CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 22 de diciembre de 2016).- El Papa FRANCISCO ha recibido esta mañana en Audiencia a los Miembros de la Curia Romana.
Este es el texto íntegro del discurso Papal:
Queridos hermanos y hermanas:
Me gustaría comenzar nuestra reunión expresando mis mejores deseos 
para todos vosotros, Superiores, Oficiales, Representantes Pontificios y
 Colaboradores de las Nunciaturas repartidos por todo el mundo, a todas 
las personas que prestan servicio en la Curia Romana, y a todos vuestros
 seres queridos. Os deseo una santa y serena Navidad y un Feliz Año 
Nuevo 2017.
Contemplando el rostro del Niño Jesús, san Agustín exclamó: «Inmenso en la naturaleza divina, pequeño en la forma de siervo».[1]
 También san Macario, monje del siglo IV y discípulo de san Antonio 
Abad, para describir el misterio de la Encarnación recurrió al verbo 
griego smikruno, es decir, hacerse pequeño casi 
reduciéndose a la mínima expresión: «Escuchad con atención: el infinito,
 inaccesible e increado Dios, por su inmensa e inefable bondad, tomó un 
cuerpo y diría que se ha disminuido infinitamente en su gloria».[2]
La Navidad es la fiesta de la humildad amante de Dios, del 
Dios que invierte el orden de lo lógico y descontado, el orden de lo 
debido, de lo dialéctico y de lo matemático. En este cambio reside toda 
la riqueza de la lógica divina que altera los límites de nuestra lógica 
humana (cf. Is 55, 8-9). Romano Guardini escribió: «¡Qué 
reversión de todos los valores familiares para el hombre, no sólo 
humanos, sino también divinos! Realmente este Dios da la vuelta a todo 
lo que el hombre trata de construir por sí mismo».[3]
 En Navidad, estamos llamados a decir «sí», con nuestra fe, no al 
Dominador del universo, ni siquiera a la más noble de las ideas, sino 
precisamente a este Dios que es el humilde-amante.
El beato Pablo VI, en la Navidad de 1971, afirmaba: «Dios podría 
haber venido revestido de gloria, de esplendor, de luz, de fuerza, para 
asustarnos, para dejarnos con los ojos abiertos por el asombro. No, no. 
Vino como el más pequeño de los seres, el más frágil, el más débil. ¿Por
 qué así? Para que nadie tuviera vergüenza de acercarse a él, para que 
nadie tuviera temor, para que todos lo pudieran sentir cerca, acercarse a
 él, que no hubiera ya ninguna distancia entre él y nosotros. Dios ha 
hecho el esfuerzo de anonadarse, de sumergirse dentro de nosotros, para 
que cada uno, repito, cada uno, pueda hablarle de tú, tener confianza, 
acercarse a él, saberse recordado por él, amado por él… amado por él:
 mirad que esta es una palabra muy grande. Si entendéis esto, si 
recordáis esto que os estoy diciendo, habréis entendido todo el 
cristianismo».[4]
En realidad, Dios quiso nacer pequeño,[5] porque quiso ser amado.[6]
 De este modo la lógica de la Navidad transforma la lógica mundana, la 
lógica del poder, la lógica del mandar, la lógica farisea y la lógica 
causalista o determinista.
Precisamente a la luz, suave y majestuosa, del rostro divino de Cristo niño, he elegido como tema de nuestro encuentro anual la reforma de la Curia Romana.
 Me ha parecido justo y oportuno compartir con vosotros el cuadro de la 
reforma, poniendo de relieve los criterios que la guían, las medidas 
adoptadas, pero sobre todo la lógica de la razón de cada paso que se ha 
dado y de los que se darán.
Aquí me viene espontáneamente a la memoria el viejo adagio que 
describe la dinámica de los Ejercicios Espirituales en el método 
ignaciano, es decir: Deformata reformare, reformata conformare, conformata confirmare e confirmata transformare.
No hay duda de que en la Curia el significado de la re-forma puede ser doble: en primer lugar hacerla con-forme
 «a la Buena Nueva que debe ser proclamada a todos con valor y alegría, 
especialmente a los pobres, a los últimos y a los descartados»; con-forme
 a los signos de nuestro tiempo y de todo lo bueno que el hombre ha 
logrado, para responder mejor a las necesidades de los hombres y mujeres
 que están llamados a servir;[7] al mismo tiempo, se trata de que la Curia sea más con-forme con su fin, que es el de colaborar con el ministerio específico del Sucesor de Pedro[8] («cum Ipso consociatam operam prosequuntur», dice el Motu Proprio Humanam progressionem), es decir, apoyar al Romano Pontífice en el ejercicio de su potestad única, ordinaria, plena, suprema, inmediata y universal. [9]
En consecuencia, la reforma de la Curia Romana se orienta eclesiológicamente: in bonum e in servitium, igual que el servicio del Obispo de Roma,[10] según una significativa expresión del Papa san Gregorio Magno, recogida en el tercer capítulo de la Constitución Pastor Aeternus
 del Concilio Vaticano I: «Mi honor es el de la Iglesia universal. Mi 
honor es la fuerza sólida de mis hermanos. Me siento muy honrado, cuando
 a cada uno de ellos no se le niega el debido honor».[11]
Como la Curia no es un aparato inmóvil, la reforma es ante todo un 
signo de la vivacidad de la Iglesia en camino, en peregrinación, y de la
 Iglesia viva y por eso —porque está viva— semper reformanda,[12] reformanda
 porque está viva. Es necesario repetir aquí con fuerza que la reforma 
no es un fin en sí misma, sino que es un proceso de crecimiento y sobre 
todo de conversión. La reforma no tiene una finalidad estética, 
como si se quisiera hacer que la Curia fuera más bonita; ni puede 
entenderse como una especie de lifting, de maquillaje o un 
cosmético para embellecer el viejo cuerpo de la Curia, y ni siquiera 
como una operación de cirugía plástica para quitarle las arrugas. [13] Queridos hermanos, no son las arrugas lo que hay que temer en la Iglesia, sino las manchas.
