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Bangui, REPÚBLICA CENTROAFRICANA, 30 noviembre 2015
(VIS).- Después de celebrar la santa misa, el Papa FRANCISCO salió de la Catedral
de Bangui para saludar a los jóvenes que esperaban fuera de la Catedral
para transcurrir la noche en vigilia de oración. Francisco improvisó
unas palabras en italiano, dejando el discurso que había preparado para
esa ocasión y que reproducimos al final de este artículo.
Antes,
uno de los jóvenes había recordado que su símbolo era el banano, porque
era resistente y se había referido también a las numerosas dificultades
que encuentran en este período de guerra y de división.
''El
banano- contestó FRANCISCO- es un símbolo de vida: siempre crece,
siempre se reproduce, siempre da frutos llenos de energía alimenticia.
El banano también es resistente. Creo que todo ello expresa claramente
el camino que se os presenta en este período difícil de guerra, de odio,
de división: el camino de la resistencia''.
''Vuestro
amigo decía que algunos de vosotros quieren irse. ¡Escapar de los
desafíos de la vida nunca es una solución! Es necesario resistir, tener
el valor de la resistencia, de la lucha por el bien! Los que huyen no
tienen el coraje de dar vida. El banano da la vida y sigue
reproduciéndose y dando más vida porque resiste, porque permanece,
porque está allí. Algunos de vosotros me preguntará : "Pero, Padre, ¿qué
podemos hacer? ¿Cómo se puede resistir? ". Os diré dos o tres cosas que
pueden ser útiles para que podáis resistir''.
''En
primer lugar, la oración. ¡La oración es poderosa! ¡La oración vence al
mal! La oración os acerca a Dios que es el Todopoderoso. En segundo
lugar: trabajar por la paz. Y la paz no es un documento que se firma y
se mantiene allí. La paz se hace todos los días. La paz es un trabajo
artesanal , que se hace con las manos, que se hace con la propia vida.
Pero, alguno me dirá: Padre ¿cómo puedo ser un artesano de la paz?".
Ante todo: No odiando nunca. Y si uno os hace daño, intentad perdonarlo.
¡Nada de odio! ¡Mucho perdón! Lo decimos juntos: "Nada de odio, mucho
perdón". Y si no tenéis odio en vuestros corazones, si perdonáis, seréis
vencedores. Porque venceréis la batalla más difícil de la vida,
vencedores en el amor . Y por el amor viene la paz''.
''¿Queréis
ser perdedores o vencedores en la vida?'' - les preguntó el Papa- Se
vence solamente siguiendo el camino del amor ¿Y se puede amar al
enemigo? Sí. ¿Se puede perdonar al que hace daño? Sí. Con el amor y el
perdón, venceréis. Con amor seréis vencedores de la vida y daréis
siempre vida. El amor nunca os hará perdedores''.
''Queridos
jóvenes centroafricanos: Estoy muy contento de haberos conocido -afirmó
FRANCISCO- Hoy abrimos esta puerta. Esto significa la Puerta de la
Misericordia de Dios. ¡Fiaros de Dios! Porque Él es misericordioso, Él
es amor, Él es capaz de darnos la paz. Por eso os dije al principio que
rezáseis: Hay que rezar para resistir, para amar, para no odiar, para
ser constructores de paz''.
Terminada
su breve alocución, el Papa administró el sacramento de la
reconciliación a diversos jóvenes en el atrio de la Catedral y bendijo
después a todos los presentes.
Sigue el discurso que había preparado FRANCISCO:
''Queridos
jóvenes, queridos amigos: Buenas tardes. Me alegro mucho de
encontrarles en esta tarde en que comenzamos con el Adviento un nuevo
año litúrgico. ¿No es éste acaso el momento para una nueva salida, una
ocasión para ''pasar a la otra orilla''?
Agradezco
a N… las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Durante
nuestro encuentro administraré a alguno de ustedes el sacramento de la
Reconciliación. Quisiera invitarles a que reflexionen sobre la grandeza
de este sacramento en el que Dios viene a nuestro encuentro de un modo
personal. Cada vez que se lo pedimos, Él viene con nosotros para hacer
que ''pasemos a la otra orilla'', a esta orilla de nuestra vida en la
que Dios nos perdona, derrama sobre nosotros su amor que cura, alivia y
levanta. El Jubileo de la Misericordia, que hace apenas un momento he
tenido la alegría de abrir especialmente para ustedes, queridos amigos
centroafricanos y africanos, nos recuerda precisamente que Dios nos
espera con los brazos abiertos, como nos lo sugiere la hermosa imagen
del Padre que acoge al hijo pródigo.
