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CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 8 de diciembre de 2016).- Esta tarde a las 16:00 horas, Solemnidad de la Inmaculada Concepción el Papa FRANCISCO fue como todos los años en esta fecha a la Plaza de España para cumplir el acto de veneración a la Virgen María ante cuya estatus rezó la siguiente oración que él mismo compuso:
“¡Oh María, Madre nuestra Inmaculada,!
vengo a ti en el día de tu fiesta
y no vengo solo:
Traigo conmigo a todos aquellos que tu Hijo me ha confiado,
en esta ciudad de Roma y en el mundo entero,
para que los bendigas y los salves de los peligros.
Te traigo, Madre, a los niños,
especialmente a los que están solos, abandonados,
y que por eso son engañados y explotados.
Te traigo, Madre, a las familias,
que sacan adelante la vida y a la sociedad
con su esfuerzo cotidiano y escondido;
en modo particular a las familias que tienen más dificultades
por tantos problemas internos y externos.
Te traigo, Madre, a todos los trabajadores, hombres y mujeres,
y te encomiendo especialmente a quien, por necesidad,
se esfuerza por desempeñar un trabajo indigno
y a quien ha perdido el trabajo o no consigue encontrarlo.
Necesitamos tu mirada inmaculada,
para recuperar la capacidad de mirar a las personas y a las cosas
con respeto y agradecimiento
sin intereses egoístas o hipocresías.
Necesitamos tu corazón inmaculado,
para amar de manera gratuito
sin segundos fines, sino buscando el bien del otro,
con sencillez y sinceridad, renunciando a máscaras y maquillajes.
Necesitamos tus manos inmaculadas,
para acariciar con ternura,
para tocar la carne de Jesús
en los hermanos pobres, enfermos, despreciados,
para levantar a quien ha caído y sostener a quien vacila.
Necesitamos tus pies inmaculados,
para salir al encuentro de los no saben dar el primer paso,
para caminar por los senderos de quien se ha perdido,
para ir a encontrar a las personas solas.
Te damos gracias, oh Madre, porque mostrándote a nosotros
libre de toda mancha de pecado,
Nos recuerdas que ante todo está la gracia de Dios,
está el amor de Jesucristo que dio su vida por nosotros,
está la fortaleza del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas.
Haz que no cedamos al desánimo,
sino que, confiando en tu ayuda constante,
trabajemos duro para renovarnos a nosotros mismos,
a esta ciudad y al mundo entero.
¡Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios!”
El Santo Padre puso a los pies de la estatua de la Virgen una corona de rosas blancas y después de saludar a las autoridades y a los fieles presentes, se dirigió a la Basílica de Santa María la Mayor, para rezar ante la imagen de la Salus Populi Romani.