En esta perspectiva, cabe señalar que la reforma sólo y únicamente será eficaz si se realiza con hombres «renovados» y no simplemente con hombres «nuevos».[14]
 No basta sólo cambiar el personal, sino que hay que llevar a los 
miembros de la Curia a renovarse espiritual, personal y 
profesionalmente. La reforma de la Curia no se lleva a cabo de ningún 
modo con el cambio de las personas ―que sin duda sucede y sucederá―[15] sino con la conversión de las personas. En realidad, no es suficiente una «formación permanente», se necesita también y, sobre todo, «una conversión y una purificación permanente».  Sin un «cambio de mentalidad» el esfuerzo funcional sería inútil. [16]
Esta es la razón por la que en nuestros dos encuentros precedentes 
por Navidad me detuve, en el 2014, tomando como modelo a los Padres del 
desierto, sobre algunas «enfermedades» y en 2015, a partir de la palabra
 «misericordia», sobre un ejemplo de «catálogo de virtudes necesarias
 para quien presta servicio en la Curia y para todos los que quieren 
hacer fecunda su consagración o su servicio a la Iglesia». La razón de 
fondo es que el semper reformanda en la Curia, al igual que pasa 
con la Iglesia entera, también se ha de transformar en una conversión 
personal y estructural permanente. [17]
Era necesario hablar de enfermedades y tratamientos, porque cada 
operación, para lograr el éxito, debe ir precedida de un diagnóstico 
profundo, de un análisis preciso y debe ir acompañado y seguido de 
prescripciones precisas.
En este camino es normal, incluso saludable, encontrar dificultades 
que, en el caso de la reforma, se podrían presentar según diferentes 
tipologías de resistencia: las resistencias abiertas, que a menudo provienen de la buena voluntad y del diálogo sincero; las resistencias ocultas, que surgen de los corazones amedrentados o petrificados que se alimentan de las palabras vacías del gatopardismo espiritual de quien de palabra está decidido al cambio, pero desea que todo permanezca como antes; también están las resistencias maliciosas,
 que germinan en mentes deformadas y se producen cuando el demonio 
inspira malas intenciones (a menudo disfrazadas de corderos). Este 
último tipo de resistencia se esconde detrás de las palabras 
justificadoras y, en muchos casos, acusatorias, refugiándose en las 
tradiciones, en las apariencias, en la formalidad, en lo conocido, o en 
su deseo de llevar todo al terreno personal, sin distinguir entre el 
acto, el actor y la acción. [18]
La ausencia de reacción es un signo de muerte. Así que las 
resistencias buenas ―e incluso las menos buenas― son necesarias y 
merecen ser escuchadas, atendidas y alentadas a que se expresen, porque 
es un signo que el cuerpo esté vivo.
Todo esto manifiesta que la reforma de la Curia es un proceso 
delicado que debe ser vivido con fidelidad a lo esencial, con un 
continuo discernimiento, con valentía evangélica, con sabiduría 
eclesial, con escucha atenta, con acciones tenaces, con silencio 
positivo, con firmes decisiones, con mucha oración - con mucha 
oración, con profunda humildad, con clara visión de futuro, con pasos 
concretos hacia adelante e incluso ―cuando sea necesario― retrocediendo,
 con voluntad decidida, con vibrante vitalidad, con responsable 
autoridad, con total obediencia; pero, en primer lugar, abandonándose a 
la guía segura del Espíritu Santo, confiando en su necesaria asistencia.
 Por esto, oración, oración, oración.
ALGUNOS CRITERIOS-GUÍA DE LA REFORMA:
Son principalmente doce: individualidad; pastoralidad; misionariedad;
 racionalidad; funcionalidad; modernidad; sobriedad; subsidiariedad; 
sinodalidad; catolicidad; profesionalidad; gradualidad.
1- Individualidad (Conversión personal)
Vuelvo a reiterar la importancia de la conversión individual, sin la 
cual sería inútil cualquier cambio en las estructuras. El alma de la 
reforma son los hombres a los que va dirigida y la hacen posible. En 
efecto, la conversión personal sostiene y fortalece a la comunitaria.
Hay un fuerte vínculo de intercambio entre la actitud personal y la 
comunitaria. Una sola persona es capaz de hacer tanto bien a todo el 
cuerpo, pero también podría dañarlo y enfermarlo. Y un cuerpo sano es el
 que sabe recuperar, acoger, fortalecer, sanar y santificar a sus 
propios miembros.
2- Pastoralidad (Conversión pastoral)
Recordando la imagen del pastor (cf. Ez 34,16; Jn 10,1-21) y siendo la Curia una comunidad de servicio,
 «nos hace bien también a nosotros, llamados a ser Pastores en la 
Iglesia, dejar que el rostro de Dios Buen Pastor nos ilumine, nos 
purifique, nos transforme y nos restituya plenamente renovados a nuestra
 misión. Que también en nuestros ambientes de trabajo podamos sentir, 
cultivar y practicar un fuerte sentido pastoral, sobre todo hacia las 
personas con las que nos encontramos todos los días. Que nadie se sienta
 ignorado o maltratado, sino que cada uno pueda experimentar, sobre todo
 aquí, el cuidado atento del Buen Pastor».[19] Detrás de los papeles hay personas.
El compromiso de todo el personal de la Curia ha de estar animado por
 una pastoralidad y una espiritualidad de servicio y de comunión, ya que
 este es el antídoto contra el veneno de la vana ambición y de la 
rivalidad engañosa.  En este sentido el Beato Paolo VI advirtió. «Que la
 Curia Romana no sea, por tanto, una burocracia, como injustificadamente
 algunos la juzgan; pretenciosa y apática, sólo canonista y ritualista, 
una palestra de escondidas ambiciones y de sordos antagonismos como 
otros la acusan, sino una verdadera comunidad de fe y de caridad, de 
oración y de acción; de hermanos y de hijos del Papa, que lo hacen todo,
 cada cual respetando la competencia ajena y con sentido de 
colaboración, para ayudarle en su servicio a los hermanos e hijos de la 
Iglesia universal y de toda la tierra».[20]
3.     Misionariedad [21](Cristocrentrismo)
Es la finalidad principal de todos los servicios eclesiásticos, es 
decir, llevar la buena nueva a todos los confines de la tierra,[22]
 como nos recuerda el magisterio conciliar, porque «hay estructuras 
eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador; 
igualmente las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las 
anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y auténtico espíritu 
evangélico, sin “fidelidad de la Iglesia a la propia vocación”, 
cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo».[23]
4.     Racionalidad
Basado en el principio de que todos los Dicasterios son jurídicamente
 iguales entre sí, se veía la necesidad de una racionalización de los 
organismos de la Curia Romana,[24]
 para poner de relieve que cada Dicasterio tiene sus propias 
competencias. Dichas competencias deben ser respetadas y, también, 
distribuidas de forma racional, eficaz y eficiente. Ningún Dicasterio se
 puede atribuir la competencia de otro Dicasterio, según lo establecido 
por el derecho, y por otro lado todos los Dicasterios hacen referencia 
directa al Papa.
