Bangui, REPÚBLICA CENTROAFRICANA (Agencia Fides, 07/03/2017) - “Todos los refugiados han regresado a casa!”
así lo ha anunciado el padre Federico Trinchero, misionero carmelita
descalzo que trabaja en el convento de Notre Dame du Mont Carmel en
Bangui, la capital de la República Centroafricana, donde, tras la guerra
civil en 2012, fueron acogidos 10 mil desplazados.
“Tras tres años y tres meses, aquí termina nuestra aventura que comenzó
el 5 de diciembre de 2013. Y este es el último episodio de la historia
de nuestro monasterio que de repente se convirtió en un campo de
refugiados”, escribe el p. Federico. A continuación publicamos un
extracto de su historia:
“Desde este mes de enero, un proyecto financiado por el Alto Comisionado
para los Refugiados de las Naciones Unidas, en cooperación con el
Gobierno de la República Centroafricana y otros partner, ha permitido a
todos nuestros refugiados (y aquellos, mucho más numerosos, que todavía
estaban acampados cerca del aeropuerto de Bangui) poder regresar por fin
a los barrios de la ciudad y reanudar una vida normal. Cada familia ha
recibido una pequeña ayuda económica con la única condición de llevarse
todas sus pertenencias a su nueva residencia, desmontar su tienda de
campaña y abandonar el campo. El abandono del campo ha sido libre y no
se ha obligado a nadie a abandonar el campo, pero, de hecho, todos han
aceptado de buena gana el marcharse.
Todo se ha llevado a cabo de una manera ordenada y sin mayores
contratiempos. O mejor dicho, hemos quedamos sorprendidos por la forma
rápida, serena y disciplinada con la que se ha vaciado nuestro campo de
refugiados. Obviamente, todo esto ha sido posible no sólo por el pequeño
incentivo económico, sino sobre todo por la situación de paz y
seguridad que ahora se ha creado en la capital. Este nuevo clima ha
alentado a nuestros refugiados a dar el paso y empezar una nueva vida en
sus barrios de origen o en otros barrios de la ciudad.
El 8 de enero, celebramos una misa de acción de gracias al Señor por
todas las bendiciones que nos ha mandado en estos tres años, y porque
nunca nos ha fallado su protección y su providencia. Terminamos la misa
en la colina del centro de nuestra propiedad bendiciendo la ciudad de
Bangui e implorando el don de la paz para todo el país. De hecho, no hay
que olvidar que, si la situación ha mejorado notablemente en la
capital, todavía no ha sucedido lo mismo en otras partes del país, como
Bocaranga o Bambari.
Pequeños grupos de rebeldes - no siempre fácilmente identificables, a
menudo divididos entre sí y poco claros en sus reivindicaciones - por
desgracia siguen realizando acciones criminales que causan víctimas
inocentes, sembrando el miedo y obligando a la población a abandonar las
aldeas. Con gran dificultad la misión de la ONU busca frenar estos
fenómenos que, con suerte, podrán ser erradicados del todo para permitir
que todo el país - no sólo la capital – pueda retomar con decisión el
camino de la paz y el desarrollo”.