sábado, 3 de diciembre de 2016

Papa FRANCISCO a participantes en el Foro Global de Fortune-Time: "Responder a los niveles mundiales de injusticia fomentando el sentido de responsabilidad local y personal"

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 3 de diciembre de 2016).-  "El desafío del siglo XXI: la creación de un nuevo pacto social" ha sido el tema del Foro Global de Fortune-Time, en el que han participado durante dos días en el Vaticano los dirigentes de empresa de Fortune, numerosos representantes de Time y personalidades del mundo académico, religioso y sindical, así como de organizaciones no profit para responder a la exigencia de un sistema económico mundial capaz de favorecer el crecimiento al mismo tiempo que la distribución de sus beneficios. El Papa FRANCISCO los ha recibido esta mañana en la Sala Clementina del Palacio Vaticano, -saludando en primer lugar a sus organizadores, Nancy Gibbs, Directora Editorial de Time Inc. News Group y Redactora Jefe de Time y  Alan Murray, responsable del contenido mundial de Time Inc-  y en el discurso que les ha dirigido ha subrayado la importancia del tema elegido para el Foro, “centrado en la necesidad urgente de modelos económicos más incluyentes y justos” porque lo que se pide hoy “no es un nuevo acuerdo social en abstracto, sino  ideas concretas y una acción eficaz  que beneficie a todos y comience a hacer frente a los problemas acuciantes de nuestros días”.


“Quisiera agradeceros especialmente todo lo que hacéis para promover la centralidad y la dignidad de la persona humana dentro de las instituciones y de los modelos económicos, y para llamar la atención sobre la difícil situación de los pobres y los refugiados, de los que se olvida a menudo la sociedad –dijo el Santo Padre– Cuando ignoramos el grito de tantos hermanos y hermanas nuestros de todas las partes del mundo, no sólo les negamos los derechos y los valores que han recibido de Dios, sino que también rechazamos su sabiduría y  les impedimos ofrecer al mundo sus talentos, su tradiciones y sus culturas. Estos comportamientos aumentan el sufrimiento de los pobres y de los marginados, y nosotros mismos nos empobrecemos, no sólo material, sino moral y espiritualmente”.


“Nuestro mundo está marcado por una gran inquietud –observó– La desigualdad entre los pueblos sigue creciendo y muchas comunidades se ven afectadas directamente por la guerra y la pobreza  o por  la salida forzada de los migrantes y prófugos. La gente quiere hacer oír su voz y expresar sus preocupaciones y temores. Quiere dar su contribución legítima a las comunidades locales y a la sociedad en general, y  beneficiarse de los recursos y del desarrollo, demasiado a menudo limitados a unos pocos. Este hecho, si por una parte puede crear conflictos y dejar al desnudo los muchos sufrimientos de nuestro mundo, también nos permite comprender que estamos viviendo un momento de esperanza. Porque cuando  reconocemos finalmente el mal en  medio de nosotros, podemos procurar sanarlo aplicando las curas adecuadas.  Precisamente vuestra presencia aquí es hoy  un signo de esa esperanza, porque demuestra que reconocéis los problemas que enfrentamos y la necesidad de actuar con decisión. Esta estrategia de renovación y esperanza requiere una conversión institucional y personal; un cambio del corazón que otorgue la primacía a las expresiones más profundas de nuestra humanidad común, de nuestras culturas, de nuestras creencias religiosas y de nuestras tradiciones”.


Esta renovación fundamental “no debería afectar simplemente a la economía de mercado, a las cuentas que hay que cuadrar, al desarrollo de las materias primas y a las mejoras en la infraestructura. No, de lo que estamos hablando es del bien común de la humanidad, del derecho de toda persona a participar en los recursos de este mundo y  de tener  las mismas oportunidades para desarrollar todo su potencial, el potencial de que en última instancia se basa en la dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza”.


FRANCISCO subrayó que el mayor desafío estriba en “responder a los niveles globales de injusticia mediante la promoción de un sentido de responsabilidad local, todavía más,  personal, para que nadie quede excluido de la participación social. Por lo tanto, la pregunta que debemos  plantearnos es cual es  la mejor manera de animarnos unos a otros y animar a nuestras respectivas comunidades para responder al sufrimiento y las necesidades que vemos, tanto lejos como cerca  de nosotros. La renovación, la purificación y el fortalecimiento de modelos económicos sólidos depende de nuestra conversión personal y  de nuestra  generosidad hacia los necesitados”.


“Os animo a continuar el trabajo que habéis comenzado en este Foro y a individuar formas  cada vez más creativas de transformar las instituciones y las estructuras económicas para que respondan a las necesidades de nuestra época  y estén al servicio de la persona humana, especialmente de aquellos que están marginados y excluidos”, añadió el Papa asegurando a los presentes que rezaba también para que pudieran involucrar  en sus  esfuerzos a aquellos que quieren ayudar. "Dadles  voz, -exclamó- escuchad sus historias, aprended de sus experiencias y entended sus necesidades.  Ved en ellos a un hermano y a una hermana, a un hijo y a una hija, a una madre y a un padre. Entre los retos de hoy, mirad el rostro humano de aquellos que sinceramente deseais ayudar”.


“Os garantizo mi oración para que vuestros esfuerzos den frutos y el compromiso de la Iglesia Católica de convertirse en la voz de los que de otro modo serían silenciados”, concluyó el Pontífice, dándoles la bendición e invocando sobre ellos y sus familias los “dones de la sabiduría, la  fortaleza y la paz”.