5.     Funcionalidad
La eventual fusión de dos o más Dicasterios competentes en materias 
análogas o estrechamente relacionadas en un único Dicasterio sirve, por 
un lado, para dar al mismo Dicasterio mayor relevancia (incluso 
externa); por otro lado, la contigüidad e interacción de entidades 
individuales dentro de un único Dicasterio ayuda a tener una mayor 
funcionalidad (por ejemplo, los dos nuevos Dicasterios de reciente 
institución).[25]
La funcionalidad requiere también la revisión continua de las 
funciones y de la relevancia de las competencias y de la responsabilidad
 del personal y, por lo tanto, la realización de traslados, 
incorporaciones, interrupciones e incluso promociones.
6.     Modernidad (Actualización)
Es la capacidad de saber leer y escuchar los «signos de los tiempos».
 En este sentido: «proveemos con prontitud a que los Dicasterios de la 
Curia Romana se acomoden a las situaciones de nuestro tiempo y se 
adapten a las necesidades de la Iglesia universal».[26]
 Esto fue solicitado por el Concilio Vaticano II: «Los Dicasterios de la
 Curia Romana sean reorganizados según las necesidades de los tiempos y 
con una mejor adaptación a las regiones y a los ritos, sobre todo en 
cuanto al número, nombre, competencia, modo de proceder y coordinación 
de trabajos».[27]
7.     Sobriedad
En esta perspectiva es necesaria una simplificación y agilización de 
la Curia: la unión o fusión de Dicasterios según las materias de 
competencia y la simplificación interna de algunos Dicasterios; la 
eventual supresión de Departamentos que ya no responden más a las 
necesidades contingentes. La inclusión en los Dicasterios o reducción de
 comisiones, academias, comités, etc., todo con vistas a la 
indispensable sobriedad necesaria para un testimonio más correcto y 
auténtico.
8.     Subsidiaridad
Reorganización de competencias específicas de los distintos 
Dicasterios, trasladándolas, si es necesario, de un Dicasterio a otro, 
para lograr autonomía, coordinación y subsidiariedad en las competencias
 y más interrelación en el servicio.
 
En este sentido, también es necesario respetar los principios de 
subsidiariedad y racionalidad en la relación con la Secretaría de Estado
 y dentro de la misma —entre sus diferentes competencias— para que en el
 ejercicio de sus funciones sea la ayuda más directa e inmediata del 
Papa[28];
 además, para una mejor coordinación de los distintos sectores de los 
Dicasterios y de los Departamentos de la Curia. La Secretaría de Estado 
llevará a cabo esta importante función, precisamente mediante la unidad,
 la interdependencia y la coordinación de sus secciones y diferentes 
sectores.
9.     Sinodalidad  
El trabajo de la Curia tiene que ser sinodal: reuniones periódicas de
 los Jefes de Dicasterio, presididas por el Romano Pontífice;[29]
 audiencias de trabajo con regularidad de los Jefes de Dicasterio; 
reuniones interdicasteriales habituales. La reducción del número de 
Dicasterios permitirá encuentros más frecuentes y sistemáticos de cada 
uno de los Prefectos con el Papa, y eficaces reuniones de los Jefes de 
los Dicasterios, que no pueden ser tales cuando se trata de un grupo tan
 grande.
La sinodalidad[30]
 también debe vivirse dentro de cada Dicasterio, dando especial 
importancia al Congreso y, al menos, mayor frecuencia a la Sesión 
ordinaria. Dentro de cada Dicasterio se debe evitar la fragmentación que
 puede ser causada por varios factores, como la proliferación de 
sectores especializados, que pueden tender a ser autoreferenciales. La 
coordinación entre ellos debería ser tarea del Secretario, o del 
Subsecretario.
10.            Catolicidad
Entre los colaboradores, además de sacerdotes y personas consagradas,
 la Curia debe reflejar la catolicidad de la Iglesia a través de la 
contratación de personal proveniente de todo el mundo, de diáconos 
permanentes y fieles laicos y laicas, cuya selección debe hacerse 
cuidadosamente sobre la base de una vida espiritual y moral ejemplar, y 
de su competencia profesional. Es oportuno proporcionar el acceso a un 
mayor número de fieles laicos, sobre todo en aquellos Dicasterios en los
 que pueden ser más competentes que los clérigos o los consagrados. De 
gran importancia es también la valorización del papel de la mujer y de 
los laicos en la vida de la Iglesia, y su integración en puestos de 
responsabilidad en los dicasterios, con particular atención al multiculturalismo.
11.            Profesionalidad
Es esencial que cada Dicasterio adopte una política de formación 
permanente del personal, para evitar el anquilosamiento y la caída en la
 rutina del funcionalismo.
Por otra parte, es esencial archivar definitivamente la práctica del promoveatur ut  amoveatur. Esto es un cáncer.
12.            Gradualidad (discernimiento)
La gradualidad es el resultado del indispensable discernimiento que 
implica un proceso histórico, plazo de tiempo y de etapas, verificación,
 correcciones, pruebas, aprobaciones ad experimentum. En estos casos, por lo tanto, no se trata de indecisión sino de flexibilidad necesaria para lograr una verdadera reforma.
