domingo, 15 de noviembre de 2015

FRANCISCO: Ángelus dominical (Nov. 15)

CIUDAD DEL VATICANO ( - Noviembre 15 de 2015). A las 12.00 horas de hoy domingo, el Papa FRANCISCO desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano ha rezado el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Texto íntegro del Ángelus Papal

Antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

El Evangelio de este penúltimo domingo del año litúrgico propone una parte del discurso de Jesús sobre los advenimientos últimos de la historia humana, orientada al pleno cumplimiento del Reino de Dios (cfr Mc 13,24-32). Es un discurso que Jesús hizo en Jerusalén, antes de su última Pascua. Contiene algunos elementos apocalípticos, como guerras, carestía, catástrofes cósmicas: «el sol se oscurecerá, la luna no dará más su luz, las estrellas caerán del cielo y los astros que están en los se conmoverán» (vv. 24-25). Todavía estos elementos no son la cosa esencial del mensaje. El núcleo central en torno al cual rota el discurso de Jesús es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección, y su retorno al final de los tiempos.

Nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado. Yo les quisiera preguntar, ¿cuántos de vosotros piensan esto? Habrá un día en que yo me encontraré cara a cara con el Señor. Y ésta es nuestra meta: este encuentro. Nosotros no esperamos un tiempo o un lugar, nos encontramos con una persona: Jesús. Por lo tanto, el problema no es “cuándo” ocurrirán los signos premonitorios de los últimos tiempos, sino el hacer que nos encuentre preparados. Y no se trata ni si quiera de saber “cómo” sucederán estas cosas, sino “cómo” debemos comportarnos, hoy, en su espera. Estamos llamados a vivir el presente, construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios. La parábola de la higuera que germina, como símbolo del verano que se aproxima, (cfr vv. 28-29), dice que la prospectiva del final no nos desvía de la vida presente, sino que nos hace mirar nuestros días con una óptica de esperanza. Es esa virtud tan difícil de vivir: la esperanza, la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte. Y nuestra esperanza tiene un rostro: el rostro del Señor resucitado, que viene «con gran poder y gloria» (v. 26), que nos manifiesta su amor crucificado transfigurado en la resurrección. El triunfo de Jesús al final de los tiempos, será el triunfo de la Cruz; la demostración de que el sacrificio de sí mismo por amor del prójimo, a imitación de Cristo, es el único poder victorioso y el único punto firme en medio de la confusión y de las tragedias del mundo. 

El Señor Jesús no es sólo el punto de arribo del peregrinaje terreno, sino que es una presencia constante en nuestra vida, está siempre a nuestro lado, nos acompaña siempre; por esto cuando habla del futuro y nos impulsa hacia aquel, es siempre para reconducirnos al presente. Él se pone contra los falsos profetas, contra los visionarios que prevén que se avecina el fin del mundo, y contra el fatalismo. Él está al lado, camina con nosotros, quiere nuestro bien. Quiere sustraer a sus discípulos de cada época de la curiosidad para las fechas, las previsiones, los horóscopos, y concentra nuestra atención sobre el hoy de la historia. Yo tendría ganas de preguntarles - pero no responda, cada uno responda interiormente: ¿cuántos de vosoros leen el horóscopo del día? Cada uno responda. ¿Y cuando tienen ganas de leer el horóscopo?, mira a Jesús, que está contigo. Es mejor, te hará mejor. Esta presencia de Jesús nos llama a la espera y la vigilancia, que excluyen tanto la impaciencia como la pereza, tanto las fugas hacia delante como el permanecer encarcelados en el tiempo actual y en la mundanidad.

También en nuestros días no faltan las calamidades naturales y morales, y tampoco la adversidad y las dificultades de todo tipo. Todo pasa – nos recuerda el Señor -; sólo Él, su Palabra permanece como luz que guía, y anima nuestros pasos y nos perdona siempre, porque está al lado nuestro. Sólo es necesario mirarlo y nos cambia el corazón. Que la Virgen María nos ayude a confiar en Jesús, el sólido fundamento de nuestra vida, y a perseverar con alegría en su amor. 

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Después del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas,

Deseo expresar mi dolor por los ataques terrorisgtas que en la noche viernes han ensangrenado a Francia, causando numerosas víctimas. Al Presidente de la República Francesa y a todos los ciudadanos expreso mis más fraternas condolencias. De forma particular a los familiares de cuantos han perdido la vida y a los heridos.

Tanta barbarie nos deja consternados y nos hace preguntarnos cómo el corazón del hombre pueda idear y realizar actos así de horribles, que han asolado no solamente a Francia sino al mundo entero. Ante tales actos, no se puede no condenar la incualificable afrenta a la dignidad de la persona humana. Deseo reafirmar con vigor que ¡el camino de la violencia y del odio no resuelve los problemas de la humanidad y que utilizar el nombre de Dios para justificar este camino es una blasfemia!

Los invito a unirse a mi oración: confiemos a la misericordia de Dios a las víctimas inermes de esta tragedia. Que la Virgen María, Madre de la misericordia, suscite en los corazones de todos pensamientos de sabiduría y propósitos de paz. A Ella pidámosle proteger y velar sobre la querida Nación francesa, la primera hija de la Iglesia, sobre Europa y sobre el mundo entero. Todos juntos recemos un momento en silencio y después recemos el Ave Maria.

[Ave Maria…]

Ayer, en Três Pontas, en el Estado de Minas Gerais en Brasil, ha sido proclamado beato don Francisco de Paula Victor, sacerdote brasileño de orígen africano, hijo de una esclava. Párroco generoso y vigilante en la catequesis y en la administración de los sacramentos, se distinguió sobre todo por su gran humildad. Que su extraordinario testimonio pueda servir de modelo para tantos sacerdotes, llamados a ser humildes servidores del pueblo de Dios.
 
Saludo a todos vosotros, familias, parroquias, asociaciones y fieles individuales, que han venido de Italia y de muchas partes del mundo. En particular, saludo a los peregrinos provenientes de Granada, Málaga, Valencia y Murcia (España), San Salvador y Malta; a la asociación “Acompañantes Santuarios Marianos en el Mundo” y al Instituto secular “Cristo Rey”.
 
A todos les deseo un buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!

(Traducción del original italiano: )