Confiando en esta promesa, Abraham se pone en camino, deja su tierra y acepta volverse extranjero, esperando en este hijo "imposible" que Dios tendría que darle. “Cree, su fe se abre a una esperanza en apariencia irrazonable: es la capacidad de ir más allá de los razonamientos humanos, de la sabiduría y la prudencia del mundo, más allá de lo que normalmente se considera el sentido común, para creer en lo imposible. La esperanza abre nuevos horizontes, nos permite soñar en lo que ni siquiera es imaginable…La virtud de la esperanza nos da una gran fuerza para caminar en la vida”.
Pero se trata de un camino difícil e incluso para Abraham, llega el momento de la crisis del desconsuelo. Él había confiado, había dejado su casa, su tierra, sus amigos ... todo. “Llegó a la tierra que Dios le había indicado y el tiempo pasaba pero el niño no llegaba y la matriz de Sara seguía cerrada en su esterilidad.. Y Abraham, – prosiguió – no digo que pierda la paciencia, pero se queja al Señor. Esto también, podemos aprender de nuestro padre Abraham: Quejarnos con el Señor; es una manera de rezar. A veces cuando confieso me dicen: "Me he quejado al Señor ..." y [digo]: "¡Muy bien! Quéjate, es un padre. Y esta es una manera de rezar: ¡Quéjate al Señor, está bien!”. Abraham se queja al Señor diciendo: "Señor Dios, [...] yo me voy sin hijos, y el heredero de mi casa es Eliezer de Damasco" (Eliezer era el que regía todas las cosas). Y añade: "Mira que no me has dado descendencia, y mi siervo será mi heredero." Y el Señor le responde: “Ese no será tu heredero, sino uno nacido de ti”. Después se lo lleva fuera, y le dice: "Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas” y agrega "Así será tu descendencia." Y Abraham cree otra vez en el Señor”.
Esa escena se desarrolla de noche, el exterior está oscuro pero también en el corazón de Abraham hay la oscuridad de la desilusión, del desánimo, la dificultad de seguir esperando algo imposible. El patriarca es ya demasiado viejo, y parece que no queda tiempo para un hijo, y que será un siervo el que heredará todo. “Abraham – observó el Papa – se dirige al Señor, pero Dios, aunque esté presente allí y hable con él, es como si ya se hubiera alejado, como si no hubiera cumplido su palabra. Abraham se siente solo, es viejo y está cansado..¿Cómo puede fiarse todavía?. Aún así, su queja es una forma de fe, es una oración. A pesar de todo, Abraham sigue creyendo en Dios y esperando que todavía algo pueda suceder. De lo contrario, ¿por qué interpelar al Señor, lamentarse, recordarle sus promesas? La fe no es sólo el silencio que acepta todo sin replicar; la esperanza no es la certeza que te resguarda de la duda y la perplejidad. Muchas veces, la esperanza es oscuridad… pero es la esperanza que te lleva hacia adelante. Fe también es luchar con Dios, mostrarle nuestra amargura, sin píos fingimientos. “Me he enfadado con Dios y le he dicho esto y lo otro …” Pero es el Padre, te ha entendido: ¡Vete en paz! ¡Hay que tener valor! Y esa es la esperanza. Y esperanza es también no tener miedo de ver la realidad tal cual es y aceptar sus contradicciones”.
Abraham con fe, se dirige a Dios para que le ayude a mantener la esperanza. “Curiosamente – notó el Santo Padre – no le pide un hijo. Pide : "Ayúdame a seguir esperando," la oración para tener esperanza. Y el Señor responde insistiendo con su promesa inverosímil: el heredero no será un siervo, sino un hijo, nacido de Abraham, generado por él. Nada ha cambiado, por parte de Dios; sigue repitiendo lo que había dicho, y no ofrece puntos de apoyo a Abraham para tranquilizarlo. Su única seguridad es confiar en la palabra del Señor, y seguir esperando”.
Y la señal que Dios da a Abraham es la solicitud de seguir creyendo y esperando: “Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas [...] Así será tu descendencia”…Dios saca a Abraham fuera de la tienda, “en realidad de su punto de vista estrecho, y le muestra las estrellas. Para creer, hay que aprender a ver con los ojos de la fe; son sólo estrellas, todo el mundo puede verlas, pero para Abraham deben convertirse en un signo de la fidelidad de Dios”.
“Esta es la fe, este es el camino de la esperanza que cada uno de nosotros tiene que recorrer – terminó – Si también a nosotros la única posibilidad que nos queda es la de mirar las estrellas, entonces es tiempo de fiarse de Dios. No hay nada más hermoso. La esperanza no defrauda”.
Después de la catequesis, en los saludos a los peregrinos procedentes de diversos países, FRANCISCO dio la bienvenida entre otros a los artistas y técnicos del Golden Circus de Liana Orfei que hicieron unos números de acrobacia y prestidigitación en el Aula Pablo VI. “La belleza siempre nos acerca a Dios”, comentó el Santo Padre, antes de saludar a diversos grupos parroquiales entre los cuales los de la iglesia romana de Sant’Andrea delle Fratte, llegados con una estatua de la Virgen Milagrosa, que se expondrá en la basílica de San Pedro.
También dirigió un saludo especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. “Yo les llamo valientes – afirmó – porque hace falta valor para casarse y para hacerlo para toda la vida: ¡Muy bien!”. Luego añadió. “Los santos inocentes mártires que recordamos hoy, nos ayuden a todos a ser fuertes en la fe mirando al Niño divino que en el misterio de Navidad se ofrece por la humanidad entera. Queridos jóvenes, creced también vosotros como él: obedientes a los padres y dispuestos a entender y a seguir la voluntad del Padre que está en los cielos. Queridos enfermos, os deseo que vislumbréis en la vívida luz de Belén, el sentido de vuestros sufrimientos. Y os exhorto a vosotros, queridos y valientes recién casados, a mantener constante, a la hora de construir vuestra familia, el amor y la entrega más allá de cualquier sacrificio y a que no terminéis el día sin haber hecho las paces”.