ALGUNOS PASOS REALIZADOS[31]
         Señalo de manera breve y limitada algunos pasos realizados 
en la concretización de los criterios-guía, las recomendaciones de los 
Cardenales, hechas durante las Reuniones plenarias antes del Cónclave, 
de la C.O.S.E.A., del Consejo de Cardenales, así como de los Jefes de 
Dicasterio y de otras personas expertas:
El 13 de abril de 2013 se anunció el Consejo de Cardenales (Consilium Cardinalium Summo Pontifici)
 —el conocido como C8 y, a partir del 1 de julio de 2014, como C9— para 
asesorar principalmente al Papa en el gobierno de la Iglesia universal y
 en otros asuntos relacionados,[32] y también con la misión específica de proponer la revisión de la Constitución Apostólica Pastor Bonus.[33]
Con Quirógrafo del 24 de junio de 2013 fue erigida la 
Pontificia Comisión Referente sobre el Instituto para las Obras de 
Religión, con el objetivo de conocer con mayor profundidad la posición 
jurídica del I.O.R. y permitir una mejor «armonización» con «la misión 
universal de la Sede Apostólica». Todo para «permitir que los principios
 del Evangelio impregnen también las actividades económicas y 
financieras» y alcanzar una transparencia completa y reconocida en su 
actividad.
Con Motu Proprio del 11 de julio de 2013, se ha procedido a delinear la jurisdicción de los órganos judiciales del Estado de la Ciudad del Vaticano en materia penal.
Con Quirógrafo del 18 de julio de 2013, fue constituida la C.O.S.E.A. (Pontificia Comisión Referente de Estudio y Guía para los Asuntos Económicos y Administrativos),[34]
 con el encargo de estudiar, analizar y recoger información, en 
cooperación con el Consejo de Cardenales, para el estudio de los 
problemas organizativos y económicos de la Santa Sede.
Con Motu Proprio del 8 de agosto de 2013, fue 
constituido el Comité de Seguridad Financiera de la Santa Sede, para la 
prevención y la obstaculización del lavado de dinero, del financiamiento
 del terrorismo y de la proliferación de armas de destrucción masiva. 
Todo para llevar al I.O.R. y a todo el sistema económico vaticano a la 
adopción regular y al total cumplimiento, con empeño y diligencia, de 
todas las leyes estándar internacionales sobre la transparencia 
financiera.[35]
Con Motu Proprio del 15 de noviembre de 2013, fue consolidada la Autoridad de Información Financiera (A.I.F.),[36] instituida por Benedicto XVI, con Motu Proprio del 30 de diciembre de 2010, para la prevención y la defensa de las actividades ilegales en campo financiero y monetario.[37]
Con Motu Proprio del 24 de febrero de 2014 (Fidelis Dispensator et Prudens), fueron erigidas la Secretaría para la Economía y el Consejo para la Economía,[38]
 en sustitución del Consejo de los 15 Cardenales, con la misión de 
armonizar las políticas de control relacionadas con la gestión económica
 de la Santa Sede y de la Ciudad del Vaticano.[39]
Con el mismo Motu Proprio (Fidelis Dispensator et Prudens), del 24 de febrero de 2014, fue erigida la Oficina del Revisor General (U.R.G.), como nuevo ente de la Santa Sede encargado de cumplir con la revisión (audit)
 de los Dicasterios de la Curia Romana, de las instituciones 
relacionadas con la Santa Sede —o que hacen referencia a ella— y de las 
administraciones de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Con Quirógrafo del 22 de marzo de 2014 fue instituida 
la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores para «promover 
la protección de la dignidad de los menores y los adultos vulnerables, a
 través de formas y modalidades, conformes a la naturaleza de la 
Iglesia, que se consideren más oportunas».
Con Motu Proprio del 8 de julio de 2014, fue trasferida
 la Sección Ordinaria de la Administración del Patrimonio de la Sede 
Apostólica a la Secretaría para la Economía.
El 22 de febrero de 2015 fueron aprobados los Estatutos de los nuevos Organismos Económicos.
Con Motu Proprio del 27 de junio de 2015, fue erigida 
la Secretaría para la Comunicación con el encargo de «responder al 
contexto actual de la comunicación, caracterizado por la presencia y el 
desarrollo de los medios digitales y por los factores de convergencia e 
interactividad», y también de la restructuración total, a través de la 
reorganización y consolidación de «todas las realidades, que, de 
diversas formas hasta hoy se han ocupado de la comunicación», con el fin
 de «responder cada vez mejor a las exigencias de la misión de la 
Iglesia».
El 6 de septiembre de 2016 se promulgó el Estatuto de la Secretaría para la Comunicación, que entró en vigor el pasado mes de octubre.[40]
Con dos Motu Proprio del 15 de agosto de 2015, se proveyó a la reforma del proceso canónico para las causas de nulidad del matrimonio: Mitis et misericors Iesus, en el Código de los Cánones de las Iglesias Orientales; Mitis Iudex Dominus Iesus, en el Código de Derecho Canónico.[41]
Con Motu Proprio del 4 de junio de 2016 (Como una madre amorosa),
 se ha querido prevenir la negligencia de los Obispos en el ejercicio de
 su oficio, especialmente en lo relacionado con los casos de abusos 
sexuales cometidos contra menores y adultos vulnerables.
Con Motu Proprio del 4 de julio de 2016 (Los bienes temporales),
 siguiendo como principio de máxima importancia que los organismos de 
vigilancia estén separados de los que son vigilados, fueron delineados 
de forma mejor los campos respectivos de competencia de la Secretaria 
para la Economía y de la Administración del Patrimonio de la Sede 
Apostólica.
Con Motu Proprio del 15 de agosto de 2016 (Sedula Mater), se constituyó el Dicasterio para los laicos, la familia y la vida, recordando
 sobre todo la finalidad pastoral general del ministerio petrino: «nos 
esforzamos por disponer con prontitud todas las cosas para que  las 
riquezas de Cristo Jesús se difundan apropiada y abundantemente entre 
los fieles».
