sentido del deber. Y ¡esta es la astucia cristiana! El recorrido de la vida necesariamente conlleva una elección entre dos caminos: entre la honestidad y deshonestidad, entre fidelidad e infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. No se puede oscilar entre el uno y el otro, porque se mueven en lógicas distintas y contrastantes. El profeta Elías decía al pueblo de Israel que iba por estos dos caminos: «¡Vosotros cojeáis con dos pies!» (cf. 1 Re 18, 21). Es una imagen bonita. Es importante decidir qué dirección tomar y después, una vez elegida la adecuada, caminar con soltura y determinación, confiando en la gracia del Señor y en el apoyo de su Espíritu. Fuerte y categórica es la conclusión del pasaje evangélico: «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro» (Lc 16, 13).


Con esta enseñanza, Jesús hoy nos exhorta a elegir claramente entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción, del abuso y de la avidez y la de la rectitud, de la humildad y del compartir. Alguien se comporta con la corrupción como con las drogas: piensa poderla usar y dejarla cuando quiera. Se empieza con poco: una propina por aquí, un soborno por allá... Y entre esta y aquella lentamente se pierde la propia libertad. También la corrupción produce adicción, y genera pobreza, explotación, sufrimiento. Y ¡cuántas víctimas hay hoy por el mundo! Cuántas víctimas de esta difusa corrupción.


Cuando en cambio intentamos seguir la lógica evangélica de la integridad, de la transparencia, en las intenciones y en los comportamientos, de la fraternidad, nosotros nos convertimos en artesanos de justicia y abrimos horizontes de esperanza para la humanidad. Con la gratuidad y la donación de nosotros mismos a los hermanos, servimos al dueño justo: Dios.


Que la Virgen María nos ayude a elegir en cada ocasión y cueste lo que cueste el camino justo, encontrando también el valor de ir contracorriente, con el fin de seguir a Jesús y a su 
Evangelio.



Después del Ángelus:


¡Queridos hermanos y hermanas!:


Ayer en Codrongianos (Sassari) fue proclamada beata Elisabetta Sanna, madre de familia. Cuando se quedó viuda, se dedicó totalmente a la oración y al servicio de los enfermos y de los pobres. Su testimonio es modelo de caridad evangélica impulsada por la fe.


Hoy, en Génova, se concluye el Congreso Eucarístico Nacional. Envío un saludo especial a todos los fieles allí congregados, y espero que este evento de gracia avive en el pueblo italiano la fe en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, en el que adoramos a Cristo fuente de vida y esperanza para cada hombre.


El martes próximo me dirigiré a Asís con motivo del encuentro de oración por la paz, a treinta años de distancia del histórico convocado por san Juan Pablo II. Invito a las parroquias, las asociaciones eclesiales y a los fieles de todo el mundo a vivir ese día como una Jornada de oración por la paz. Hoy más que nunca necesitamos paz en esta guerra que está por todas partes en el mundo. ¡Recemos por la paz! Siguiendo el ejemplo de San Francisco, hombre de fraternidad y de humildad, estamos llamados a ofrecer al mundo un vivo testimonio de nuestro común esfuerzo por la paz y la reconciliación entre los pueblos. Por ello martes, todos unidos en oración: que cada uno se tome un tiempo, el que pueda, para orar por la paz. Todo el mundo unido.


Saludo con afecto a todos vosotros, romanos y peregrinos provenientes de distintos países. En particular saludo a los fieles de la diócesis de Colonia y a los de Marianopoli.


Y a todos os deseo un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Feliz almuerzo y adiós!

 
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 Plaza de San Pedro
Domingo 11 de septiembre de 2016


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


La liturgia de hoy nos propone el capítulo 15 del Evangelio de Lucas, considerado el capítulo de la misericordia, que recoge tres parábolas con las cuales Jesús responde a las murmuraciones de los escribas y los fariseos. Los cuales critican su comportamiento y dicen: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos» (v. 2). Con estas tres narraciones, Jesús quiere hacer entender que Dios Padre es el primero en tener una actitud acogedora y misericordiosa hacia los pecadores. Dios tiene esta actitud. En la primera parábola Dios es presentado como un pastor que deja las noventa y nueve ovejas para ir en busca de la que se ha perdido. En la segunda, es comparado con una mujer que ha perdido una moneda y la busca hasta que la encuentra. En la tercera parábola Dios es imaginado como un padre que acoge al hijo que se había alejado; la figura del padre desvela el corazón de Dios, de Dios misericordioso, manifestado en Jesús.


Un elemento común en estas parábolas es el expresado por los verbos que significan alegrarse juntos, celebrar. No se habla de estar de luto. El pastor llama a amigos y vecinos y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido» (v. 6); la mujer llama a las amigas y a las vecinas diciendo: «alegraos conmigo porque he hallado la dracma que había perdido» (v. 9); el padre dice al otro hijo: «convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado» (v. 32). En las dos primeras parábolas se pone el acento en la alegría tan incontenible como para tener que compartirla con «amigos y vecinos». En la tercera parábola se pone en la fiesta que nace del corazón del padre misericordioso y se expande a toda su casa. Esta fiesta de Dios para quienes vuelven a Él arrepentidos es más que nunca entonada en el Año jubilar que estamos viviendo, como dice el mismo término «Jubileo», es decir júbilo.