En
efecto, el perdón que hemos recibido nos consuela y nos permite
recomenzar con el corazón lleno de confianza y en paz, capaces de vivir
en armonía con nosotros mismos, con Dios y con los demás. Este perdón
recibido nos permite también a su vez perdonar. Lo necesitamos siempre,
especialmente en las situaciones de conflicto, de violencia, como las
que ustedes experimentan con tanta frecuencia. Renuevo mi cercanía a
todos los que han sido afectados por el dolor, la separación, las
heridas provocadas por el odio y la guerra. En este contexto, resulta
humanamente muy difícil perdonar a quien nos ha hecho daño. Pero Dios
nos da fuerza y ánimo para convertirnos en esos artesanos de
reconciliación y de paz que tanto necesita su país. El cristiano,
discípulo de Cristo, camina siguiendo las huellas de su Maestro, que en
la cruz pidió al Padre que perdonara a los que lo crucificaban. ¡Qué
lejos está este comportamiento de los sentimientos que con demasiada
frecuencia tenemos en nuestro corazón…! Meditar esta actitud y esta
palabra de Jesús: ''Padre, perdónalos'', nos ayudará a convertir nuestra
mirada y nuestro corazón. Para muchos, es un escándalo que Dios se haya
hecho hombre como nosotros. Es un escándalo que muriera en una cruz.
Sí, un escándalo: el escándalo de la cruz. La cruz sigue provocando
escándalo. Pero es la única vía segura: la de la cruz, la de Jesús, que
vino a compartir nuestra vida para salvarnos del pecado. Queridos
amigos, esta cruz nos habla de la cercanía de Dios: Él está con
nosotros, está con cada uno de ustedes en las alegrías como en los
momentos de prueba.
Queridos
jóvenes, el bien más valioso que podemos tener en la vida es nuestra
relación con Dios. ¿Están convencidos de ello? ¿Son conscientes del
valor inestimable que ustedes tienen a los ojos de Dios? ¿Saben que Él
los ama y acoge incondicionalmente, así como son? Lo conocerán mejor, y
también ustedes se conocerán a sí mismos, si dedican tiempo a la
oración, a la lectura de la Escritura, y especialmente del Evangelio. En
efecto, los consejos de Jesús pueden iluminar también hoy sus
sentimientos y opciones. Ustedes son entusiastas y generosos, en busca
de un gran ideal, desean la verdad y la belleza. Los animo a que tengan
el espíritu vigilante y crítico frente a cualquier compromiso contrario
al mensaje del Evangelio. Les agradezco su dinamismo creativo, que tanto
necesita la Iglesia. Cultívenlo. Sean testigos de la alegría que viene
del encuentro con Jesús. Que ella los transforme, que haga su fe más
fuerte, más sólida, para superar los temores y profundizar cada vez más
en el proyecto de amor que Dios tiene para con ustedes. Dios quiere lo
mejor para todos sus hijos. Quienes se dejan mirar por Él son liberados
del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Y
aprenden a mirar en cambio al otro como a un hermano, a aceptar que sea
diferente y a descubrir que es un don para ellos. Así es como se
construye la paz cada día. Esto nos pide recorrer la vía del servicio y
la humildad, estar atentos a las necesidades de los demás. Para entrar
en esta lógica, hay que tener un corazón que sepa abajarse y compartir
la vida de los más pobres. Esta es la verdadera caridad. De esta forma, a
partir de las cosas pequeñas, crece la solidaridad y desaparecen los
gérmenes de división. Y así es como el diálogo entre los creyentes da
fruto, la fraternidad se vive día a día y ensancha el corazón, abriendo
un futuro. De este modo, ustedes pueden hacer mucho bien a su país, y yo
los animo a seguir adelante.
Queridos
jóvenes, el Señor vive y camina a su lado. Cuando las dificultades
parecen acumularse, cuando el dolor y la tristeza crecen alrededor de
ustedes, Él no los abandona. Nos ha dejado el memorial de su amor: la
Eucaristía y los sacramentos para proseguir en el camino, encontrando en
ellos la fuerza para avanzar cada día. Esta ha de ser la fuente de su
esperanza y de su valor para pasar a la otra orilla (cf. Lc 8,22) con
Jesús, que abre caminos nuevos para ustedes y su generación, para sus
familias y para su país. Rezo para que tengan esta esperanza. Aférrense a
ella y la podrán dar a los demás, a nuestro mundo golpeado por las
guerras, los conflictos, el mal y el pecado. No lo olviden: el Señor
está con ustedes. Él confía en ustedes. Desea que sean sus
discípulos-misioneros, sostenidos en los momentos de dificultad y de
prueba por la oración de la Virgen María y de toda la Iglesia. Queridos
jóvenes de Centroáfrica, vayan, yo los envío''.
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