Con Motu Proprio del 17 de agosto de 2016 (Humanam progressionem),
 se constituyó el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano 
Integral, de modo que el desarrollo se implemente «a través del cuidado 
de los bienes inconmensurables de la justicia, la paz y la salvaguardia 
de la creación». En este Dicasterio confluirán, desde el 1 de enero de 
2017, cuatro Consejos Pontificios: Justicia y Paz, Cor Unum, Pastoral para los migrantes y Agentes Sanitarios. Me ocuparé directamente «ad tempus» de la sección para la pastoral de los emigrantes y refugiados del nuevo Dicasterio.[42]
El 18 de octubre de 2016 fue aprobado el Estatuto de la Pontificia Academia para la Vida.
         
Este nuestro encuentro comenzó hablando del 
significado de la Navidad como cambio de nuestros criterios humanos para
 evidenciar que el corazón y el centro de la reforma es Cristo (Cristocentrismo).
         Deseo concluir sencillamente con una palabra y una oración. 
La palabra es la de reiterar que la Navidad es la fiesta de la humildad amorosa de Dios.
 Para la oración he elegido la convocación navideña del padre Matta El 
Meskin (monje contemporáneo), que dirigiéndose al Señor Jesús, nacido en
 Belén, así se expresa: «si para nosotros la experiencia de la 
infancia es algo difícil, para ti no lo es, Hijo de Dios. Si tropezamos 
en el camino que lleva a la comunión contigo según tu pequeñez, tú eres 
capaz de quitar todos los obstáculos que nos impiden de hacer esto. 
Sabemos que no tendrás paz hasta que no nos encuentres según tu 
semejanza y pequeñez. Permítenos hoy, Hijo de Dios, acercarnos a tu 
corazón. Haz que no nos creamos grandes por nuestras experiencias. 
Concédenos, en cambio, que seamos pequeños como tú, para que podamos 
estar cerca de ti y recibir de ti humildad y mansedumbre en abundancia. 
No nos prives de tu revelación, la epifanía de tu infancia en nuestros 
corazones, para que con ella podamos curar todo tipo de orgullo y de 
arrogancia. Tenemos mucha necesidad […] de que reveles en nosotros tu 
sencillez, llevándonos a nosotros, también a la Iglesia y al mundo 
entero, a ti. El mundo está cansado y exhausto porque compite para ver 
quién es el más grande. Hay una competencia despiadada entre gobiernos, 
entre iglesias, entre pueblos, al interno de las familias, entre una 
parroquia y otra: ¿Quién es el más grande entre nosotros? El mundo está 
plagado de heridas dolorosas porque su grave enfermedad es: ¿quién es el
 más grande? Pero hoy hemos encontrado en ti, nuestro único medicamento,
 Hijo de Dios. Nosotros y el mundo entero no encontraremos salvación ni 
paz, si no volvemos a encontrarnos de nuevo en el pesebre de Belén. Amen».[43]
Gracias. Os deseo una santa Navidad y un feliz Año Nuevo 2017.
Al final, de forma espontánea, FRANCISCO añadió:
“Cuando hablé hace dos años sobre las enfermedades, uno de vosotros 
vino a decirme: «¿Dónde tengo que ir, a la farmacia o a confesarme?» — 
«Bueno, las dos cosas», dije yo. Y cuando saludé al Cardenal 
Brandmüller, él me miró a los ojos y me dijo: «Acquaviva». En el 
momento, no comprendí, pero después pensando, pensando, recordé que 
Acquaviva, tercer general de la Compañía de Jesús, había escrito un 
libro que nosotros, como estudiantes, leíamos en latín; los padres 
espirituales nos lo hacían leer, se llamaba así: Industriae pro Superioribus ejusdem Societatis ad curandos animae morbos, es
 decir las enfermedades del alma Hace tres meses se publicó una edición 
muy buena en italiano, realizada por el padre Giuliano Raffo, fallecido 
recientemente; con un prólogo que indica cómo se debe leer, y también 
una buena introducción. No es una edición crítica, pero la traducción es
 muy bella, está bien hecha y pienso que puede ayudar. Como regalo de 
Navidad me gustaría ofrecerlo a cada uno de vosotros. Gracias
[1] Sermo 187,1: PL 38,1001: «Magnus dies angelorum, parvus in die hominum […] magnus in forma Dei, brevis in forma servi».
[2] Hom. IV,9: PG 34, 480.
[3] Cf. Il Signore, Milán 1977, 404.
[4] Homilía (25 diciembre 1971).
[5] Cf. Pedro Crisólogo, Sermo 118: PL 52, 617
[6]
 Santa Teresa del Niño Jesús —la enamorada de la pequeñez de Jesús— en 
su última carta, del 25 de agosto de 1897, dirigida a un sacerdote, que 
le había sido designado como «hermano espiritual», escribía: «No puedo 
temer a un Dios que por mí se ha hecho pequeño. Yo lo amo. De hecho, él 
es todo amor y misericordia» (Carta 266: Opere complete, Roma 1997, 606).
[7] Cf. Carta
 Apostólica en forma de «Motu Proprio» con la que se instituye el 
Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (17 agosto 2016).
[8]
 La Curia Romana tiene la función de ayudar al Papa en su gobierno 
cotidiano de la Iglesia, es decir en sus tareas propias, que son: a) 
conservar a todos los fieles «en el vínculo de una sola fe y de la 
caridad», y también «en la unidad de la fe y de la comunión»; b) «para 
que el episcopado sea uno e indivisible» (Conc. Vat. I, Const. dogm. Pastor aeternus,
 Prólogo). «Este santo Sínodo, siguiendo las huellas del Concilio 
Vaticano I, enseña y declara que Jesucristo, Pastor eterno, edificó la 
santa Iglesia y que envió a sus Apóstoles, lo mismo que él fue enviado 
por el Padre (cf. Jn 20,21), y quiso que los sucesores de 
aquéllos, los Obispos, fuesen los pastores en su Iglesia hasta la 
consumación de los siglos. Pero para que el mismo Episcopado fuese uno 
solo e indiviso, puso al frente de los demás Apóstoles al bienaventurado
 Pedro e instituyó en la persona del mismo el principio y fundamento, 
perpetuo y visible, de la unidad de fe y de comunión» (Conc. Ecum. Vat. 
II, Const. dogm. Lumen gentium, 18).
