Kampala, UGANDA, 29 de noviembre de 2015
(VIS).- La jornada del Papa FRANCISCO terminó con el encuentro con los sacerdotes,
religiosos y seminaristas en la catedral de Kampala, dedicada al
Sagrado Corazón de Jesús. Antes, el Santo Padre se había reunido con los
obispos de Uganda, alrededor de treinta, incluidos los eméritos, en el
arzobispado, poco distante de la catedral.
A
su llegada el Pontífice recibió el saludo del Obispo encargado de la vida
consagrada, John Baptist Kaggwa, a quien entregó, para que fuera
publicado, el discurso que había preparado para la ocasión y , de nuevo,
se dirigió a los presentes improvisando unas palabras en español y
disculpándose por no hacerlo en inglés.
''Tres
cosas les quiero decir -comenzó FRANCISCO- Primero de todo, en el libro
del Deuteronomio, Moisés recuerda a su pueblo: ¡No olviden! Y lo repite
durante el libro varias veces: ¡No olvidar¡ No olvidar todo lo que Dios
hizo por el pueblo. Lo primero que les quiero decir a ustedes es que
tengan, pidan la gracia de la memoria. Como les dije a los jóvenes:
''Por la sangre de los católicos ugandeses está mezclada la sangre de
los mártires''. ¡No pierdan la memoria de esta semilla!, para que, así,
sigan creciendo. El principal enemigo de la memoria es el olvido, pero
no es el más peligroso. El enemigo más peligroso de la memoria es
acostumbrarse a heredar los bienes de los mayores. La Iglesia en Uganda
no puede acostumbrarse nunca al recuerdo lejano de estos mártires.
Mártir significa testigo. La Iglesia en Uganda para ser fiel a esa
memoria tiene que seguir siendo testigo, no tienen que vivir de renta.
Las glorias pasadas fueron el principio, pero ustedes tienen que hacer
las glorias futuras. Y ese es el encargo que les da la Iglesia a
ustedes: Sean testigos como fueron testigos los mártires que dieron la
vida por el Evangelio''.
''Para
ser testigos – segunda palabra que les quiero decir – es necesaria la
fidelidad. Fidelidad a la memoria, fidelidad a la propia vocación,
fidelidad al celo apostólico. Fidelidad significa seguir el camino de la
santidad. Fidelidad significa hacer lo que hicieron los testigos
anteriores: ser misioneros. Quizás acá en Uganda hay diócesis que tienen
mucho sacerdotes y diócesis que tienen pocos. Fidelidad significa
ofrecerse al obispo para irse a otra diócesis que necesita misioneros. Y
esto no es fácil. Fidelidad significa perseverancia en la vocación. Y
acá quiero agradecer de una manera especial el ejemplo de fidelidad que
me dieron las hermanas de la Casa de la Misericordia: fidelidad a los
pobres, a los enfermos, a los más necesitados, porque Cristo está allí.
Uganda fue regada con sangre de mártires, de testigos. Hoy es necesario
seguir regándola, y para eso, nuevos desafíos, nuevos testimonios,
nuevas misiones sino van a perder la gran riqueza que tienen y ''la
perla de África'' terminará guardada en un museo, porque el demonio
ataca así, de a poquito. Y estoy hablando no sólo para los sacerdotes,
también para los religiosos. Lo de los sacerdotes lo quise decir de una
manera especial respecto al problema de la misionariedad: que las
diócesis con mucho clero se ofrezcan a las de menos clero, entonces
Uganda va a seguir siendo misionera''.
''Memoria
que significa fidelidad; y fidelidad que solamente es posible con la
oración. Si un religioso, una religiosa, un sacerdote deja de rezar o
reza poco, porque dice que tienen mucho trabajo, ya empezó a perder la
memoria y ya empezó a perder la fidelidad. Oración que significa también
humillación. La humillación de ir con regularidad al confesor a decir
los propios pecados. No se puede renguear de las dos piernas. Los
religiosos, las religiosas y los sacerdotes no podemos llevar doble
vida. Si sos pecador, si sos pecadora, ¡pedí perdón!, pero no mantengas
escondido lo que Dios no quiere, no mantengas escondida la falta de
fidelidad, no encierres en el armario, la memoria''.
''Memoria,
nuevos desafíos, fidelidad a la memoria y oración – la oración siempre
empieza con reconocerse pecador –. Con esas tres columnas, ''la perla
del África'' seguirá siendo perla y no sólo una palabra del diccionario.
Que los mártires que dieron fuerza a esta Iglesia los ayuden a seguir
adelante en la memoria, en la fidelidad y en la oración. Y por favor,
les pido que no se olviden de rezar por mí''.
Por último, FRANCISCO invitó a los presentes a rezar todos juntos un Ave María a la Virgen.
Sigue el discurso preparado por el Santo Padre para su encuentro con el clero:
''Queridos hermanos sacerdotes,queridos religiosos y seminaristas:
Me
alegro de estar con ustedes, y les agradezco su afectuosa bienvenida.
Agradezco de modo particular a los que han hablado y dado testimonio de
las esperanzas y preocupaciones de todos ustedes y, sobre todo, de la
alegría que les anima en su servicio al pueblo de Dios en Uganda.
Me
complace además que nuestro encuentro tenga lugar en la víspera del
primer domingo de Adviento, un tiempo que nos invita a mirar hacia un
nuevo comienzo. Durante este Adviento nos preparamos también para cruzar
el umbral del Año Jubilar extraordinario de la Misericordia, que he
proclamado para toda la Iglesia.
