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Nairobi, KENIA, 26 noviembre 2015
(VIS).- La segunda jornada del Papa FRANCISCO en Kenya ha comenzado con su
encuentro en la Nunciatura Apostólica de Nairobi con los jefes de las
diferentes confesiones cristianas (anglicana, evangélica, metodista,
pentecostales, African Inland Church) y de otras
religiones(tradicional/animista, musulmana) más presentes en Kenia,
además de con siete personalidades civiles comprometidas con la
promoción del diálogo interreligioso. El Papa ha hablado de los desafíos
e interrogantes que presentan los encuentros interreligiosos,
destacando que el diálogo ecuménico no es un lujo. ''No es algo añadido u
opcional sino fundamental; -dijo- algo que nuestro mundo, herido por
conflictos y divisiones, necesita cada vez más''.
FRANCISCO
ha señalado que las creencias y prácticas religiosas influyen en
nuestro modo de entender nuestro propio ser y el mundo que nos rodea.
''Son para nosotros -aseguró- una continua fuente de iluminación,
sabiduría y solidaridad, que enriquece a las sociedades en las que
vivimos. Cuidando el crecimiento espiritual de nuestras comunidades,
mediante la formación de la inteligencia y el corazón en las verdades y
en los valores que nuestras tradiciones religiosas custodian, nos
convertimos en una bendición para las comunidades en las que viven
nuestros pueblos. En las sociedades democráticas y pluralistas como la
keniata, la cooperación entre los líderes religiosos y sus comunidades
se convierte en un importante servicio al bien común. Desde esta
perspectiva, y en un mundo cada vez más interdependiente, vemos siempre
con mayor claridad la necesidad de una mutua comprensión interreligiosa,
de amistad y colaboración para la defensa de la dignidad otorgada por
Dios a cada persona y a cada pueblo, y el derecho que tienen de vivir en
libertad y felicidad''.
''Al
promover el respeto de esa dignidad y de esos derechos -continuó-, las
religiones juegan un papel esencial en la formación de las conciencias,
infundiendo en los jóvenes los profundos valores espirituales de
nuestras respectivas tradiciones, preparando buenos ciudadanos, capaces
de impregnar la sociedad civil de honradez, integridad y una visión del
mundo que valore a la persona humana por encima del poder y del
beneficio material.
Pienso aquí
en la importancia de nuestra común convicción, según la cual el Dios a
quien buscamos servir es un Dios de la paz. Su santo Nombre no debe ser
usado jamás para justificar el odio y la violencia. Sé que está aún vivo
en sus mentes el recuerdo de los bárbaros ataques al Westgate Mall, al
Garissa University College y a Mandera. Con demasiada frecuencia, se
radicaliza a los jóvenes en nombre de la religión para sembrar la
discordia y el miedo, y para desgarrar el tejido de nuestras sociedades.
Es muy importante que se nos reconozca como profetas de paz,
constructores de paz que invitan a otros a vivir en paz, armonía y
respeto mutuo. Que el Todopoderoso toque el corazón de los que cometen
esta violencia y conceda su paz a nuestras familias y a nuestras
comunidades''.
Antes de finalizar el Pontífice recordó que este año se celebra el quincuagésimo
aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, -en el que la
Iglesia católica se compromete con el diálogo ecuménico e interreligioso
al servicio de la comprensión y la amistad-. El Papa hizo presente su
deseo de reafirmar este compromiso, ''que brota -dijo- de nuestra
convicción en la universalidad del amor de Dios y en la salvación que Él
ofrece a todos. El mundo espera justamente que los creyentes trabajen
junto con las personas de buena voluntad, para afrontar los numerosos
problemas que afectan a la familia humana. Mirando hacia el futuro,
-añadió- imploremos que todos los hombres y las mujeres se consideren
hermanos y hermanas, pacíficamente unidos en y a través de sus
diferencias. Recemos por la paz''.
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