[9]
 El Concilio Vaticano II, sobre la Curia Romana, explica que «en el 
ejercicio supremo, pleno e inmediato de su poder sobre toda la Iglesia, 
el Romano Pontífice se sirve de los Dicasterios de la Curia Romana, que,
 en consecuencia, realizan su labor en su nombre y bajo su autoridad, 
para bien de las Iglesias y servicio de los sagrados pastores (Decreto Christus Dominus,
 9). Así, nos recuerda, ante todo, que la Curia es un organismo que 
ayuda al Papa y precisa, al mismo tiempo, que el servicio de los 
organismos de la Curia Romana está siempre realizado nomine et auctoritate del mismo Romano Pontífice. Es por esto que la actividad de la Curia se ejerce in bonum Ecclesiarum et in servitium Sacrorum Pastorum,
 es decir, orientada ya sea al bien de las Iglesias particulares, o bien
 para ayudar a sus Obispos. Las Iglesias particulares son «formadas a 
imagen de la Iglesia universal, en las cuales y a base de las cuales se 
constituye la Iglesia católica, una y única» (Const. dogm. Lumen gentium, 23).
[10] Pablo VI, Discurso a la Curia Romana
 (21 septiembre 1963): «Por lo demás, una tal consonancia entre el Papa y
 su Curia es una norma constante. No sólo en las grandes horas de la 
historia este acuerdo demuestra su existencia y su fuerza, sino que 
siempre está vigente; en cada día, en cada acto del ministerio 
pontificio, como conviene al órgano de inmediata adhesión y absoluta 
obediencia, del que el Romano Pontífice se sirve para desarrollar su 
misión universal. Esta relación esencial de la Curia romana con el 
ejercicio de la actividad apostólica del Papa es la justificación, más 
aún, la gloria de la Curia misma, resultando de la relación misma, su 
necesidad, su utilidad, su dignidad y su autoridad; pues la Curia romana
 es el instrumento que el Papa precisa y del que el Papa se sirve para 
cumplir su propio mandato divino. Un instrumento dignísimo, al cual, no 
es de extrañar si por parte de todos, empezando por Nos mismo, tanto se 
le pide y tanto se le exige. Su función requiere capacidad y virtud 
sumas, porque precisamente es altísima su misión. Función delicadísima, 
cual es la de ser custodio y eco de las verdades divinas, y hacerse 
lenguaje y diálogo con las almas humanas; función amplísima que tiene 
por frontera el mundo entero; función noble, cual es la de escuchar e 
interpretar la voz del Papa y al mismo tiempo de velar porque no le 
falte ninguna información que pueda serle útil y objetiva, así como 
tampoco ningún filial y ponderado consejo».
[11] Ep ad Eulog. Alexandrin., epist.
 30: PL 77, 933. La Curia Romana «recibe del Pastor de la Iglesia 
universal su existencia y competencia. Efectivamente, existe y actúa en 
la medida en que se refiere al ministerio petrino y se funda en él» 
(Juan Pablo II, Const. Ap. Pastor Bonus, Introd. 7; cf. art. 1).
[12]
 La historia confirma que la Curia Roma ha estado en permanente 
«reforma», al menos en los últimos cien años. «La que fue anunciada el 
13 de abril de 2013 con la comunicación de la Secretaría de Estado llega
 como cuarta desde la primera efectuada por san Pío X con la 
Constitución Sapienti Consilio de 1908. Esta reforma se efectuaba
 ciertamente con urgencia en la perspectiva de la nueva disposición 
canónica, ya en preparación; todavía más, era necesaria por haber puesto
 término al poder temporal. Siguió la realizada por el beato Pablo VI 
con la Regiminis Ecclesiae Universae (1967), después de la 
celebración del Concilio Vaticano II. El mismo Papa había previsto un 
examen ulterior del texto a la luz de una primera experiencia. En 1988 
llegó la Constitución Pastor Bonus de san Juan Pablo II, que en 
línea general seguía el esquema montiniano, pero incluyó una 
clasificación diferente de los varios organismos y de sus competencias 
en sintonía con el CIC 1983. Dentro de estos pasos fundamentales, se 
registran otras modificaciones importantes. Benedicto XV, por ejemplo, 
creó e incluyó entre las Congregaciones romanas la de los Seminarios 
(hasta ese momento sección dentro de la Congregación Consistorial) y las
 Universidades de los Estudios (1915) y otra para las Iglesias 
Orientales (1917: anteriormente fue constituida como sección de la S. Congregatio de Propaganda Fide). Juan Pablo II hizo cambios en la organización de la Curia posteriores a la Pastor Bonus
 y, después de él, Benedicto XVI realizó también cambios significativos;
 por ejemplo, la creación del Pontificio Consejo para la Promoción de la
 Nueva Evangelización (2010), el cambio de competencia sobre los 
Seminarios, de la Congregación para Educación Católica a la del Clero, y
 de la competencia sobre la Catequesis, de esta última al Pontificio 
Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización (2013). A todo esto
 se añadirán otras intervenciones de simplificación, realizadas en el 
trascurso de los años y algunas vigentes hasta el día de hoy, con la 
unificación de varios Dicasterios bajo una única presidencia» (Marcello 
Semeraro, La riforma di Papa Francesco, Il Regno, Anno LXI, n. 1240, 15 julio 2016, pp. 433 – 441).
[13]
 En este sentido Pablo VI, el 21 de septiembre de 1963, dirigiéndose a 
la Curia Romana, dijo: «Es explicable que tal ordenamiento esté lastrado
 por su misma edad venerable, que se resienta de la disparidad de sus 
órganos y de su acción con respecto a las necesidades y costumbres de 
los tiempos nuevos, que sienta al mismo tiempo la exigencia de 
simplificarse y descentralizarse, de extenderse y disponerse para las 
nuevas funciones».
