Manila, FILIPINAS (Agencia Fides, 10/12/2016) – En octubre de 1991, es decir hace 25 años, dos
sacerdotes misioneros italianos de la Pequeña Obra de la Divina
Providencia, junto con dos laicos, llegaron a las Filipinas, en la zona
de la “smokey mountain”, el vertedero de Manila, barrio de Tondo,
comenzando así la misión de la Obra en las Filipinas, en una situación
particularmente difícil por varias razones.
“Cuando llegamos, - escribe d. Oreste Ferrari, en la nota recibida en la
Agencia Fides -, la actividad del vertedero en Tondo había sido cerrada
porque estaba demasiado cerca del centro de la ciudad y transferida a
Payatas donde unos pocos meses más tarde llegaron los Padres Vicentinos
(precisamente al vertedero) y nosotros a la zona de al lado. Se trataba
de nuevas áreas, abusivas e insanas, pero donde vivían y trabajaban casi
100.000 personas, de las cuales 40.000 en nuestra parroquia”. En el
primer año fueron creados un par de guarderías, y en el tercero, con la
ayuda de una religiosa alemana, un ambulatorio para pacientes con
tuberculosis, dado que la enfermedad era endémica por las condiciones de
contaminación del aire. Durante el cuarto año vio la luz un segundo
polo, a unos 15 kilómetros, donde se realizó la casa de formación y un
hogar para niños discapacitados, ahora conocido como el Cotolengo
Filipino.
Por el momento, continúa diciendo don Ferrari, la congregación está
presente con 8 religiosos en tres localidades. En Payatas, la primera
obra, está la parroquia con más de 150 mil personas y las obras sociales
colindantes. En las 14 capillas en las que trabajamos están activos 9
“feeding programmes”, es decir, lugares en los que alrededor de 400
niños desnutridos reciben tratamiento y una comida diaria. Luego hay dos
clínicas y apoyo para muchos niños con el pago de las cuotas escolares y
materiales educativos. A unos 15 kilómetros, en Montalban (Rizal), está
una casa de formación para nuestros estudiantes, que provienen de las
Filipinas, pero también de la India y Kenia. En el mismo campus se
encuentra la casa para niños discapacitados en la que viven 35 niños con
discapacidad física profunda y problemas mentales y donde otros,
externos, reciben terapias educativas y de rehabilitación.
Por último, en la ciudad de Lucena (Quezón) trabajan en dos capillas con
4 “feeding programmes” y becas como las de Payatas, pero también con un
centro donde los niños de todas las edades pueden asistir a cursos de
matemáticas, inglés, informática y música.