“Venís de regiones del mundo muy distantes y diferentes unas de
otras, y este hecho siempre es aquí en Roma, un motivo de alegría ya
que el horizonte de la Santa Sede es, por su naturaleza universal, a
causa de la vocación y de la misión que Dios encomendó al sucesor de
Pedro: una misión esencialmente religiosa que, sin embargo, también
asume en la historia la dimensión de las relaciones con los estados y
sus gobernantes. En este contexto histórico –observó– la
Iglesia Católica, que tiene en la Santa Sede, por así decirlo, su centro
unificador y propulsor, está llamada a transmitir y testimoniar esos
valores espirituales y morales que se fundan en la naturaleza misma del
ser humano y de la sociedad, y que, como tales, puede ser compartidos
por todos los que persiguen la promoción del bien común”.
“Entre estos valores ocupa un lugar destacado el de la paz, como demuestra en nuestra época el hecho de que durante cincuenta años los sumos pontífices hayan dedicado a la paz el día 1 de enero dirigiendo a las autoridades civiles y religiosas de todo el mundo y a los hombres y mujeres de buena voluntad un mensaje particular. Para la próxima Jornada Mundial de la Paz se ha publicado precisamente hace tres días el Mensaje, cuyo tema es: "La no violencia: un estilo de política para la paz." La feliz ocasión de nuestro encuentro me permite compartir con ustedes algunas breves reflexiones sobre esta cuestión”.
“La no violencia es un ejemplo típico de valor universal, que encuentra en el Evangelio de Cristo su cumplimiento pero también pertenece a otras tradiciones espirituales nobles y antiguas. En un mundo como este, por desgracia marcado por las guerras y los numerosos conflictos, así como por una violencia difusa que se manifiesta en formas diversas en la convivencia ordinaria, la elección de la no violencia como estilo de vida se convierte cada vez más en una exigencia de responsabilidad en todos los niveles, desde la educación familiar y el compromiso social y civil, a la actividad política y las relaciones internacionales. Se trata, en todas las circunstancias, de rechazar la violencia como método de resolución de conflictos, y de enfrentarlos, en cambio, siempre a través del diálogo y la negociación.
En particular, los que tienen cargos institucionales en el ámbito nacional o internacional, están llamados a asumir en su propia conciencia y en el ejercicio de sus funciones un estilo no violento, que no es sinónimo de debilidad o pasividad, sino que, por el contrario, presupone la fortaleza, el valor y la capacidad de enfrentarse a los problemas y conflictos con honestidad intelectual, buscando realmente el bien común antes y más que cualquier interés partidario, tanto ideológico como económico o político. En el último siglo, devastado por guerras y genocidios de proporciones sin precedentes, también podemos recordar ejemplos luminosos de cómo la no violencia, abrazada con convicción y practicada constantemente, pueda lograr resultados significativos en el nivel social y político. Algunas poblaciones, e incluso naciones enteras, a través de los esfuerzos de los líderes no violentos, han conquistado metas de libertad y justicia de manera pacífica. Este es el camino a seguir en el presente y en el futuro. Este es el camino de la paz, no el que se proclama con palabras pero se niega de hecho con la búsqueda de estrategias de dominio, sostenido por gastos escandaloso en armamentos, mientras muchas personas se ven privadas de lo necesario para vivir.
“Estimados Embajadores –terminó FRANCISCO– mi deseo y el de la Santa Sede es proseguir junto con los gobiernos de vuestros países este proceso de promoción de la paz, como también de aquellos otros valores que contribuyen a la formación integral del ser humano y de la sociedad. Con esta perspectiva expreso mis mejores deseos para la misión que comienzan hoy, asegurando para ello la colaboración de la curia romana e invocando sobre ustedes, sus familias y sus respectivos países una abundancia de bendiciones divinas”.
“Entre estos valores ocupa un lugar destacado el de la paz, como demuestra en nuestra época el hecho de que durante cincuenta años los sumos pontífices hayan dedicado a la paz el día 1 de enero dirigiendo a las autoridades civiles y religiosas de todo el mundo y a los hombres y mujeres de buena voluntad un mensaje particular. Para la próxima Jornada Mundial de la Paz se ha publicado precisamente hace tres días el Mensaje, cuyo tema es: "La no violencia: un estilo de política para la paz." La feliz ocasión de nuestro encuentro me permite compartir con ustedes algunas breves reflexiones sobre esta cuestión”.
“La no violencia es un ejemplo típico de valor universal, que encuentra en el Evangelio de Cristo su cumplimiento pero también pertenece a otras tradiciones espirituales nobles y antiguas. En un mundo como este, por desgracia marcado por las guerras y los numerosos conflictos, así como por una violencia difusa que se manifiesta en formas diversas en la convivencia ordinaria, la elección de la no violencia como estilo de vida se convierte cada vez más en una exigencia de responsabilidad en todos los niveles, desde la educación familiar y el compromiso social y civil, a la actividad política y las relaciones internacionales. Se trata, en todas las circunstancias, de rechazar la violencia como método de resolución de conflictos, y de enfrentarlos, en cambio, siempre a través del diálogo y la negociación.
En particular, los que tienen cargos institucionales en el ámbito nacional o internacional, están llamados a asumir en su propia conciencia y en el ejercicio de sus funciones un estilo no violento, que no es sinónimo de debilidad o pasividad, sino que, por el contrario, presupone la fortaleza, el valor y la capacidad de enfrentarse a los problemas y conflictos con honestidad intelectual, buscando realmente el bien común antes y más que cualquier interés partidario, tanto ideológico como económico o político. En el último siglo, devastado por guerras y genocidios de proporciones sin precedentes, también podemos recordar ejemplos luminosos de cómo la no violencia, abrazada con convicción y practicada constantemente, pueda lograr resultados significativos en el nivel social y político. Algunas poblaciones, e incluso naciones enteras, a través de los esfuerzos de los líderes no violentos, han conquistado metas de libertad y justicia de manera pacífica. Este es el camino a seguir en el presente y en el futuro. Este es el camino de la paz, no el que se proclama con palabras pero se niega de hecho con la búsqueda de estrategias de dominio, sostenido por gastos escandaloso en armamentos, mientras muchas personas se ven privadas de lo necesario para vivir.
“Estimados Embajadores –terminó FRANCISCO– mi deseo y el de la Santa Sede es proseguir junto con los gobiernos de vuestros países este proceso de promoción de la paz, como también de aquellos otros valores que contribuyen a la formación integral del ser humano y de la sociedad. Con esta perspectiva expreso mis mejores deseos para la misión que comienzan hoy, asegurando para ello la colaboración de la curia romana e invocando sobre ustedes, sus familias y sus respectivos países una abundancia de bendiciones divinas”.