[14]
 Pablo VI, el 22 de febrero de 1975, con ocasión del Jubileo de la Curia
 Romana, afirmó: «Somos la Curia Romana, […] esta nuestra conciencia, 
que deseamos claramente no sólo en su definición canónica, sino también 
en su contenido moral y espiritual, impone a cada uno de nosotros un 
acto de penitencia en conformidad a la disciplina propia del Jubileo, 
acto que podemos llamar de autocrítica para verificar, en el secreto de 
nuestros corazones, si nuestro comportamiento corresponde al oficio que 
nos ha sido confiado. Nos estimula a esta confrontación interior sobre 
todo la coherencia de nuestra vida eclesial, y después el análisis, que 
tanto la Iglesia como la sociedad hace de nosotros, en ocasiones no 
objetivo, y mucho más severo cuanto más sea nuestra posición de 
representación, de la que debería irradiar una ejemplaridad ideal […]. 
Dos sentimientos espirituales por lo tanto darán sentido y valor a 
nuestra celebración jubilar: un sentimiento de sincera humildad, que 
quiere decir verdad sobre nosotros mismos, declarándonos ante todo 
necesitados de la misericordia de Dios» (Insegnamenti di Paolo VI, XIII [1975], pp. 172-176).
[15]
 En esta lógica, la sucesión de generaciones hace parte de la vida; ¡ay 
de nosotros si pensamos o vivimos olvidando esta verdad! Entonces, el 
cambio de personas es normal, necesario y deseable.
[16]
 Benedicto XVI, inspirándose en una visión de santa Hildegarda de 
Bingen, durante su Discurso a la Curia del 20 de diciembre de 2010, 
recordó que el mismo rostro de la Iglesia desgraciadamente puede estar 
«cubierto de polvo» y «su vestido roto», y por esto he recordado a su 
vez que la curación «es también fruto de tener conciencia de la 
enfermedad, y de la decisión personal y comunitaria de curarse, 
soportando pacientemente y con perseverancia la cura» (Discurso a la Curia Romana, 22 diciembre 2014).
[17] Se trata de entender la reforma como una transformación, es decir, un cambio hacia adelante, un mejorar: mutar/cambiar in melius.
[18] Cf. Homilía en Domus Sanctae Marthae (1 diciembre 2016).
[19] Cf. Homilía con ocasión del Jubileo de la Curia Romana (22 febrero 2016); cf. Discurso de inauguración de los trabajos del Consistorio (12 febrero 2015).
[20] Pablo VI, Discurso a la Curia Romana (21 septiembre 1963).
[21]
 «La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la 
misión esencial de la Iglesia; una tarea y misión que los cambios 
amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. 
Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la 
Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, […] la
 comunidad de los cristianos no está nunca cerrada en sí misma. En ella,
 la vida íntima —la vida de oración, la escucha de la Palabra y de las 
enseñanzas de los Apóstoles, la caridad fraterna vivida, el pan 
compartido— no tiene pleno sentido más que cuando se convierte en 
testimonio, provoca la admiración y la conversión, se hace predicación y
 anuncio de la Buena Nueva. Es así como la Iglesia recibe la misión de 
evangelizar y como la actividad de cada miembro constituye algo 
importante para el conjunto» (Id., Exhort. ap. Evangelii Nuntiandi,
 14-15). «“No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros 
templos” y que hace falta pasar “de una pastoral de mera conservación a 
una pastoral decididamente misionera”» (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 15).
[22]
 No se puede perder la tensión por el anuncio destinado a los que están 
lejos de Cristo, porque esta es la primera tarea de la Iglesia (cf. Juan
 Pablo II, Carta Enc. Redemptoris misio, 34).
[23] Exhort. Ap. Evangelii gaudium,
 n. 26. «Sueño una opción misionera [= misión paradigmática] capaz de 
transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, 
el lenguaje y toda estructura eclesial [= misión programática] se 
convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual 
más que para la autopreservación» (ibíd. 27). En este sentido, 
«lo que hace caer las estructuras caducas, lo que lleva a cambiar los 
corazones de los cristianos, es precisamente la misionariedad», puesto 
que «la misión programática, como su nombre lo indica, consiste en la 
realización de actos de índole misionera. La misión paradigmática, en 
cambio, implica poner en clave misionera la actividad habitual de las 
Iglesias particulares» (Discurso al Comité de coordinación del CELAM, Río de Janeiro, 28 julio 2013).
[24] Cf. Pablo VI, Const. Ap. Regimini Ecclesiae Universae art. 1 §2; Pastor Bonus art. 2 §2.
[25]
 «De Roma parte hoy la invitación a la puesta al día (“aggiornamento” 
[…], es decir, al perfeccionamiento de todo, lo interno y lo externo, de
 la Iglesia. […] La Roma papal hoy es muy distinta, y, gracias a Dios, 
mucho más digna, más prudente y más santa; mucho más consciente de su 
vocación evangélica, mucho más comprometida: con su misión cristiana, y,
 por tanto, mucho más deseosa y susceptible de perenne renovación» 
(Pablo VI, Discurso a la Curia Romana, 21 septiembre 1963)
[26] Motu Proprio Sedula Mater (15 agosto 2016).
[27] Decreto Christus Dominus, 9.
[28]
 Entre las funciones del Secretario de Estado, como primer colaborador 
del Sumo Pontífice en el ejercicio de su suprema misión y ejecutor de 
las decisiones que el Papa realiza con la ayuda de los órganos de 
consulta, debe ser preeminente la periódica y frecuente reunión con los 
Jefes de Dicasterio. En todo caso, es de primera necesidad la 
coordinación y la colaboración de los Dicasterios entre sí y con los 
otros Departamentos.
[29] Cf. Juan Pablo II, Const. Ap. Pastor Bonus, 22.
[30] Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha (cf. Discurso por la conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 octubre 2015; Exhort Ap. Evangelii gaudium,
 171). Las etapas de recepción de contribuciones para la reforma de la 
Curia han sido: 1. Recogida de opiniones, en el verano de 2013, de los 
Jefes de Dicasterio y de otros, de los Cardenales del Consejo, de cada 
Obispo y de las Conferencias Episcopales del ámbito de procedencia; 2. 
Reunión de los Jefes de Dicasterio el 10 de septiembre de 2013 y el 24 
de noviembre de 2014; 3. Consistorio del 12 al 13 febrero de 2015; 4. 
Carta del Consejo de los Cardenales a los Jefes de Dicasterio, del 17 de
 septiembre de 2014, para eventuales “descentralizaciones”; 5. 