Con estas tres parábolas, Jesús nos presenta el verdadero rostro de Dios, un Padre con los brazos abiertos, que trata a los pecadores con ternura y compasión. La parábola que más conmueve —conmueve a todos—, porque manifiesta el infinito amor de Dios, es la del padre que estrecha, que abraza al hijo encontrado. Y lo que llama la atención no es tanto la triste historia de un joven que precipita en la degradación, sino sus palabras decisivas: «Me levantaré, iré a mi padre» (v. 18). El camino de vuelta a casa es el camino de la esperanza y de la vida nueva.


Dios espera siempre nuestro reanudar el viaje, nos espera con paciencia, nos ve cuando todavía estamos lejos, sale a nuestro encuentro, nos abraza, nos besa, nos perdona. ¡Así es Dios! ¡Así es nuestro Padre! Y su perdón borra el pasado y nos regenera en el amor. Olvida el pasado: ésta es la debilidad de Dios. Cuando nos abraza y nos perdona, pierde la memoria, ¡no tiene memoria! Olvida el pasado. Cuando nosotros pecadores nos convertimos y dejamos que nos encuentre Dios, no nos esperan reproches y asperezas, porque Dios salva, nos vuelve a acoger en casa con alegría y lo celebra. Jesús mismo en el Evangelio de hoy dice así: «habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión» (Lc 15, 7). Y os hago una pregunta: ¿habéis pensado alguna vez que cada vez que nos acercamos a un confesionario hay alegría en el cielo? ¿Habéis pensado en esto? ¡Qué bonito!


Esto nos infunde una gran esperanza, porque no hay pecado en el cual hayamos caído y del cual, con la gracia de Dios, no podamos resurgir; no hay persona irrecuperable, ¡ninguno es irrecuperable! Porque Dios no deja nunca de querer nuestro bien, ¡incluso cuando pecamos!


Que la Virgen María, refugio de los pecadores, haga surgir en nuestros corazones la confianza que se encendió en el corazón del hijo pródigo: «Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y contra ti» (v. 18).


Por este camino, nosotros podemos dar alegría a Dios, y su alegría puede convertirse en su fiesta y la nuestra.



Después del Ángelus:


Queridos hermanos y hermanas:


Querría pedir una especial oración por Gabón, que está atravesando un momento de grave crisis política. Encomiendo al Señor a las víctimas de los enfrentamientos, y a sus familiares. Me uno a los obispos de ese querido país africano para invitar a las partes a rechazar toda forma de violencia y a tener siempre como objetivo el bien común. Animo a todos, en particular a los católicos, a ser constructores de paz respetando la legalidad, dentro del diálogo y la fraternidad.


Hoy en Karaganda, en Kazajistán es proclamado beato Ladislao Bukowinski, sacerdote y párroco, perseguido por su fe. ¡Cuánto sufrió este hombre! ¡Cuánto! En su vida demostró siempre gran amor por los más débiles y necesitados y su testimonio aparece como un concentrado de obras de misericordia espirituales y corporales.


Saludo con afecto a todos vosotros, romanos y peregrinos provenientes de distintos países: las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones.


Saludo a los fieles de Rumania, a los de las diócesis de Ferrara-Comacchio, al Movimiento «Fides Vita», a los grupos de Venecia, Cologna Veneta, Caprino Veronese, Serravalle Scrivia y Novara, así como también a los ciclistas llegados de Borgo Val di Taro y a los chicos de la confirmación de Rocco Sambuceto. A todos os deseo un feliz domingo. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!

 
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 Plaza de San Pedro
Domingo 4 de septiembre de 2016



Queridos hermanos y hermanas:


Mientras que nos acercamos a la conclusión de esta celebración, deseo saludar y agradecer a todos vosotros que habéis participado en ella.


Ante todo a las Misioneras y a los Misioneros de la Caridad, que son la familia espiritual de la Madre Teresa. Que vuestra santa Fundadora cuide siempre vuestro camino y os conceda ser fieles a Dios, a la Iglesia y a los pobres.


Con grata deferencia saludo a las altas autoridades presentes, en particular a las de los países más vinculados a la figura de la nueva Santa, así como a las delegaciones oficiales y a las numerosas peregrinaciones llegadas de esos países en esta feliz circunstancia. Que Dios bendiga vuestras naciones.


Y con afecto os saludo a todos vosotros, queridos voluntarios y agentes de misericordia. Os encomiendo a la protección de la Madre Teresa: que ella os enseñe a contemplar y adorar cada día a Jesús Crucificado para reconocerlo y servirlo en los hermanos necesitados. Pidamos esta gracia también para todos aquellos que están unidos a nosotros a través de los medios de comunicación, en todos los rincones del mundo.


En este momento quiero recordar a todos los que se entregan al servicio de los hermanos en contextos difíciles y arriesgados. Pienso especialmente en las numerosas religiosas que entregan su vida sin guardarse nada para sí. Recemos en especial por la religiosa misionera española, la hermana Isabel, que ha sido asesinada hace dos días en la capital de Haití, un país muy probado, para el cual deseo que cesen tales actos de violencia y que haya en ese lugar más seguridad para todos.


Recordamos también a las demás religiosas que, recientemente, han sufrido violencias en otros países.


Lo hacemos dirigiéndonos en oración a la Virgen María, Madre y Reina de todos los santos.


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