CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 26 de marzo de 2017).- A las 12:00 horas de hoy, IV domingo de Cuaresma, el Papa FRANCISCO se ha asomado a la ventana de su estudio en el Palacio
Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos
llegados a la Plaza de San Pedro.
Estas han sido las palabras del Papa antes de la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En el centro del Evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma se encuentran Jesús y un hombre ciego de nacimiento (cfr Jn
9,1-41). Cristo le devuelve la vista y obra este milagro con una
especie de rito simbólico: primero mezcla la tierra con la saliva y la
unta en los ojos al ciego; luego le manda que vaya a lavarse a la
piscina de Siloé. Aquel hombre va, se lava, y recobra la vista. Era un
ciego de nacimiento. Con este milagro Jesús se manifiesta, y se nos
manifiesta, como luz del mundo; y el ciego de nacimiento
representa a cada uno de nosotros, que hemos sido creados para conocer a
Dios, pero que por causa del pecado somos como ciegos, necesitamos una
luz nueva; todos tenemos necesidad de una luz nueva: la de la fe,
que Jesús nos ha dado. De hecho aquel ciego del Evangelio al recobrar
la vista se abre al misterio de Cristo. Jesús le pregunta «¿Crees tú en
el Hijo del hombre?».
«Y quien es, Señor, para que crea en él?»,
respondió el ciego sanado (v. 36). «Lo estás viendo: el que te está
hablando» (v. 37). «¡Creo, Señor!» y se prostró ante él.
Este episodio nos induce a reflexionar sobre nuestra fe, nuestra fe
en Cristo, el Hijo de Dios, y al mismo tiempo se refiere también al Bautismo,
que es el primer Sacramento de la fe: el Sacramento que nos hace “venir
a la luz”, mediante el renacer del agua y del Espíritu Santo; así como
sucedió al ciego de nacimiento, al cual se le abrieron los ojos después
de haberse lavado en el agua de la piscina de Siloé. El ciego de
nacimiento curado nos representa cuando no nos damos cuenta de que Jesús
es la luz, es «la luz del mundo», cuando miramos hacia otra parte,
cuando preferimos fiarnos de pequeñas luces, cuando nos tambaleamos en
la oscuridad. El hecho de que aquel ciego no tenga un nombre nos ayuda a
reflejarnos con nuestro rostro y nuestro nombre en su historia. También
nosotros hemos sido “iluminados” por Cristo en el Bautismo, y
por lo tanto estamos llamados a comportarnos como hijos de la luz. Y
comportarse como hijos de la luz exige un cambio radical de mentalidad,
una capacidad de juzgar hombres y cosas según otra escala de valores,
que viene de Dios. El sacramento del Bautismo, efectivamente, requiere
la elección de vivir como hijos de la luz y de caminar en la luz. Si
ahora os preguntase: “¿Creéis que Jesús es el Hijo de Dios? ¿ Creéis que
puede cambiar vuestros corazón? ¿ Creéis que puede hacer ver la
realidad como la ve Él, y no como la vemos nosotros? ¿ Creéis que Él es
luz, que nos da la verdadera luz?” ¿Qué responderíais? Que cada uno
responda en su corazón.
¿Qué significa tener la verdadera luz, caminar en la luz?
Significa, ante todo, abandonar las luces falsas: la luz fría y fatua
del prejuicio contra los otros, porque el prejuicio distorsiona la
realidad y nos carga de animadversión contra aquellos que juzgamos sin
misericordia y condenamos sin apelación. Eh… esto es el pan de cada día
¿eh? Cuando se habla mal de los otros, no se camina en la luz: se
camina en las sombras. Otra luz falsa, porque es seductora y ambigua,
es la del interés personal: si evaluamos a las personas y a las cosas
siguiendo el criterio de lo que nos es útil , de nuestra satisfacción,
de nuestro prestigio, no actuamos con la verdad en las relaciones y en
las situaciones. Si vamos por ese camino de buscar sólo el interés
personal, caminamos en las sombras.
¡Que la Virgen Santa, que fue la primera en acoger a Jesús, luz del
mundo, nos obtenga la gracia de acoger de nuevo en esta Cuaresma la luz
de la fe, redescubriendo el don inestimable del Bautismo, que todos
hemos recibido. Y que esta nueva iluminación se transforme, nos
transforme en las actitudes y en las acciones, para ser también
nosotros, a partir de nuestra pobreza, de nuestras pequeñeces,
portadores de un rayo de la luz de Cristo!.
Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
Ayer en Almería, España, fueron proclamados beatos José
Álvarez-Benavides y de la Torre y 114 compañeros mártires. Estos
sacerdotes, religiosos y laicos fueron testigos heroicos de Cristo y de
su Evangelio de paz y reconciliación fraterna. ¡Que su ejemplo e
intercesión sostengan el compromiso de la Iglesia en la edificación de
la civilización del amor!.
Saludo a los fieles procedentes de Roma, de Italia y de otros países,
en particular a los peregrinos . de Córdoba, España, a los jóvenes del
colegio Saint-Jean de Passy, de París, a los fieles de Loreto, a los
fieles de Quartu Sant’Elena. Rende, Maiori, Poggiomarino y a los
adolescentes del decanato ‘Romana-Vittoria’, de Milán. Y a propósito de
Milán, quisiera agradecer al cardenal arzobispo y a todo el pueblo
milanés su calurosa acogida de ayer. Verdaderamente, me sentí en casa…
con todos, creyentes y no creyentes. Os lo agradezco mucho queridos
milaneses y os diré algo: He comprobado que es verdad lo que se dice:
“¡A Milan si riceve col coeur in man! .
Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta pronto!.