Intervenciones de cada Jefe de Dicasterio en las reuniones del Consejo 
de Cardenales para pedir propuestas y opiniones con vistas a la reforma 
del mismo Dicasterio (cf. Marcello Semeraro, La riforma di Papa Francesco, Il Regno, pp. 433 – 441).
[31]
 Para profundizar en los pasos realizados, las razones y las finalidades
 del proceso de reforma se recomienda dirigirse de modo particular a las
 tres Cartas Apostólicas en forma de Motu Proprio con las que se 
ha intervenido hasta el día de hoy para la creación, la variación y la 
supresión de algunos Dicasterios de la Curia Romana.
[32]
 El ritmo de trabajo ha tenido ocupados a los miembros del Consejo hasta
 el día de hoy por un total de 93 reuniones, durante mañana y tarde.
[33]
 Las sesiones de trabajo del Consejo han sido hasta hoy más de dieciséis
 (de media, una cada dos meses), distribuidas en el tiempo de este modo:
 I. Sesión: 1-3 octubre 2013; II. Sesión: 3-5 diciembre 2013; III; 
Sesión: 17-19 febrero 2014; IV. Sesión: 28-30 abril 2014; V. Sesión:
 1-4 julio 2014; VI. Sesión: 15-17 septiembre 2014; VII. Sesión: 
9-11 diciembre 2014; VIII. Sesión: 9-11 febrero 2015; IX. Sesión 
13-15 marzo 2015; X. Sesión 8-10 junio 2015; XI. Sesión 14-16 
septiembre 2015; XII. Sesión 10-12 diciembre 2015; XIII. Sesión 8-9 
febrero 2016; XIV. Sesión 11-13 abril 2016; XV. 6-8 junio 2016; 
XVI. 12-14 septiembre 2016; XVII. 12-14 diciembre 2016.
[34]
 Erigida el 18 de julio de 2013 y suprimida el 22 de mayo de 2014, con 
la función de ofrecer ayuda técnica de orientación especializada y 
elaborar soluciones estratégicas de mejora, aptas para evitar derroche 
de recursos económicos, para favorecer la trasparencia en los procesos 
de adquisición de bienes y servicios, para perfeccionar la 
administración del patrimonio mobiliario e inmobiliario, para actuar 
cada vez más con mayor prudencia en ámbito financiero, para asegurar una
 correcta aplicación de los principios contables y para garantizar 
asistencia sanitaria y seguridad social a todos los que tienen derecho: 
«a una simplificación y racionalización de los organismos existentes y a
 una programación más atenta de las actividades económicas de todas las 
administraciones vaticanas» (Quirógrafo del 18 julio 2013).
[35]
 Por ejemplo las recomendaciones elaboradas por el Grupo de la Acción 
Financiera Internacional (G.A.F.I.). Hoy la actividad del I.O.R. es 
totalmente conforme a la normativa vigente en materia de lavado de 
dinero y lucha contra la financiación del terrorismo en el Estado de la 
Ciudad del Vaticano.
[36]
 La A.I.F. es el Departamento de prevención y obstaculización del lavado
 de dinero procedente de actividades criminales y de la financiación del
 terrorismo (Estatuto 1, Art. 1, Par. 1); con la tarea, entre otras, de 
supervisar el respeto de las obligaciones establecidas en esta materia 
de prevención y de evitar el lavado de dinero y la financiación del 
terrorismo, de emanar disposiciones de actuación y de adoptar 
instrucciones y procesos de carácter particular ante los sujetos 
sometidos a obligaciones.
[37]
 La A.I.F. ha sido instituida también para renovar el compromiso de la 
Santa Sede en la adopción de principios y en empleo de los instrumentos 
jurídicos desarrollados por la Comunidad internacional, adecuando además
 la ordenación institucional con vistas a la prevención y a la lucha 
contra el lavado de dinero, la financiación del terrorismo y la 
proliferación de armas de destrucción masiva.
[38]
 El Consejo para la Economía tiene «la tarea de supervisar la gestión 
económica y vigilar las estructuras y actividades administrativas y 
financieras de los Dicasterios de la Curia Romana, de las Instituciones 
relacionadas con la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano» 
(Motu Proprio Fidelis Dispensator et Prudens, 1).
[39]
 «El Departamento del Revisor General actúa en plena autonomía e 
independencia de acuerdo con la legislación vigente y con el propio 
Estatuto, informando directamente al Sumo Pontífice. Somete al Consejo 
para la Economía un programa anual de revisión y una relación anual de 
las propias actividades. La finalidad del programa de revisión es el de 
individuar las áreas más importantes de gestión y organizativas 
potencialmente de riesgo». El departamento de Revisor General es la 
institución que desarrolla la revisión contable de los Dicasterios de la
 Curia Romana, de las Instituciones relacionadas con la Santa Sede y del
 Estado de la Ciudad del Vaticano. La actividad del U.R.G. tiene el 
objetivo de dar orientaciones profesionales e independientes, sobre la 
oportunidad de procesos contables y administrativos (sistema de control 
interno) y su efectiva aplicación (compliance audit), así mismo la fiabilidad de los presupuestos de cada Dicasterio y la consolidación (financial audit) y la regularidad de la utilización de los recursos financieros y materiales (value for money audit).
[40]«El
 contexto actual de la comunicación, caracterizado por la presencia y la
 evolución de los medios digitales y por factores de convergencia e 
interactividad. Esta nueva situación requiere una reorganización que, 
teniendo en cuenta la historia de lo que se ha realizado en el marco de 
la comunicación de la Sede Apostólica, proceda hacia una integración y 
gestión unitaria».
[41] Con el Motu Proprio del 31 de mayo de 2016 (De concordia inter Codices), fueron cambiadas algunas normas del Código de Derecho Canónico.
[42]
 «Este Dicasterio será competente en las cuestiones que se refieren a 
las migraciones, los necesitados, los enfermos y los excluidos, los 
marginados y las víctimas de los conflictos armados y de las catástrofes
 naturales, los encarcelados, los desempleados y las víctimas de 
cualquier forma de esclavitud y de tortura».
[43] L’umanità di Dio, Qiqajon, Magnano 2015, 183-184.
 
