CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 14 de julio de 2019).- Con motivo del domingo dedicado al Día del mar, que se celebra hoy,
14 de julio de 2019, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo
Humano Integral envía un mensaje de agradecimiento a los capellanes,
voluntarios y sostenedores del Apostolado del Mar, recordando el duro
trabajo que de los marineros
Publicamos a continuación el texto del mensaje firmado por el Prefecto del Dicasterio, S.E. el Cardenal Peter K.A. Turkson:
Mensaje para el Domingo del Mar
(14 de julio de 2019)
Estimados hermanos y hermanas en Cristo,
queridos capellanes, voluntarios, amigos y bienhechores del Apostolado del Mar,
No siempre nos damos cuenta de ello, y sin embargo el trabajo que
desempeñan los marinos es esencial para nuestra vida cotidiana, ya que
la mayor parte de los bienes que poseemos en nuestros hogares
(televisión, nevera, lavadora, ordenador, teléfono), por no mencionar la
gasolina para nuestros automóviles, la ropa que llevamos y muchos otros
objetos, han sido producidos en países lejanos y son transportados por
los marinos. Por lo tanto, es justo que nos detengamos un momento para
reflexionar sobre lo importante y esencial que es el papel de los
marinos para nuestra comodidad y nuestro bienestar.
Razón por la cual, es una tradición arraigada en varias Iglesias cristianas de todo el mundo, que el Domingo del Mar
se celebre el segundo domingo del mes de julio. En este día, se invita a
los fieles a recordar y a rezar por el millón y medio de marinos que
surcan los océanos y los mares, transportando casi el 90% de los bienes
de un país a otro.
Para algunas personas, la vida de los marinos puede resultar
atractiva e interesante, puesto que durante la navegación tienen la
posibilidad de visitar numerosos países, pero la realidad es otra, la
vida de un marino está plagada de retos y de dificultades.
En base a su contrato, los marinos se ven obligados a vivir, durante
meses y meses, en el espacio confinado de una embarcación, lejos de sus
familias y de sus seres queridos. A menudo, suelen percibir sus salarios
con retraso y, per lo menos en un caso, las legislaciones nacionales
les impiden recibir dinero mientras se encuentran a bordo, por lo que
pueden vivir sin recursos económicos durante todo el período que dure su
contrato. Los reducidos tiempos de descarga y carga en los puertos les
impiden bajar a tierra para relajarse y aliviar la presión a la que
están sometidos debido a las durísimas condiciones de su trabajo, todo
ello agravado por la continua amenaza que representa la piratería, y
ahora también por el riesgo de ataques terroristas.
En caso de
accidentes marítimos, a menudo, los marinos son criminalizados y
detenidos, sin poder contar con la protección eficaz de la ley y sin
poder beneficiarse de un trato justo. En una precaria mezcla de
nacionalidades, culturas y religiones, han disminuido las oportunidades
de interactuar socialmente con el reducido número de miembros de la
tripulación que se encuentran a bordo. El aislamiento y la depresión,
asociados a un ambiente desfavorable, pueden afectar negativamente a la
salud mental de los marinos, a veces, con consecuencias trágicas y
desgarradoras para sus familias, para los miembros mismos de la
tripulación y también para los armadores.
Debemos reconocer que, gracias a la ratificación y a la
implementación de varios Convenios y legislaciones internacionales, han
mejorado las condiciones de trabajo y de vida a bordo de un gran número
de embarcaciones comerciales. Sin embargo, no podemos negar que en
muchas partes del mundo, donde armadores sin escrúpulos se aprovechan de
una aplicación menos rigurosa de la ley, los problemas anteriormente
mencionados todavía afectan profundamente la vida de numerosos marinos y
de sus familias.
Una vez más, me gustaría hacer un llamamiento a las Organizaciones
internacionales, a las correspondientes autoridades gubernamentales y a
los diferentes actores del sector marítimo, para que renueven su
compromiso relativo a la protección y a la salvaguardia de los derechos
de las personas que trabajan en el mar.
Me gustaría animar a los capellanes y a los voluntarios del Stella Maris
(Apostolado del Mar), durante sus visitas cotidianas a bordo, que
presten especial atención y entren en contacto con cada marino y
pescador, con el mismo espíritu comprometido que animó a los pioneros de
nuestro ministerio cuando, hace casi cien años, exactamente el 4 de
octubre de 1920, decidieron reactivar y reformar el amplio ministerio de
la Iglesia católica para la gente de mar.
En los rostros de los marinos de varias naciones, os invito a
reconocer el rostro de Cristo. En el babel de sus idiomas, os recomiendo
hablar el lenguaje del amor cristiano que acoge a todos y no excluye a
nadie. Ante los abusos, os exhorto a no tener miedo de denunciar las
injusticias y abogar por “trabajar juntos para construir el bien
común y un nuevo humanismo del trabajo, promover un trabajo respetuoso
con la dignidad de la persona que no ve sólo la ganancia o las
exigencias productivas sino que promueve una vida digna sabiendo que el
bien de las personas y el bien de la empresa caminan juntos” (Papa FRANCISCO, 7 de septiembre de 2018).
Por último, encomendemos vuestro ministerio a María, Stella Maris,
para que continúe fortaleciendo, inspirando y guiando cada acción de
los capellanes y de los voluntarios, y extienda su protección y su
asistencia materna a toda la gente de mar.
Cardenal Peter K. A. Turkson
Prefecto