CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 10 de diciembre de 2016).- Esta mañana en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Santo
Padre FRANCISCO ha recibido en Audiencia a la comunidad del Seminario Regional
Pontificio de Apulia Pío XI, a quien acompañaban los Obispos de esa
región italiana . El Papa improvisó un discurso dirigido a los
seminaristas y les entregó el texto que reproducimos a continuación.
“Os encuentro con alegría y os saludo a todos los que formáis la
comunidad del del Seminario Regional Pontificio de Apulia Pío XI,
acompañados por los obispos de la región. Agradezco al rector sus
amables palabras y os saludo de manera especial a vosotros, queridos
seminaristas, que gracias a Dios, sois numerosos.
Me gustaría retomar brevemente con vosotros lo que ya dije sobre la
identidad y el ministerio de los presbíteros durante la asamblea de los Obispos italianos la primavera pasada. En aquella ocasión describí el
ministerio de un presbítero a través de una triple pertenencia: al
Señor, a la Iglesia, al Reino. Esa pertenencia, naturalmente no se
improvisa, ni nace después de la ordenación. Se antes – es decir durante
los años del seminario, no se ha cultivado, custodiado, hecha crecer
con atención y sentido de responsabilidad. Por eso quisiera aprovechar
vuestra visita para retomar esa reflexión que creo importante también
para los jóvenes seminaristas que se están preparando para ser
sacerdotes.
En primer lugar la palabra "pertenencia" lleva en sí la idea de
sentirse parte de un todo. Solo si nos sentimos parte de Cristo y del
Reino caminaremos bien durante los años del seminario. Y para captar ese
todo es necesario levantar la mirada, dejar de pensar que yo sea toda mi
vida. El primer obstáculo a superar es, pues, el narcisismo. Es la
tentación más peligrosa. No todo empieza y termina conmigo, puedo y debo
mirar más allá de mi, hasta darme cuenta de la belleza y la profundidad
del misterio que me rodea, de la vida que me supera, de la fe en Dios
que sostiene todas las cosas y a todas las personas ¿Cómo podré darme
cuenta de Cristo, si me miro solo a mí ? ¿Cómo podré ser capaz de
disfrutar de la belleza de la Iglesia, si mi única preocupación es
salvarme, ahorrarme, salir indemne de cualquier circunstancia? ¿Cómo
podrá entusiasmarme la aventura de construir el Reino de Dios, si todo
entusiasmo se frena por el miedo a perder algo de mí? En este tiempo
litúrgico de Adviento, donde resuena con fuerza la invitación del Señor a
la vigilancia estamos invitados a vigilar sobre el riesgo real de ser
narcisistas, porque sin esta vigilancia ningún camino vocacional es
realmente posible.
Pertenecer, también significa saber cómo relacionarse. Es necesario
prepararse par ser ante todo hombres de relación. Con Cristo, con los
hermanos con los que compartimos el ministerio y la fe, con todas las
personas que encontramos en la vida ¡Y a saber cómo vivir bien las
relaciones se inicia en el seminario! No se puede pensar en caminar
hacia el sacerdocio sin haber tomado esta decisión: Quiero ser un hombre
de relaciones. Esta debe ser la primera atención en estos años, la
primera meta formativa.La construcción de la comunidad, que un día
tendréis que guiar como sacerdotes, inicia en la vida diaria del
seminario, sea entre vosotros que con las personas que encontráis en
vuestro camino. No os sintáis diversos de vuestros coetáneos, no penséis
que sois mejores que los demás jóvenes, aprended a esetar con todos, no
tengáis miedo de ensuciaros las manos. Si mañana seréis sacerdotes que
viven en medio del pueblo santo de Dios, comenzad hoy a ser jóvenes que
saben estar con todos, que pueden aprender algo de cada persona que
conocen, con humildad e inteligencia. Y que el fundamento de todas las
relaciones sea la relación con Cristo: a medida que lo conocéis, que lo
escuchéis, que os unís a El en la confianza y en el amor, haced vuestro
su amo, ponedlo en relación con los demás, convertíoos en "canales" de
su amor a través de vuestra madurez relacional. El lugar en que crece
la relación con Cristo es la oración, y el fruto más maduro de la
oración es siempre la caridad.
Por último, la pertenencia debe confrontarse con su opuesto, que es
la exclusión, el rechazo. Quien crece en la pertenencia a Cristo y
descubre en él una mirada que abarca a todos: ¿Cómo puede ser un hombre
que excluye? Empezad por la vida común que lleváis en el seminario.
¿hay alguno excluido, que se queda al margen? Vuestra pertenencia a
Cristo os pide que salgáis a su encuentro, que lo pongáis en el centro,
que lo ayudéis a que se sienta, también él, parte de la comunidad. A
medida que crecéis en el sentido de pertenencia a la Iglesia y saboreais
la belleza de la fraternidad, aprended a pediros el esfuerzo de
perdón, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes. Si no hay nada
en la vida excluido de la mirada misericordiosa del Señor, ¿por qué
nuestros ojos tendrían entonces que excluir a nadie?.
Sé que sois un gran seminario, visitado por la gracia del Señor con
muchas vocaciones. Esta abundancia es también una responsabilidad.
Debemos estar atentos a la calidad del proceso de formación, los números
no son suficientes. Por esto, para que podáis caminar siempre con una
formación de buena calidad, os aseguro mi oración, agradeciendoos
vuestra visita. Y vosotros, también, por favor, no os olvidéis de rezar
por mí”.