CIUDAD DEL VATICANO, 31 de octubre de 2015
(VIS).- El Papa FRANCISCO ha recibido esta mañana en el Aula Pablo VI a siete mil
miembros de la Unión Cristiana de Dirigentes de Empresa (UCID) de la que
forman parte los empresarios católicos que se proponen ser artífices
del desarrollo para el bien común, inspirados, sobre todo, por la
Doctrina Social de la Iglesia. La UCID, que es una asociación eclesial
reconocida por los obispos, concede gran importancia a la formación
cristiana y ejerce su apostolado en el ambiente de trabajo y en la
empresa.
En
el discurso que les dirigió el Santo Padre exhortó a los miembros de la
UCID a vivir su vocación empresarial con el espíritu propio de la
misionalidad laica, subrayando que las empresas y los órganos directivos
de las mismas pueden convertirse en lugares de santificación si todos
se esfuerzan en construir relaciones fraternas entre empresarios,
directivos y trabajadores, fomentando la corresponsabilidad y la
colaboración en el interés común. ''Es fundamental -añadió- prestar una
atención especial a la calidad de vida laboral de los empleados, que son
el activo más valioso de una empresa; en particular para promover la
armonización de la vida laboral y familiar. Pienso especialmente en las
trabajadoras: el reto es proteger al mismo tiempo su derecho a un
trabajo plenamente reconocido como su vocación a la maternidad y la
presencia en la familia''. También es importante la responsabilidad de
las empresas en la defensa y el cuidado de la creación y para conseguir
un "progreso, más sano, más humano, más social y más integral" .
La
llamada a ser misioneros de la dimensión social del Evangelio en el
mundo del trabajo, la economía y los negocios, implica ''la apertura y
la cercanía evangélica a las diversas situaciones de pobreza y de
fragilidad, fomentando programas de promoción y ayuda''. Pero no se
trata solo de beneficencia . ''Es necesario -reiteró el Papa- orientar
la actividad económica en el sentido evangélico, es decir, al servicio
de la persona y del bien común … e incrementar un espíritu emprendedor
de subsidiariedad, para responder juntos a los desafíos éticos del
mercado y, sobre todo al reto de crear buenas oportunidades de empleo''.
''La
empresa es un bien de interés común -finalizó el Santo Padre- Por mucho
que se trate de un bien de propiedad y gestión privada, por el simple
hecho de que persiga objetivos de interés y de importancia general,
tales como el desarrollo económico, la innovación y el empleo, debe ser
protegida como un bien en sí misma. A esta obra de protección están
llamadas en primer lugar las instituciones, pero también los
empresarios, los economistas, los organismos financieros y bancarios y
todos los sujetos involucrados deben actuar con competencia, honestidad y
sentido de responsabilidad. La economía y la ética empresarial
necesitan para su correcto funcionamiento no de una ética cualquiera,
sino de una ética que pone en el centro a la persona y a la comunidad''.