Ante
la proximidad del Jubileo de la Misericordia, quisiera plantearles dos
preguntas. La primera: ¿Quiénes son ustedes como presbíteros, o futuros
presbíteros, y como personas consagradas? En un cierto sentido, la
respuesta es fácil: ustedes son ciertamente hombres y mujeres cuyas
vidas se han forjado en un ''encuentro personal con Jesucristo'' . Jesús
ha tocado sus corazones, los ha llamado por sus nombres, y les ha
pedido que lo sigan con un corazón íntegro para servir a su pueblo
santo.
La
Iglesia en Uganda, en su breve pero venerable historia, ha sido
bendecida con numerosos testigos –fieles laicos, catequistas, sacerdotes
y religiosos– que dejaron todo por amor a Jesús: casa, familia y, en el
caso de los mártires, su misma vida. En la vida de ustedes, tanto en su
ministerio sacerdotal como en su consagración religiosa, están llamados
a continuar este gran legado, sobre todo mediante actos sencillos y
humildes de servicio. Jesús desea servirse de ustedes para tocar los
corazones de otras personas: Quiere servirse de sus bocas para proclamar
su palabra de salvación, de sus brazos para abrazar a los pobres que Él
ama, de sus manos para construir comunidades de auténticos discípulos
misioneros. Ojalá que nunca nos olvidemos de que nuestro ''sí'' a Jesús
es un ''sí'' a su pueblo. Nuestras puertas, las puertas de nuestras
iglesias, pero sobre todo las puertas de nuestros corazones, han de
estar constantemente abiertas al pueblo de Dios, a nuestro pueblo.
Porque es esto lo que somos.
Una
segunda pregunta que quisiera hacerles esta tarde es: ¿Qué más están
llamados a hacer para vivir su vocación específica? Porque siempre hay
algo más que podemos hacer, otra milla que recorrer en nuestro camino.
El
pueblo de Dios, más aún, todos los pueblos, anhelan una vida nueva, el
perdón y la paz. Lamentablemente hay en el mundo muchas situaciones que
nos preocupan y que requieren de nuestra oración, a partir de la
realidad más cercanas. Ruego ante todo por el querido pueblo de Burundi,
para que el Señor suscite en las autoridades y en toda la sociedad
sentimientos y propósitos de diálogo y de colaboración, de
reconciliación y de paz. Si nuestra misión es acompañar a quien sufre,
entonces, de la misma manera que la luz pasa a través de las vidrieras
de esta Catedral, hemos de dejar que la fuerza sanadora de Dios pase a
través de nosotros. En primer lugar, tenemos que dejar que las olas de
su misericordia nos alcancen, nos purifiquen y nos restauren, para que
podamos llevar esa misericordia a los demás, especialmente a los que se
encuentran en tantas periferias geográficas y existenciales.
Sabemos
bien lo difícil que es todo esto. Es mucho lo que queda por hacer. Al
mismo tiempo, la vida moderna con sus evasiones puede llegar a ofuscar
nuestras conciencias, a disipar nuestro celo, e incluso a llevarnos a
esa ''mundanidad espiritual '' que corroe los cimientos de la vida
cristiana. La tarea de conversión –esa conversión que es el corazón del
Evangelio – hay que llevarla a cabo todos los días, luchando por
reconocer y superar esos hábitos y modos de pensar que alimentan la
pereza espiritual. Necesitamos examinar nuestras conciencias, tanto
individual como comunitariamente.
Como
ya he señalado, estamos entrando en el tiempo de Adviento, que es el
tiempo de un nuevo comienzo. En la Iglesia nos gusta afirmar que África
es el continente de la esperanza, y no faltan motivos para ello. La
Iglesia en estas tierras ha sido bendecida con una abundante cosecha de
vocaciones religiosas. Esta tarde quisiera dirigir una palabra de ánimo a
los jóvenes seminaristas y religiosos aquí presentes. El llamado del
Señor es una fuente de alegría y una invitación a servir. Jesús nos dice
que ''de lo que rebosa el corazón habla la boca'' . Que el fuego del
Espíritu Santo purifique sus corazones, para que sean testigos alegres y
convencidos de la esperanza que da el Evangelio. Ustedes tienen una
hermosísima palabra que anunciar. Ojalá la anuncien siempre, sobre todo
con la integridad y la convicción que brota de sus vidas.
Queridos
hermanos y hermanas, mi visita en Uganda es breve, y hoy ha sido una
jornada larga. Sin embargo, considero el encuentro de esta tarde como la
coronación de este día bellísimo, en el que me he podido acercar como
peregrino al Santuario de los Mártires Ugandeses, en Namugongo, y me he
encontrado con muchísimos jóvenes que son el futuro de la Nación y de la
Iglesia. Ciertamente me iré de África con una esperanza grande en la
cosecha de gracia que Dios está preparando en medio de ustedes. Les pido
a cada uno que recen pidiendo una efusión abundante de celo apostólico,
una perseverancia gozosa en el llamado que han recibido y, sobre todo,
el don de un corazón puro, siempre abierto a las necesidades de todos
nuestros hermanos y hermanas. De este modo, la Iglesia en Uganda se
mostrará verdaderamente digna de su gloriosa herencia y podrá afrontar
los desafíos del futuro con firme esperanza en las promesas de Cristo.
Los tendré muy presentes en mi oración, y les pido que recen por mí''.